Herzog en la estación de la verdad
Mubi ha estrenado la nueva película de Werner Herzog, Family Romance, LLC , una historia de suplantación familiar filmada en Japón con actores naturales.
“Quien cree que es esa entrometida, la realidad, para arruinarme la vida”.
(Macedonio Fernández)
Nada es lo que era. No lo vemos, no lo queremos ver.
Nada es lo que era, pareciera decirnos Werner Herzog mientras Ishii Yuichi, el protagonista de su reciente film Family Romance, LLC, mira nadar, con la fascinación de un científico loco, a dos peces robot en la pecera de un hotel de tecnología robótica de punta en Japón. Lo dice sin ningún rastro de romanticismo inútil, de apego improductivo. Lo dice el cineasta bávaro que bien temprano demostró que los pájaros en la selva no adornan el anochecer con sus trinos angelicales sino que “(…) como siempre a esa hora, insultan a la tarde”. La naturaleza es violenta porque necesita cambiar constantemente. Es así.
Nada es lo que era, ni en la vida, ni en el cine.
La Llegada del tren a la estación de los hermanos Lumiere en 1895, que, según el mito, hizo a los espectadores primerizos del cine levantarse de sus asientos y gritar ante la ilusión de embestida dura cincuenta y pocos segundos. Vemos el tren acercarse, bamboleante, en blanco y negro. Podemos contar sus vagones, detenernos en los pasajeros en el andén de la estación; en sus sonrisas, sus miradas a la cámara, sus ropas, sus maneras. En Family Romance, LLC, Herzog sorteando las medidas de seguridad extremas del tren bala en Tokio, filma su propia “llegada del tren a la estación” que tarda siete segundos. Solo vemos pasar algo blanco con rojo o verde a toda velocidad, no sabemos cuan largo es, ni cuantos vagones tiene, solo logramos ver una fuerza bestial que si estas en el andén puede arrancarte del piso y succionarte. Nada es lo que era y está bien, no teman, nos dice. Porque así es él o porque huele nuestro miedo al cambio.
La película de Herzog, una mezcla de docuficción o de falso documental, relata la historia de una empresa en Japón llamada “Family Romance, LLC” esta regentada por Ishii Yuichi y se dedica al alquiler de actores que cumplen el rol de algún familiar, amistad o incluso a uno mismo, según el precio y la ocasión. La empresa existe, es real. Inverosímil, pero real. Ishii Yuichi es real, pero es también el impostor, el actor que se interpreta a sí mismo en el filme. Vive interpretando, en la vida y en el filme, roles según sus contratos: novio para la ceremonia de matrimonio de una novia cuyo novio-original está enfermo, padre de otra novia para asistir a una boda porque el original es un borracho, fotógrafo paparazzi que junto a otros fotógrafos actores siguen a una mujer por las calles concurridas de la ciudad sacándole fotos para cumplir su sueño de ser “famosa”, empleado de la empresa de trenes que ha cometido un error y cuyo severo jefe le llama la atención a gritos haciéndole bajar la cabeza mientras el empleado de la vida real mira aliviado la escena de la furibunda reta destinada a él.
Todo parece lejano, una fábula del futuro. Pero al director que filmaba a sus actores sobre balsas de troncos en las corrientes de los ríos de la Amazonia sin saber qué le esperaba en la siguiente curva, o el rumbo que tomarían las aguas, o los animales, o la lava de los volcanes, o los acontecimientos; el futuro no le asusta, lo abraza en su cuerpo informe y cambiante.
Esa la parte documental, si se puede llamar así, la realidad que no se puede cambiar. La parte de ficción, ideada por Herzog, relata la historia de la relación de Ishii y la adolescente Mahiro. La madre de Mahiro, contrata los servicios de Ishii a través de la compañía “Family Romance, LLC” para ocupar el papel del padre que desapareció cuando su hija tenía dos años. Padre impostor e hija se encuentran en lugares públicos de la ciudad que no hacen más que aumentar esa sensación de futuro. Parques llenos de gente, los árboles de cerezos, miradores, un café de erizos. En esos escenarios se monta el drama de la reunión de padre e hija luego de diez años. Que a pesar de ser impostada termina siendo “auténticamente” dolorosa porque los dos saben que es una mentira pero la necesitan y la construyen. Ishii se da cuenta que su hija postiza lo quiere mucho, incluso la joven madre empieza a sentir algo por él, y que esto debe terminar. Porque puede que todo sea un acto, un juego de rol, un guion de teatro, una escenificación samurái, un paseo cosplay, pero las emociones están presentes, no hay como huir de ellas. Las necesitamos incluso para actuar.
El peso de esa emoción de padre al ver que su hija puede salir herida lleva a Ishii a un templo del zorro. Frente a hermosas estatuas de zorros de piedra dispuestas en filas, se encuentra con una creyente. “Cada día tengo que interpretar un rol, estoy siempre angustiado”, se confiesa él. “El zorro tiene el poder de alterar la realidad”, lo absuelve ella y, sin saberlo, al filme. Alterarla, ojo. No hacerla volver a lo que fue. Porque nada es lo que era.
El verdadero relato de Family Romance, LLC no es el de la deshumanización si no el de la verdadera necesidad de conexión del hombre contemporáneo. Y eso supone aceptar que la realidad del hombre contemporáneo ya no es lo que era, es otra. Y Herzog mira esa realidad sin romanticismo, como podría insinuar el título de su película, sino entregado a los nuevos lenguajes del futuro cercano. Mira, con algo de compasión, como el mundo se transforma y se petrifica ante lo que vendrá.
Nada es lo que era. Ni el barrio, ni los autos, ni los trenes, ni los cines, ni las enfermedades, ni los niños, ni los almuerzos, ni los villanos, ni las heroínas, ni los glaciares, ni los inviernos, ni los bosques, ni nada porque todo cambia. No lo aprendemos porque nos aferramos a “lo que era” con una furia de futbolista latinoamericano en partidos de mundial; con la violenta fragilidad de su hinchada que no entiende que la esperanza es un sentimiento brutal; con la ilusión peligrosa de quien espera que Caperucita se coma al lobo; con el pensamiento mágico de quien cree que el pelotón de fusilamiento no disparará y cambiará la historia para siempre.
Family Romance, LLC, entre sus muchas capas narrativas, nos muestra que la realidad puede cambiar pero no retroceder, volver a ser algo que ya fue. Que la realidad puede nadar simulando ser un pez. Nada es lo que era y no lo aprendemos. Nos da miedo lo que será, la contundencia del futuro, la certeza de que sí o sí sucederá, su irremediable realidad, su irrompible cercanía con la muerte. Herzog intenta darnos ese coraje suyo para mirar el futuro, como si estuviéramos en el cine viendo llegar un tren, sin miedo pero con asombro.
Productora y gestora cultural- albita35mm@gmail.com