Las diez mejores películas de 2023
Como ya es tradición, la RAMONA ofrece en esta edición su ranking anual de las que, en criterio de su staff, han sido las obras cinematográficas más sobresalientes del pasado año
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Hojas de otoño (Aki Kaurismäki, Finlandia, 2023)
El cineasta finlandés Aki Kaurismäki se vuelve de entero a la esperanza con su película Hojas de Otoño (Finlandia, 2023). Deja un momento su tiempo de “jubilación” para remarcar la importancia del cine como arma moderna contra la desesperanza, la desilusión y la guerra en la que está embarcado el mundo, sobre todo la que tiene lugar entre Rusia y Ucrania. El director de la “Trilogía del proletariado” retorna a Tiempos Modernos (1936), de Charles Chaplin, y hace su propia versión con tintes cómicos y nostálgicos para establecer la fuerza poderosa del cine como fábrica de sueños, máquina de la esperanza, engranaje de luz que ilumina a lo que nos hace humanos. Nos habla de las máquinas de ensamble, fábricas donde se pierden sueños y vidas, espacios donde los humanos somos convertidos en zombis con un hambre constante imposible de saciar. En la película, la pareja protagónica —Holappa (Jussi Vatanen), un trabajador metalúrgico, y Ansa (Alma Pöysti), una cajera de supermercado— va al cine a ver la película de zombis, dirigida por Jim Jarmusch, Los muertos no mueren (2019). La referencia al adormecimiento obrero es directa.
Holappa, para resistir el esclavizante y desgastante ritmo laboral, se dedica al alcohol. Trabaja borracho, comete errores, hace todo mal. Como Charlot en Tiempos Modernos, es un obrero que falla en todo menos en enamorarse. Kaurismäki ha hecho su propio Tiempos Modernos. El cineasta finlandés logra, al iluminar con una nueva luz la película de Chaplin, dos cosas. Por un lado, reivindica al cine como una máquina capaz de producir paz en cantidades masivas. Y, por otro, que la manera en que miramos el mundo es determinante a la hora de reescribir una historia, o un mito, en este caso el de Tiempos Modernos, de Chaplin. (Alba Balderrama)
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Los asesinos de la luna (Martin Scorsese, EEUU, 2023)
Los asesinos de la luna (Killers of the flower moon), la nueva película de Martin Scorsese, es algo más grande que el cine. Y, sin embargo, es una proeza solo imaginable gracias al cine. Es más grande que el cine, porque su trascendencia no puede solo medirse en términos cinematográficos (calidad narrativa y técnica, actuaciones, filmografía del director, taquilla, premios, duración, etc.), sino que demanda un lugar de privilegio en la –Borges dixit– historia universal de la infamia. Bastante lejos de su Nueva, la historia lleva a Marty a las praderas rurales de Oklahoma, tan ricas en pozos de “oro negro” como en ríos de sangre india. Su ingreso en esas tierras no puede ser sino visual, más allá del origen histórico y literario del material de partida.
Scorsese reconoce al papel nuclear de la imagen en la historia de los asesinatos perpetrados contra hombres y mujeres Osage pertenecientes a las familias más prominentes de la región. Al octogenario realizador le interesan menos los hechos revelados por las imágenes oficiales que los que han sido escamoteados por estas. La grandeza de Los asesinos de la luna no se reduce, empero, a hacerse cargo de la responsabilidad de la imagen sobre (la invisibilización de) los crímenes cometidos contra los Osage en nombre de la codicia capitalista. El también director de Toro Salvaje entiende que no basta con asumir la culpa, sino que, de haber redención, esta solo puede perseguirse apelando a los mismos mecanismos que antes sirvieron para oscurecer una historia poco o nada contada. (Santiago Espinoza A.)
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Anatomía de una caída (Justine Triet, Francia, 2023)
Ganadora de la Palma de Oro en Cannes 2023, Anatomía de una caída es una película inquietante, un “true crime” en estado de gloria. Sandra (Sandra Hüller), una escritora exitosa y orgullosa, Samuel, un escritor frustrado y deprimido, y Daniel, el hijo ciego de 11 años, viven en una cabaña alejados de la ciudad en los Alpes. Un día Samuel día cae desde la ventana y muere. Se cree que es un suicido y luego no, puede haber sido un asesinato y Sandra, la asesina. Al caer el cuerpo ha caído la cortina y vemos a través de la ventana del ático la vida íntima de esta pareja que vive una crisis profunda. El cuerpo del delito en la película no es el de Samuel, es el de una relación amorosa y familiar que ha caído mucho antes de que ellos se hayan dado cuenta. El único posible testigo está doblemente cegado, ve lo que siente.
El que Anatomía de una caída la dirija una cineasta francesa como Justine Triet sí importa en esta película, porque la disección del cuerpo del delito es la disección de una relación en la que la mujer, Sandra, no es la débil ni la víctima. (AB)
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Los Delincuentes (Rodrigo Moreno, Argentina, 2023)
Más de una vez he elucubrado cómo sería robar un banco, lo que haría, qué máscara me pondría, con qué arma entraría, dónde me iría, con quién, qué compraría, pero sobre todo cómo sería no tener que trabajar nunca más. Nos ha pasado a varios, estoy segura. Porque, como en la trepidante película del argentino Rodrigo Moreno, Los delincuentes (Argentina), ¿quién no preferiría tres años y medio en la cárcel que 25 años en una oficina? Bajo esta premisa se mueve este policial o, mejor dicho, neopolicial.
En Los delincuentes la premisa es simple: Morán (Daniel Elías), funcionario de un banco en Buenos Aires, decide robarlo solo, pero necesita un cómplice para que le guarde el dinero mientras él está en la cárcel durante tres años y medio, según su cálculo. Moreno apunta al agotamiento del género policial introduciendo en su película otras películas: en un pueblo de Córdova un cineasta chileno, que dice que el cine ha muerto, filma una película sobre plantas en el lugar donde han ocultado el dinero, coma, Morán monta a caballo hacia el horizonte en un paisaje de la sierra de Córdova evocando a la ley, orden y justicia de un hombre típica de los westerns, coma, Román va al cine a ver grandes películas, coma, como El dinero (L’argent, 1983) de Robert Bresson, que aparecen más que a modo de homenaje a directores de culto como podrían ser J.L. Godard o Bresson, para apuntalar una propuesta más grande: que el acto criminal como denuncia del obsceno capitalismo, en el cine, requiere de un nuevo lenguaje; una manera diferente de representar las cosas. Para desestructurar la manera de leer nuestra relación con el dinero. (AB)
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Cielo Rojo (Christian Petzold, Alemania, 2023)
Cielo Rojo (ganadora del Premio del Jurado en la Berinale) es una joya más en la cinematografía del guionista y director alemán Chistian Petzold (1960), en la que sigue brillando la luz de las relaciones amorosas y la fuerza de la naturaleza imponiéndose a sus personajes que creen que saben lo que buscan o hacen. Como en Undine (2020), donde una presa de agua es el espacio de encuentro definitivo, o en Bárbara (2012), con los bosques y una muralla como la Cortina de Hierro separando a los amantes, o en En Tránsito (2018), donde un mirador al mar en Marsella decide el destino de uno de sus personajes, en Cielo Rojo, un incendio forestal cerca al mar Báltico tiñe el cielo de rojo y encierra a cuatro jóvenes que comparten una casa de vacaciones. El fuego se acerca a la casa donde se han quedado León (Thomas Schubert), un escritor egotista que termina de escribir una novela malísima, Félix (Langston Uibel), quien disfruta del mar, de las amistades y de paso realiza su proyecto fotográfico y Nadja, una misteriosa y vivaz chica. En esa casa también está un chico guardacostas. Los cuatro conocerán el otro gran fuego del que nadie escapa, el del amor.
Petzold, con un lenguaje fresco y joven, habla de las relaciones como un proceso creativo. Así como la fotografía y la escritura, el amor necesita tiempo y, por encima de todo, poesía. Como esa escena donde la misteriosa Nadja recita este estremecedor párrafo de “El Asra” dos veces, como una premonición: “Y el esclavo dijo: me llamo Mohamet y soy de Yemen, y mi pueblo son los Asra, quienes perecen cuando aman”. (AB)
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Trenque Lauquen (Laura Citarella, Argentina, 2022)
Una película de 250 minutos es algo más que una película. Es una experiencia. Una experiencia monstruosa (monstruosa en el sentido más virtuoso del adjetivo.) Eso es Trenque Lauquen, el largo que la realizadora argentina Laura Citarella estrenó internacionalmente en 2022, pero que circuló más abiertamente recién el año pasado. La cualidad de experiencia remite a la capacidad de la cineasta para llevar al espectador a habitar y recorrer un relato que se desdobla en muchos. Su punto de partida es la desaparición de la protagonista en la ciudad que da nombre a la película (un motivo que más de un crítico ha emparentado con La aventura, de Antonioni). Su búsqueda, emprendida por dos hombres enamorados de ella, deriva en una trama detectivesca en torno a dos amantes que se amaron ardientemente y escondieron las cartas de su pasión adentro de libros. De ahí, salta a una narración fantástica que involucra a una criatura sobrenatural para, finalmente, llevar a la protagonista a desaparecer en un paisaje deshabitado. Si Citarella compone una experiencia cinematográfica única, arbitraria e imprevisible, que hipnotiza y despabila al espectador en partes iguales, es por su fe en la estructura monstruosa de la narración: una ficción que no deja de mutar, adoptando y abandonando historias, géneros y atmósferas, hasta extinguirse y silenciarse por completo, pero solo después de exorcizarse del monstruo que vive en sus entrañas y dejarlo viviendo en la mirada de quien tiene en frente. (Santiago Espinoza A.)
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Master Gardener (Paul Schrader, EEUU, 2022)
Esta película pone en el centro de la historia un jardín en la finca de una viuda, la señora Hevernhill (Sigourney Waver), y un cuidadoso horticultor, Navel Roth (Joel Edgerton). Él escribe, como muchos de los personajes de Schrader, un diario. En él registra de manera meticulosa la vida de las plantas y del trabajo de los jardineros, pero, en su empeño de que el jardín siga un orden casi militar aparece, como una plaga o una mala yerba, Maya (Quintessa Swindell), la problemática sobrina nieta de la dueña. Mientras el jardín se transforma y deforma con la llegada de Maya, toda la tierra se revuelca sacando a flote secretos, un pasado violento, y lo usual, la tenencia de una tierra histórica que parece no tener dueños. La película se inserta en el paisaje norteamericano como una semilla cuyas flores negras son lo que la historia ha tratado de ocultar siglo tras siglo: la violencia, el racismo, la misoginia, el odio. (AB)
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El visitante (Martín Boulocq, Bolivia, 2022)
André Bazin, el gran crítico francés, decía que, grosso modo, hay dos tipos de cineastas: los que creen en la imagen y los que creen en la realidad. Mientras para los primeros el fin último del cine es la representación artística/expresiva, para los segundos esa representación está subordinada a la restitución de una esencia que emerge de lo real. Pues bien, con El visitante, Martín Boulocq se ha confirmado como un cineasta que cree en lo real. Con esto no quiero decir que el cochabambino relegue la puesta en escena a un segundo plano. Lo que intento decir es que su cuidada composición audiovisual no es un cofre cerrado e impenetrable, sino una caja abierta que se deja contaminar con los vientos cambiantes de la realidad.
El visitante cuenta dos historias. La primera y más evidente es la historia del hombre que, en busca de redención, se enfrenta a la maquinaria fascista de una iglesia cristiana que mantiene “secuestrada” a su hija. La segunda y más secreta es la historia de un país que, agotado por un proyecto de poder tentado por el totalitarismo, se deja seducir por unos predicadores de medio pelo. Dos “historias” que, a fin de cuentas, son una sola: la de la reivindicación de la rebeldía frente al fascismo que intenta doblegarla. (SEA)
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El sol del futuro (Nanni Moretti, Italia, 2023)
Nanni Moretti es un revolucionario y un sentimental. Aunar esas dos actitudes frente a la vida, que no pocos creen inconciliables, es el proyecto que atraviesa su filmografía. El cineasta italiano se rehúsa a renunciar a sus más hondas convicciones políticas de izquierda, pero, a la vez, no es capaz de doblegar los afectos que lo mantienen atado al mundo. En El sol del futuro, la tensión entre razón y corazón reaparece en una historia que Moretti no se cansa de contar: el rodaje de una película que quiere ser militante, pero sucumbe a los sentimientos. Mientras lidia con el abandono de su esposa y productora de toda la vida, el alter ego de Moretti intenta llevar a buen puerto una película que rinda homenaje a la resistencia comunista europea frente al estalinismo. La memoria de algunos de sus maestros (Fellini, los Taviani) es la trinchera desde la que dispara contra los demonios del cine actual: Netflix, la violencia gratuita, la precariedad del circuito autoral… Su revolución parece inequívocamente perdida, pero, antes que entregarse al desamparo, el realizador se mimetiza en el humor y se rodea de los que lo quieren. En un final conmovedor, que es un homenaje a la condición colectiva del cine, una muestra de lealtad con la tradición cinematográfica y un acto de gratitud con las personas con las que ha construido su obra, Moretti se ratifica en su manifiesto creativo y vital: la revolución será sensible o no será. (SEA)
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Retratos Fantasma (Kleber Mendonça Filho, Brasil, 2023)
La analogía entre el cine y lo fantasmal tiene larga data. Puede que se remonte al episodio fundacional del artefacto cinematográfico, cuando los espectadores de los hermanos Lumière creyeron ver espectros en esas borrosas imágenes en movimiento que los asediaban en un café parisino. O puede que incluso vaya más atrás, a los tiempos en que la Linterna Mágica descubría apariciones en las paredes para solaz de los curiosos congregados. El cineasta brasileño Kleber Mendonça Filho, director de las notables Aquarius y Bacurau, vuelve sobre esa antigua relación para invocar más de una presencia fantasmal en Retratos Fantasma, el documental que estrenó en 2023. El primero de los fantasmas que comparece es la casa materna y el barrio que la rodeaba, ese pequeño microcosmos en el que forjó su imaginación visual. El segundo cobra la forma de las antiguas salas de cine del centro histórico de su ciudad natal, donde aprendió a ver y amar el cine. Y el tercero no es otro que su ciudad toda, el Recife en el que nació, creció y filmó sus primeros trabajos, pero del que ahora solo quedan ruinas, escombros de una comunidad sojuzgada por la gentrificación, fantasmas de un paisaje urbano que el realizador no se cansa de resucitar. (SEA)