Rodrigo Hasbún: 'En este libro entreabrí las puertas de mi casa'
Entrevista al escritor cochabambino sobre su más reciente libro, 'Los murmullos', que fue presentado el 5 de julio en La Paz y el 10 de julio en Cochabamba, y que puede encontrarse en el stand de El Cuervo de la Feria del Libro paceña
A inicios de julio, el reconocido escritor boliviano Rodrigo Hasbún presentó su nuevo libro, Los murmullos [Textos de ocasión], en La Paz y Cochabamba. Los murmullos es un libro de no ficción, se trata de una colección de doce ensayos, los cuales abarcan diversos temas importantes en la vida del autor. En su mayoría hablan sobre artistas, películas, libros, escritores y directores que son importantes para Hasbún, aunque también hay ensayos que son sobre su vida personal o sobre conceptos como el tiempo o la muerte, los cuales tienen un impacto en su vida.
Las reflexiones en cada uno de estos ensayos nos ayudan a conocer más de cerca al autor sin la necesidad de entablar una sola conversación con él, los doce textos nos dicen bastante. A su vez, este libro cumple el rol de un espejo para el lector, pues en el proceso de ver más profundamente a Rodrigo Hasbún, también llegamos a explorar un poco más de nosotros mismos y nuestra relación con el tiempo, el arte, la familia, la productividad o nuestra propia mortalidad. Esta entrevista es un pequeño paso mediante el cual nos incursionamos un poco más adentro en la íntima profundidad de Los murmullos.
¿Qué te llevó a realizar este compendio de trabajos que, en su mayoría, escribiste previamente por encargo (ya que al final del libro mencionas que solamente dos de los textos se publicaron por primera vez en Los murmullos)? y cuál fue el criterio mediante el cual organizaste los textos dentro del libro, ya que se distinguen secciones separadas por las hojas negras?
Escribí los doce textos del libro a lo largo de los últimos cinco años, a menudo respondiendo a consignas específicas, de esas que llegan con un tema definido y una extensión dada. Solo a principios de año, cuando ya la mayoría estaban publicados, me di cuenta de que dialogaban entre sí y de que algunas preocupaciones los unían, así que decidí reunirlos en Los murmullos. Organizar el libro, subrayar algunos núcleos temáticos o narrativos, propiciar ecos en su interior, fue lo más desafiante pero también lo más divertido en esa segunda etapa de edición. Ahí aparecieron las hojas negras, que son pequeños respiros, momentos de pausa entre sección y sección.
Mencionaste en la presentación del libro que este es quizás el libro más personal que has escrito y definitivamente en todos los textos, incluyendo los textos en los que no hablas sobre tu vida, muestras un pedazo de tí, ya que hablas de todo lo que te apasiona y eso es casi como hablar sobre tí, incluso a un nivel más profundo. Con todo esto me imagino que siempre hay una suerte de vulnerabilidad que le muestras al mundo cada que publicas cualquier libro, pero especialmente este. ¿Cómo te sientes al dejar que esta vulnerabilidad tuya esté disponible para que cualquiera pueda acceder a ella?
Me gusta mucho lo que dices: compartir películas o libros, ofrecer a otros algo que nos conmovió o que nos produjo entusiasmo, es un ejercicio tan personal como narrar la propia vida. Por un lado y por el otro, siento que en este libro entreabrí las puertas de mi casa en lugar de entreabrir las puertas de las casas de mis personajes, que es lo que intento hacer en mis demás libros. Dicho eso, quiero creer que mi experiencia aparece siempre en función de otras cosas y que los textos intentan ir más allá.
Me interesa esa transición decisiva entre la realidad y el lenguaje, entre la vida y todas las formas posibles de abordarla y narrarla. Cómo se aborda y se narra, justamente, es lo que hace que un texto trascienda (o no) lo inmediato.
Este libro enfatiza mucho en la necesidad de tener momentos de lentitud, de silencio, a solas con uno mismo, sin tener que buscar constante productividad. ¿Qué opinas sobre la cultura del ajetreo, de la productividad o hustle culture que últimamente está muy en boga?
Cada vez nos cuesta más quedarnos quietos. Pero yo pensaría que la escritura y la lectura, y el arte en general, nos empujan en esa dirección: nos ayudan a mirar más atentamente y a movernos sin tanta prisa, a intentar desentrañar el bullicio y el caos. En el camino reivindican las posibilidades de la duda y fomentan cuestionamientos que enriquecen nuestra experiencia a este lado de las cosas.
En cuanto a las redes sociales, en el libro hay una suerte de crítica hacia ellas, hacia cómo nos adormecen y hacia cómo ya no podemos vivir en el mundo real y visible, sino que pasamos gran parte de nuestro tiempo en este mundo virtual. ¿Cuál es concretamente tu opinión sobre las redes sociales? ¿Usas redes sociales? y si las usas, crees que hay alguna manera en la que no perdamos nuestras vidas dentro de ellas sino que las usemos para algo realmente importante y positivo?
No uso redes sociales. Más allá de todas sus bondades, siento que nos distraen y adormecen. A mí no deja de resultarme inquietante el espectáculo de gente junta, digamos en una misma mesa, incapaces de desprenderse de su teléfono: adultos infantilizados sin ningún interés en nada que no sea su juguete.
Para quienes escribimos, por otra parte, me parece peligrosa esa necesidad de aprobación que fomentan las redes, la urgencia de ser celebrados con me gustas y emojis, la cuantificación inmediata de cada cosa que se dice. Hay una trampa ahí, una ilusión malsana con la que nos toca luchar ahora mismo.

Creo que de entre todos los ensayos, mi favorito es el de Julio Ramón Ribeyro, y el análisis de los diarios como género literario y su relación con el tiempo y su manera de lograr capturarlo de alguna forma. ¿Manejas diarios? ¿Te atreverías a publicar tu diario?
Escribo un diario desde hace casi veinticinco años. Son miles de páginas que he ido acumulando, hechas de anotaciones en las que intento guardar un poco de todo eso que igual se perderá. No sé si algún día haga algo serio con ese material. Por lo pronto, a manera de experimento, en noviembre publicaré en Francia un librito con un diario que escribí hace un tiempo en una residencia allá.
También algo importante que noté en tus ensayos es el hecho de que lo político y el arte no se pueden separar. Cuando mencionas a los autores o cineastas, el contexto político e histórico en el que se encuentran es importante para su arte y siempre hay un statement por detrás. Nos encontramos en un momento en el que se exige que el público separe lo político del arte, del deporte, de todo realmente. Ahora, especialmente, con el genocidio que se lleva a cabo en Palestina y Congo, entre otros, cuando se pide que figuras públicas relacionadas con las artes (artes de todo tipo) digan algo al respecto, siempre salen grupos de personas a exigir que se separe el arte de lo político. ¿Tú, especialmente siendo descendiente palestino, que opinas acerca de esto?
Unas de las preocupaciones que atraviesa Los murmullos tiene que ver con la maraña en la que vivimos, una maraña en la que todo está conectado con todo lo demás y en la que lo individual y lo colectivo aparecen necesariamente atados entre sí. Lo que creemos más nuestro es también de otros, incluidas nuestra memoria y nuestras palabras. En mi acercamiento a ciertas obras o temas quise prestarle especial atención a esa maraña. Por eso escribir sobre las novelas de Jenny Erpenbeck es hacerlo sobre el Muro de Berlín o sobre la turbulenta historia de Alemania, así como escribir sobre mi abuelo palestino es atender la situación de su lugar de origen, una situación de violencia y sometimiento que le dolía mucho a él y que también me duele mucho a mí. En mis libros reivindico la intimidad, pero se trata de una intimidad atravesada y condicionada por muchas otras fuerzas, la mayoría de ellas invisibles.
Algo que igual muestras es la apreciación de artistas de todo el mundo y no solamente europeos, nos hablas de artistas de Irán, de Japón, de Perú, por ejemplo. ¿Qué piensas tú sobre la importancia del arte que viene de lugares diversos, y de personas diversas?
El arte nos hace viajar, nos saca de nosotros mismos, nos acerca a otros de manera honda y verdadera, y esos movimientos no tienen limitaciones de ningún tipo, ni en el espacio ni en el tiempo. En los libros incluso podemos seguir oyendo a los muertos. Se trata de una posibilidad en verdad extraordinaria.
Creo que este libro es muy útil o al menos es una buena lectura para quienes escriben o intentan ser escritores, especialmente en Lo que no está importa: tiempo y escritura. ¿Hay algún consejo o algo qué quisieras decirles a quienes quieren escribir?
Siento que la escritura es uno de esos oficios que se aprenden en la práctica y que a cada quien le toca hacer sus propios descubrimientos. Sin embargo, si tuviera que decirles algo a quienes desean escribir, les diría que la paciencia es crucial y que no dejen de buscar, quizá sobre todo que confíen y desconfíen por igual de lo que hacen.
Finalmente, de entre todos los textos que se encuentran en este compendio, ¿cuáles son tus favoritos o quizás los que tocan temáticas que más te interesan o te impactan (como el tiempo, la muerte, o la escritura)?
A estas alturas me cuesta un poco pensar a los textos de forma separada. Para mí se han vuelto pedazos inseparables del pequeño volumen que los contiene, en el que guardé mucho de lo que me fue sucediendo estos últimos años. Han sido años movidos, ¿no?, a momentos de una incertidumbre radical, sobre todo debido a la pandemia. Me alegra que ya sea posible indagar en ellos hacia atrás.

