Tu envidia es mi progreso: las Erides en la poesía de Hesíodo y la literatura contemporánea alteña
En la ciudad del El Alto y en la ciudad de La Paz es habitual ver pegatinas, calcomanías, stickers en los vidrios traseros de distintos tipos de vehículos tanto del transporte público y privado. Hay uno que me llama la atención y lleva de eslogan “tu envidia es mi progreso” resulta pues que hay una conexión de esta frase (idea, premisa, imaginario colectivo) con el pensamiento griego mitológico en torno a Hesíodo.
Para poder desarrollar este análisis utilizaré Los Hijos de Goni, que es un libro de la escritora alteña Quya Reyna. Es una autobiografía, con una mezcla de autorretratos entre lo literario, lo poético y un contenido axiológico que nos ofrece maneras de pensar el “ser alteño”. La intención no es reducir a esencialismos, sino aquellas expresiones cotidianas y culturales bastante extendidas, no solo en la ciudad de El Alto. Para este análisis se ha tomado en cuenta el autorretrato titulado “El Huicho”.
“Trabajos y Días” es un poema a modo de reproche y de exhortación de Hesíodo a su hermano Perses, al que considera ocioso y porque litiga la herencia de su hermano. Trabajos y días, nos cuenta el origen del mal y con ello la necesidad del trabajo desde una explicación mitológica: La división de las Erides, El mito de Prometeo y Pandora y también El mito de las Edades.
Encontramos un personaje divino llamada: Eris, que es la hija de Nix la diosa de la noche que está en el “éter”, palabra que usaban los griegos para referirse al cielo. Comienza aclarando que no es una, sino que existen dos sobre la tierra. Existe una Eris que es amarga, que provoca las guerras, las riñas, las pestes y que cuando un mortal se encuentra con ella debe venerarla por voluntad de los dioses -Hesíodo dice inmortales- Sin embargo, la segunda vive dentro de las raíces de la tierra, es decir debajo de la tierra. Es esta Eris la que provoca la envidia, para que exista un mayor movimiento de trabajo, en una búsqueda del sustento diario.
(…) ella estimula al trabajo incluso al holgazán; pues todo el que ve rico a otro que se desvive en arar o plantar y procurarse una buena casa, está ansioso por el trabajo. El vecino envidia al vecino que se apresura a la riqueza -buena es esta Eris para los mortales-, el alfarero tiene inquina del alfarero y el artesano del artesano, el pobre está celoso del pobre y el aedo del aedo” (Hesíodo, trad. Pérez y Martínez, 1978, p. 123).
Podríamos decir que la ética del trabajo en Hesíodo radica en la injustica del hambre y la necesidad del trabajo.
En el libro Los Hijos de Goni, el autorretrato titulado “El Huicho” es producto de un personaje de ficción de una telenovela llamada El Premio Mayor que fue mainstream de la televisión mexicana y la teleaudiencia boliviana. La premisa principal de la telenovela, es el arco del personaje principal Huicho Domínguez, que pasó de ser del pueblo sencillo y pobre a ganarse la lotería y convertirse en un millonario de un día al otro. El Huicho de este autorretrato surge de este modo:
“Mi papá le dio apodo “Huicho” a mi tío porque lo consideraba ‘millonario’ de la zona, pero más que todo primero fue un aymara pobre. Fue un apodo de broma, pero luego fue conocido así por la familia de mi papá” (Reyna, 2022, p. 19).
El Huicho aymara y pobre y El Huicho aymara y millonario son también arquetipos dialécticos: Su resultado, es lo simbólico del apodo El Huicho. ¿En qué medida se presenta este autorretrato, como una analogía a la concepción de Eris en Hesíodo? Se manifiesta en la envidia, como una potencialidad para la movilidad social, para la prosperidad, para el premio mayor pues.
“El Huicho era la envidia de todos los Suñaga, pero más que todo la envidia de mi papá. Félix Condori había conseguido para su familia lo que ningún Suñaga había logrado: estabilidad económica, fruto de una buena gestión de sus ingresos. Dinero abundante como para comprar autos antes que mis hermanas y yo conociéramos una bicicleta” (Reyna, 2022, p. 19-20).
Más adelante continúa:
“Eso no hubiera pasado sin la administración de Valeria, la mujer robusta de pollera, blanca, brava y muy hábil para las matemáticas y los negocios, una de las mejores negociantes que conozco” (Reyna, 2022, p. 19-20).
La fuente de la riqueza de El Huicho alteño no radica en lo fortuito de una lotería, sino en el trabajo y que tiene de compañera, una sabia administradora que es su esposa además de sus dos domicilios; en uno era vecino de la autora y el otro domicilio está ubicado en una avenida muy transcurrida donde tiene un negocio de baño público, bastante rentable.
“Por eso mi papá le tenía envidia. Parece una exageración, pero no entienden lo delicado de la situación. Mi papá entendió que el Huicho sería rico toda su vida. O sea ¿Quién deja de cagar en el mundo? El hombre caga todo el tiempo y necesita un baño. (…)” (Reyna, 2022, p. 20).
Esta Eris es como un impulso que lleva a la competencia, como una forma de llegar a la trascendía que busca “el éxito”, “el premio mayor”, que es impulsado por otra persona que ya posee “éxito”. En una metafísica aristotélica la envidia como una potencia y el éxito como un acto.
“Yo creo que un hombre de El Alto no es nada si no es más que su vecino, por eso los adornos coloridos en las bicicletas y minibuses, por eso las fachadas bien llamativas de los nuevos edificios, por eso la línea del pantalón casimir bien marcada, por eso los aretes de oro, por eso el bailar en la fraternidad más grande, la mejor. Por eso, nada más que por eso, porque no se puede vivir sin decirle a tu vecino: Tu envidia es mi bendición” (Reyna, 2022, p. 22).
A diferencia del título “Tu envidia es mi progreso”, “la bendición” genera una profundidad más mística, que cuantitativa y cualitativa en tanto “progreso” como una materialidad en sí. La bendición en cambio se connota como aquello que invoca el bien, como una virtud. En este caso la invocación del bien, surge a partir de la experiencia emocional de la envidia; misma que moviliza a uno “al progreso” y que bendice a otro.
Este autorretrato tiene una reflexión final muy interesante y transparente.
“En fin, no es una historia para dar una lección moral a los lectores. Más que todo, los aymaras somos personas en constante miramiento, luchado por ser mejor que el otro, que puede ser el vecino con plata o el “Huicho” del barrio. No, esto no es una serie norteamericana de familias blancas en donde todo termina con una lección de amor y empatía” (Reyna, 2022, p 28).
En este apartado podemos encontrar una subjetividad axiológica aymara, urbana y alteña que busca una mejora material (calidad de vida, por ejemplo) a partir de una competencia que no idealiza la envidia como un valor reprochable, es por esa razón que lo he relacionado a la Eris que estimula el trabajo en la poesía de Hesíodo.
Antonio Cazas Asllani
Estudiante de la carrera de filosofía y letras UCB “San Pablo”