Radiografía para la lectura de la ‘Operación fracaso’
Una lectura del volumen de crónicas de Santiago Espinoza, publicado por Editorial 3600 y disponible en la Feria del Libro de La Paz, que se extiende hasta el 11 de agosto
El poeta inglés John Donne escribe sobradamente acertado unas líneas que deberían ser la apertura de todo espacio público, porque, a pesar de su tonalidad y sentido obvio, parece más bien estar siempre tan lejos, que ni siquiera el eco de esa resonancia es perceptible. “Ningún hombre es una isla, ni se basta a sí mismo; todo hombre es una parte del continente, parte del todo. Si una porción de tierra fuera desgajada por el mar, (el mundo entero) se vería menguado, como ocurriría con un promontorio, con la casa de tu amigo o la tuya: la muerte de cualquier hombre me disminuye, porque soy parte de la humanidad; así, nunca pidas a alguien que pregunte por quién doblan las campanas; están doblando por ti”. La aspiración esencial a la responsabilidad del otro no solo es del cuidado de un contexto o de un ajeno al que por una mecánica jurídica debemos respetar, sino que exige el estar involucrado en una relación de tiempo y espacio, para así darle un fundamento al porqué nos desenvolvemos en este devenir de nuestra estadía terrestre, que demarca una verdad definitiva. El final será en soledad.
Operación fracaso es el libro de recuperación de textos periodísticos que tienen una estructura de crónica, pero también acompañados de cierto ejercicio de reflexión crítica y de una genuina exposición de la propia intimidad del autor. Santiago Espinoza recupera 15 textos de su producción periodística, que son ordenados en una estructura de cuatro divisiones: “Oír para recordar”, “Ir para contar”, “Ver para guardar” e “Hinchar para sentir”. Será que, en la decisión de las cuatro estaciones del libro, se genera un criterio de constelación que invita al lector a moverse a la dirección que es el fundamento de una vocación expuesta: el amor por la escritura. Espinoza nos conduce desde el acto de cada verbo que diagrama cada parte del libro a reventar ante un oficio que supera lo estilístico y técnico, para dejar una evidencia del asumir la palabra escrita como una ética de vida. Es inevitable que el lector no perciba aquello y, desde ese espíritu, nos volvemos extremadamente conscientes a la rotación del mundo en torno a un papel que contiene con fuerzas el infinito universo de la historia del otro, que me describe, me configura y me define.
Sin duda, la Editorial 3600, en el año 2023, hace su mejor apuesta en la publicación de este libro, que muy por encima se posiciona ante todo su último catálogo, no solo por la novedad y el poco espacio que suelen tener los libros que tienen como preponderancia el ejercicio periodístico, sino porque además está compuesto por una categoría literaria que es digna no solo de resaltar, sino de afirmar en su solidez. Su arte, que solo se alcanza desde una relación estrecha con el oficio de la lectura, consolida una poética de escritura que resalta apenas se presenta la primera línea de cada texto, lo que hace que el desarrollo de cada cual este asegurado. Además, es un libro que no pretende agradar, ni mucho menos oficiar como guía regional que últimamente es la tónica de las escrituras locales; al contrario, y lo que hace que sea más agradable, la mirada territorial es bastante crítica y reflexiva. Se mira una Cochabamba que no pretende sostenerse en los idilios de la postal de adorno, sino más bien hay un esfuerzo por abordar un territorio que requiere de una posición, una exigencia a nombrar un entorno más profundo de la convivencia, de la dimensión ósea de la articulación social, que suele ser ignorada, invisibilizada o preferentemente decorada en las superficiales publicidades.

Oír para recordar
La primera parte de Operación fracaso marca una contundencia que es clave para establecer el carácter del peso del libro. Si es evidente que la afinación a la escucha es lo central, también nos deja claro que solo se recuerda aquello a lo que decidimos realmente escuchar, por lo tanto, el recordar necesariamente es un acto conjunto, es un acto de fe frente a la disolución de la fugacidad de un tiempo, al que por algunos segundos hemos decidido prestarle el oído. En ese sentido, Espinoza se posiciona frente a la contemplación y disfrute de los sucesos, pero sin abandonar el sentido crítico que fortalece la experiencia colectiva y fragmenta los prejuicios sectarios. Queda de forma visible, y con mucha destreza periodística, el esfuerzo desde la narrativa de la sucesión de eventos congregantes, fundamentar la reflexión crítica sobre el fondo del acontecer histórico, dejando en claro una consigna no escrita, pero sí afirmada desde el propio ejercicio de la palabra que se vuelve impresa. La escritura no solo es un enmudecer acomodado en la estilización de la descripción de acciones. Escribir precisa de agudizar una mirada para reafirmar las consecuencias del lugar desde donde nos miramos o decidimos no mirar.
Ir para contar
Los textos de la segunda parte son más extensos que los de la primera, será porque el verbo implica un movimiento, la necesidad de un acercamiento a esas fracturas que requieren de escritura. El detalle común es el relato con más preminencia de la forma de la crónica, pero ara nada se reduce a solamente un reportaje panorámico de diversos temas. Al contrario, rompe esa perspectiva de dron, para profundizar en una radiografía acompañada siempre de la reflexión de la pulsión inmediata de cada acto, que se fortalece tanto en el ojo clínico del que escribe como también en esa potencia dinámica que compone el acto de lo real.
Ver para guardar
En esta tercera parte del libro, la tónica cambia un poco, la carga social ahora se distribuye en la apreciación por la pasión del escritor sobre el cine. Es desde ese nuevo lente, que tiene como prioridad la magia de vivir el mundo acompañado de una pantalla, que Espinoza compone una nueva escena dentro de su proyecto de textos, aparece una ciudad como personaje de reparto, pero con líneas e intervenciones definitivas para el proceso de la trama. Cochabamba, ese conglomerado de calles que fueron reemplazando las vías de tierra, por asfalto y ahora semáforos con la voz megalómana de un alcalde, se convierte en los pasajes de escenarios que van a contener a personas que han entregado su vida por el relato de otras calles y otros escenarios que finalmente pueden ser siempre el mismo lugar para todos. Por lo tanto, a la vez que desarrolla los encuentros con estos referentes de la actividad cinematográfica, también conocemos cierto carácter de una forma de ser que pulula en Cochabamba.
Hinchar para sentir
Si bien los primeros textos tienen mucha fuerza, anclándose en dos hitos de la epopeya futbolística del país por un lado y por otro lado de la ciudad, el final del libro se compone por la brillantez del texto “Pandemia fútbol club”. Esta crónica compone su trama central a partir de seis líneas de relato, todas avanzan de forma paralela y en una estrategia narrativa que permite mantener desde el efecto poético de la escritura, o desde la acción o finalmente desde la composición del dato informativo, la tensión de la historia. Todo ese aparato textual en funcionamiento logra redondear una categoría literaria que hace de una realidad una belleza de ficción dramática.
Operación fracaso nos deja la certeza de la impresión de una fotografía detallada de cada nivel que compone esa profundidad oscura del deseo que motiva la búsqueda de alcanzar la belleza de un sueño. Por cada festejo ante la poética del triunfo de un atleta o artista, al cual admiramos, criticamos o envidiamos, debe quedarnos claro que detrás de él se esconde una geografía de los seres que han fracasado. Hay mucho más que el triunfo en los que han sorteado un destino culmen en esos pasos. Hay la verdad empañada que tiene como prueba de que el mundo es selectivo y voraz con la mayoría de los mortales y en cada uno de los acontecimientos encontramos nuestra humanidad.

