Vadik Barron: ‘La música es un arte colectivo. Sin músicos, mis ideas no suenan’
Primera parte de una entrevista al cantautor y poeta boliviano, que este jueves 5 de junio ofrecerá un concierto gratuito, en el teatro Adela Zamudio de Cochabamba, para celebrar sus 30 años de carrera artística
Las entrevistas suelen necesitar excusas. Al menos, las entrevistas periodísticas. Necesitan un gancho coyuntural que ate a la persona entrevistada con la actualidad. Algo que justifique darle la palabra en un momento concreto. En cambio, las entrevistas que perduran, además de necesitar excusas, se vuelven excusas. Son excusas para conocer y aprender del otro, de la escucha/lectura del otro. Y obviamente, las entrevistas perdurables dependen más del entrevistado que del entrevistador. Es el caso de esta entrevista al músico, poeta y periodista cultural boliviano Vadik Barron (Moscú, 1976). La excusa para entrevistarlo, un asunto nada menor, es el concierto gratuito que prepara para este jueves 5 de junio, a las 19.00, en el teatro Adela Zamudio de Cochabamba, en ocasión de sus 30 años de carrera artística. El diálogo, a su vez, es la excusa para conocer la historia personal de este músico nacido en la ex Unión Soviética, plenamente audoidentificado como orureño y, más recientemente, adaptado a “la calor” cochabambina. Y, cómo no, es una excusa para aprender sobre los caminos creativos que le han llevado a convertirse en uno de los cantautores más consolidados de la música popular boliviana y en una voz distinguible dentro de la poesía nacional (con premios como el Nacional de Poesía ‘Yolanda Bedregal’ y el Municipal de Cochabamba ‘Edmundo Camargo’).
¿Qué exactamente celebras este 5 de junio? ¿Qué pasó en 1995?
Celebro el año en que empecé a escribir canciones y a tocarlas en vivo. Es un año aniversario en el que espero concretar más fechas de conciertos grandes. Escribí mi primera canción el 13 de enero de 1995. El 95 trabajé con Wilge Arandia (ahora famoso compositor de morenadas) y fundamos Abisal, mi primera banda. Ese año hicimos música para obras de teatro, tocamos en festivales universitarios y empezamos a grabar en estudios de radios de amigos, y nuestros demos ya sonaban en algunas radios. Ese fue el comienzo de la música para mí y es el año en que cambié el rumbo de mi vida y empecé mi camino como escritor de canciones.
¿Qué particularidades tendrá este concierto en el teatro Adela Zamudio?
Este concierto quiere mostrar las diversas facetas musicales que tengo. Mi sonido siempre ha sido muy ecléctico, mis búsquedas han recorrido distintos territorios musicales, temáticos y conceptuales y siempre se han nutrido del aporte de grandes músicos amigos que me han apoyado desinteresadamente. En esta ocasión voy a estar acompañado por una banda de grandes músicos cochabambinos: Matheo Cuéllar en batería, Yan Salvador en guitarra y Gustavo Pérez en el bajo. Además de los invitados Arpad Debreczeni, Mao Khan y Rommel Flores.
Es mi primer concierto en un teatro después de cuatro años y es una oportunidad también de registrar un material en audio y video de buena calidad en vivo, así que vamos a tener la filmación de Foco Dulce, que es la productora que dirige el cineasta Miguel “Mizkicho” Valverde, y también, desde La Paz va a llegar mi hermano, Álvaro Barrón, con su productora, Gato Fantasma, para hacer la proyección de visuales.
Es un show único y, al ser parte del programa del Bicentenario de Bolivia de la Alcaldía de Cochabamba, será de acceso gratuito para el público. Y esperamos nos puedan acompañar.
Entiendo que eres orureño porque viviste gran parte de tu vida en Oruro, pero naciste en Moscú. ¿Puedes contar las circunstancias de tu nacimiento en la ex URSS y de tu posterior orureñización?
Yo nací en Moscú porque mis padres estudiaron en la ex Unión Soviética, los años de la guerra fría, gracias a las becas que existían para países latinoamericanos. Allá ellos, ambos orureños, se conocieron, se casaron y posteriormente regresamos como familia a Oruro. Yo apenas viví tres meses en Rusia y nunca pude volver. Mi identidad, mi familia, mis raíces están en Oruro.
Vives y trabajas en Cochabamba desde hace ya algunos años. ¿Qué te trajo y te retiene en esta ciudad?
Cochabamba siempre me ha gustado y me ha llamado la atención gratamente. Me parece una ciudad muy linda, muy agradable, por su clima, por su vegetación, por sus cielos abiertos y despejados, por su generosa comida. He encontrado muchos amigos aquí, y una comunidad musical. Antes yo venía siempre a dar conciertos y solo conocía superficialmente la ciudad. Desde hace cuatro años vivo acá y estoy feliz de haber encontrado a la gente que encontré y poder llevar una vida tranquila acá, dando talleres, escribiendo, componiendo y grabando mis discos. Cochabamba es una ciudad, para bien o para mal, con espíritu de pueblo; con un ritmo más relajado del que yo tenía en La Paz, y me permite trabajar en casa y producir mucho. Son condiciones que me he ido generando, pero, ya que estoy acá, las disfruto. Tampoco sabe uno nunca si es definitivo, porque ya me mudé muchas veces en mi vida, hasta me inventé un eslogan, en joda: “vine por amor, me quedé por la calor”.
Aunque úede que sea una pregunta recurrente, ahí va: ¿cómo se distinguen el Vadik Barron poeta del Vadik Barron cantautor? ¿Es posible distinguirlos?
Creo que cada arte tiene su espacio y su manera de trabajarse. La música es mucho más inmediata y gregaria; y define una parte de mi vida que me ha sacado de una manera de ser introvertida y que me permitió estar a gusto en los escenarios. Ese coraje que he tenido, de irme de la casa familiar, de mostrar mis canciones a la gente, a músicos consagrados, de lanzarme a grabar discos, de creer ciegamente en mi obra y en que tenía algo que decir (aunque, después, pueda mirar para atrás y no me sienta representado por eso), creo, ahora, que es importante.
Y, por otro lado, siempre fui un lector, alguien a quien las letras le tocaron mucho y me salió natural escribir poesía. Y fui cultivando la poesía a mi ritmo y manera.
En mi cotidiano, se alterna, de una manera aleatoria, la producción de canciones con la escritura literaria. Por suerte, puedo ejercer eso de una manera relajada, sin prisas y sin presiones. No creo que sean dos personalidades, solo dos facetas de una misma persona.
¿Cómo se comunican y separan los procesos creativos de ambos quehaceres, el de la creación poética pura (para el papel) y el de la creación poética-musical (para canciones)?
La música, como dije, es mucho más inmediata, incendiaria, urgente. Uno puede tener una canción en unos minutos y luego no acordarse de ella, o cantarla en escenario el mismo día que fue escrita. Yo crecí escuchando álbumes, como la expresión de un artista, así que yo siempre pienso mi obra en álbumes. Me gusta agrupar las canciones por su temática, sonido, intención o la forma en que concibo su sonido o la producción final y nunca he dejado de componer una canción porque no sea práctica o no tenga futuro comercial. No soy de los que cree que todo lo que uno hace sea bueno, creo mucho en el ensayo-error, así que dejo que las cosas salgan y termino lo que empiezo. Y la música es un arte colectivo. Sin músicos, mis ideas no suenan.
Respecto a la escritura de poesía, siempre ha sido algo más espontáneo pero luego creo que, ya trabajando, palabra por palabra, leer siempre te aporta mucho, seguir conociendo nuevos autores, y también el intercambio con otros autores y tener la oportunidad de pensar los poemas, no solamente como performance o cosas sueltas para las redes sociales, sino como parte de una obra más grande.
La poesía enriquece mis letras de canciones, y la música me ayuda a escribir. Así que todo bien, es un ida y vuelta.
Crédito de foto principal: Gabriela Olivera

