La Biblioteca de Julio Méndez (parte I)
Un recorrido por los títulos del coleccionista cochabambino (1833-1904), un intelectual boliviano del siglo que participó activamente en la política de su tiempo
La situación actual del mercado de libros de segunda mano hizo que mucha gente, con más atención, se detenga en las ferias de libros, libreros y venta en anticuarios, buscando un ejemplar raro o curioso que lleve a entender un tema de la historia del país o del mundo. Sucesos bélicos, personajes públicos, novelas, primeras ediciones o algún folleto con dedicatorias son buenas opciones para los bibliófilos, quienes siempre están a la espera de alguna “nueva reliquia”. Lastimosamente, en muchos casos, uno a veces llega a toparse con nuevos lotes de libros antiguos pertenecientes a un solo dueño. En este caso, casualmente, llegué a encontrar la biblioteca del cochabambino Julio Méndez (1833-1904).
Ubicada en la ciudad de El Alto, la Feria 16 de julio, desde hace varias décadas, aglomera en un solo trayecto a varios libreros, expertos en seleccionar títulos y autores, con énfasis en libros antiguos en su mayoría del siglo XIX o primeros años del siglo XX, para su venta a precios de acuerdo al interés del comprador. Varias obras de distinta temática están dispersas en tiendas, puestos o en el suelo sobre una tela o plástico exhibiéndose. Para cualquier conocedor de esta ruta del libro viejo, les será familiar las “Rieles”, denominativo al perímetro donde se encuentra este sector.
En el trayecto que realizaba hace un mes, un domingo de feria, caminando por esa ruta, me detuve al ver varios libros encuadernados de diferentes colores, tamaños y estilos. Me llamó la atención que estén apilados uno sobre otro, como si fueran bloques de ladrillos y otros amontonados en el suelo por la falta de espacio. Llamar mi atención fue poco. Estaba emocionado de encontrar estos libros empastados y forrados, algunos, con cuero de oveja que datan del siglo XVII o XVIII.
Mientras iba a ver todo este oasis libresco, pude revisar varios títulos y descubrí que el encuadernado de casi todo este stock de libros había sido realizado por el antiguo dueño y, para colocar sello de su propiedad, tenía en el lomo las iniciales “J. Méndez”.
Ante este hecho, leí inmediatamente la biografía del antiguo dueño para encontrar algún dato fidedigno. Y lo encontré. No solo era un coleccionista, sino que había sido un intelectual boliviano del siglo XIX, participando activamente en las esferas políticas de ese tiempo.
Méndez era conocido por ser un hombre culto y lector profundo de obras. Sus alumnos del colegio de ciencias Sucre de su ciudad natal lo calificaron de Sabio, título con el cual se referían al personaje. Llegando a ser profesor de historia y filosofía, posteriormente, decidió estudiar Derecho y encaminarse en el área diplomática del país. Además de diplomático, fue escritor dejando en varios folletos y columnas de la prensa local e internacional su pensamiento. Su folleto “Realidad del Equilibrio Hispano Americano y la Neutralización Perpetua de Bolivia” (1874) explica su tesis sobre la ruta comercial de Bolivia, por ser, en un futuro inmediato, la “capital internacional de la América del Sur” y anuncia una futura invasión inminente de Chile sobre nuestro país. Según algunos autores, su biblioteca, junto a la de Nicolás Acosta y José Rosendo Gutiérrez, fue la más completa en cuanto a documentación histórica se refiere del siglo XIX. Falleció en 1904, dejando un legado todavía no estudiado; más aún cuando fragmentos de su biblioteca se encuentran dispersos.
Varias cuestiones surgieron en mi cabeza para entender al bibliófilo o guardián del papel antiguo y su obsesión. Determinar su inquietud por comprar ejemplares raros o títulos desconocidos fueron y serán la causa primordial de la venta de bibliotecas.
En su ensayo “Crisis del libro”, escrito hace casi cien años, el español Sebastián Gomila comenta sobre la cultura de la simulación intelectual, con marcado ritmo en varios coleccionistas que, ante la falta de lectura y todo método de estudio, “lo hacen las más de las veces, no por vocación, no por ansia de saber, sino para darse pisto, para adornar o llenar sus estanterías”. Este claro ejemplo aún se observa en varios estantes al día de hoy.
Consultor educativo y cultural