Una vida de lucha por tierra y pueblo: entrevista con Isabel Solís
Un diálogo con la líder indígena guatemalteca, que este martes 6 participará en la mesa redonda virtual 'Luchas antipatriarcales y feministas en América Latina', junto a Raquel Gutiérrez y Verónica Gago, desde las 18.00
Isabel Solís se identifica como Maya Sakapulteca y Quiché, y tiene décadas participando en luchas por la emancipación y la defensa de la vida y de los territorios comunales en Guatemala.
Nació a principios de los años 70. Desde niña, se recuerda de la actividad política de su padre, una de ellas siendo la búsqueda de la liberación de jóvenes secuestrados por parte del Ejército de Guatemala. “Recuerdo cuando mi papá llegaba a casa y decía: ‘no nos devuelven a los muchachos, ofrecí mi vida por ellos, aun así no los liberan’”, me dice durante una entrevista en junio.
Cuenta que de los eventos que más marcó su niñez fue una masacre de más de 15 adolescentes, uno de ellos su primo de apenas 13 años, a principios de los años 80. Recuerda que los militares enviaron un mensaje previo, obligando a todas las familias de hacerse presente a la par de la iglesia católica, dejando las puertas de sus casas abiertas.
Convocaron a esta reunión frente a la iglesia de la comunidad, donde acudieron su padre y sus hermanos. Desde su casa, donde estaba guardada junto con su madre, su tía (la madre del joven secuestrado por el ejército) y sus hermanos menores, empezaron a escuchar los balazos. Fue el momento en que fueron masacrados los jóvenes secuestrados.
“No pararon los secuestros de mujeres, de hombres, sobre todo jóvenes, después igual pasó con mis hermanos y con mi papá”, recuerda Solís. Para ese entonces, era necesario tramitar un permiso otorgado por el ejército para salir de la comunidad. Su padre y su hermano fueron secuestrados luego de iniciar este trámite.
Después de la desaparición de sus dos hermanos y su padre por parte de soldados y patrulleros (por cierto son muy conocidos los responsables materiales), se formó como maestra. Buscó vincularse con las luchas y resistencias, en parte por las actividades de búsqueda que su madre había iniciado por la desaparición de sus hermanos y su padre.
Solís empezó a militar con el Comité de Unidad Campesina (CUC) a finales de los 1980s, llegando a colaborar con su construcción. De ahí, participó como co-fundadora de la Coordinadora Nacional Indígena y Campesina (CONIC) motivada por otros jóvenes que estaban convencidos de la lucha por la tierra, organización en la cual militó hasta el 2003.
Desde entonces viaja para arriba y para abajo, atravesando Guatemala apoyando de manera directa a activistas, en su mayoría personas mayas criminalizadas y presos políticos.
Nos entrevistamos mientras regresábamos juntas a la Ciudad de Guatemala luego de una audiencia de un proceso penal contra don Eduardo Bin, hombre Maya Q’eqchi’ acusado por su trabajo organizativo en el departamento de Izabal. Hablamos del momento político en Guatemala, las dificultades de alcanzar la paz sin restituir tierras a pueblos mayas, xincas y garífunas, y los cierres y las posibles alternativas al sistema actual de gobierno.
Fue una entrevista larga, dolorosa a veces, y muy aclaradora. La he editado ligeramente en cuestión de claridad y extensión.
Dawn Marie Paley: Para empezar, quisiera preguntarte ¿Cómo podemos entender los efectos del conflicto interno en Guatemala sobre la vida comunitaria?
Isabel Solís: Afectó bastante. Bueno, aun recuerdo antes de eso habia comunidad, mucha colectividad, por ejemplo, en la siembra todo era colectivo, se unían familiares o ramas de familia para hacer cada cosa incluso la construcción de las casas algo así como aún veo yo en esta región allá en mi región, lo viví antes de la guerra interna.
Y todo eso se rompió. Ahorita el trabajo colectivo ya es mínimo, ahora es bajo el esquema salarial. Cambió ese apoyo mutuo, ya son muy pocas familias que se da eso del apoyo mutuo, que significa que yo voy a trabajar para ti y luego trabajas para mi. Se rompió, [empezó] mucha división entre ramas familiares, por ejemplo. Esa división afecta hasta los núcleos familiares más íntimos. Hasta nuestros días sigue eso, se ha roto la confianza, a comparación de lo que había antes de la guerra.
DMP: ¿Me puedes contar de cómo fue el proceso a través del cual te empezaste a vincular con organizaciones?
IS: Bueno, yo creo que seguí un poco el paso de mi mamá, porque mi mamá desde que secuestraron a mis hermanos y mi padre, ella emprendió una lucha y dijo: “yo los tengo que encontrar y los tengo que encontrar, y hasta que logró encontrarlos”.
Se unió a los inicios del Grupo de Apoyo Mutuo (GAM), me llevaba a las manifestaciones, entonces aprendí con ellas, con las mujeres del campo, ocupaban el Palacio, ocupaban el Congreso en pleno conflicto armado.
Después apoyaba simultáneamente cosas con la Coordinadora Nacional de Viudas de Guatemala (CONAVIGUA), ya era maestra, entonces podía apoyar en cosas de formación y así me empezaba a vincular, tenía 20 años.
DMP: En 1996 se firmó la paz en Guatemala. ¿Cómo cambió esto el ámbito de lucha?
IS: Sí cambió el ámbito de lucha, cuando se firmaron los acuerdos de paz, había un grupo que analizaba los Acuerdos de Paz y su contenido como tal. Uno de los temas que nos pareció muy preocupante es el tema de la tierra y los pueblos indígenas. Lo solucionaba vía mercado, y fuimos muy críticos con eso.
Dijimos que los Acuerdos de Paz no venían a solucionar nuestros problemas y que por lo tanto las manifestaciones—en cuanto a la recuperación de la tierra y la lucha por la tierra—seguían de pie. No paramos, yo recuerdo que uno de los casos que era muy candente en aquel momento era una comunidad que estaba recuperando Pampas del Horizonte, es de Quetzaltenango, eso fue como el motor en ese momento de la lucha por la tierra.
Yo estuve en el parque cuando fue la actividad final de los Acuerdos de Paz, venía de mi comunidad, hasta traíamos tamalitos y nos sentamos a comer ahí porque todo el mundo estaba esperanzado y felices. Pero en el tema de la tierra no seguimos la lógica, y en varias organizaciones siguieron la lógica de los acuerdos de paz. Y nos decían: ‘Ustedes están jodiendo los Acuerdos de Paz,’ casi que nos echan la culpa de la falta de cumplimiento de los acuerdos.
Eso creo que se reflejó un poco más cuando ya empezaron a aparecer los proyectos extractivos en las regiones, la primera fue [en el departamento de] San Marcos y luego siguieron en otras regiones.
Las comunidades afectadas levantaron la resistencia contra los proyectos extractivos, y las organizaciones estaban empatinado en los Acuerdos de Paz, lo que en realidad fue la implementación de migas de proyectos para adormecer a los grupos dentro de las comunidades, o simplemente solo fueron discursos, mientras las resistencias se estaban dando en las regiones. La represión se daba precisamente en esos lugares de resistencia, algo como lo que está pasando ahora sólo que quizá un nivel un poco menos visible.
Los Acuerdos de Paz para mí era una trampa, de quitar la fuerza, apaciguar, e invertir el capital a través de extracciones de recursos.
Van quitando la tierra y la pobreza va en aumento. Pero eso fue central y la salida que se le dio fue el mercado de tierra. ¿Por qué tengo que comprar la tierra, que a mí me la robaron? Los Acuerdos de Paz tenían que dar respuesta al despojo histórico, restitución de las tierras a los pueblos indígenas.
Hubo una etapa en que se redujo el número de militares y pero los militares pasaron a ser policías y pasaron a ser seguridad privada de muchas propiedades, sobre todo en la región de Izabal. Hablo de esta región porque es la que más conocía en esa época.
Con respeto a los pueblos indígenas, los Acuerdos de Paz lo habla de forma muy superficial. Está bien. Yo no digo que no está bien. Está el tema de reconocimiento del idioma, reconocimiento de los trajes, o sea, eso es interesante, pero no puedo vivir hablando mi idioma, usando mi traje en el aire. El pueblo debe ser respetado en su totalidad.
DMP: Y cuántos años duró esa sensación de estar hablando al vacío con las organizaciones?
ISA: Yo calculo que las organizaciones nacionales y sobre todo las empatinadas con los Acuerdos de Paz, digo las que creen en la paz, empezaron quizá como a sumarse a las resistencias como hasta el 2012 en adelante, aproximadamente.
A partir del 2004 en adelante, toda esta área de las Verapaces y una parte de Izabal empezaron la lucha de las comunidades en recuperación de la tierra, incluso empieza un movimiento muy importante de comunidades en contra de la minera.
En el 2005 regresé a trabajar como investigadora social, formé parte de un equipo de investigación, entonces analizamos esta parte y nos dimos cuenta de que cuando hacían desalojo de las comunidades no había noticias, nadie hablaba de eso.
Pero se conocían los desalojos acá de la región, las comunidades se organizaron para defenderse de los desalojos violentos, y las organizaciones campesinas aún no se daban por entendido, más bien desconocían las resistencias. Algunas de ellas intervienen y lo canalizaron vía el mercado de tierra, mientras que las demandas de las comunidades son recuperaciones de sus tierras despojadas o con amenazas de desalojos.
DMP: Tu estabas involucrada en dos organizaciones muy importantes, el CUC y el CONIC, y decidiste salir de ambas. Quisiera preguntarte cual es su mirada sobre la fuerza que tuvieron estas organizaciones en algún momento, y cómo están hoy día?
ISA: Yo creo que han habido diferentes momentos, incluso han habido diferentes organizaciones y cada una tuvo su momento importante, en mi análisis mental, incluso podría atreverme a concluir, cuando las organizaciones llegan a ser grandes e importantes se mantienen con el tiempo, pero empieza a diluirse cuando deja por un lado los principios y sus demandas iniciales y pasa a vincularse con el tema política partidaria, y empieza a disminuirse la fuerza, incluso algunos tienden a desaparecerse.
Por ejemplo hay una organización que se llamó CERJ [Consejo de Entidades Étnicas Runujel Junam], era una organización interesante y cuando su líder pasó a ser candidato a un partido, con el tiempo, ya no se sabe más qué pasó con la organización.
Luego pasó también con otras organizaciones campesinas y de mujeres: tuvieron su auge muy interesante, y al vincularse a un partido pues se diluyen o desaparecen y ya solo quedan grupos de personas sosteniendo el nombre de la organización o se quedan ejecutando proyectos. Es decir se convierten en ONG.
A eso le tengo dos lecturas: uno es que puede ser que para la mayoría de los miembros de la organización, la salida de la problemática no es participar en el estado. Puedo tener razón o no hay que profundizarlo. Lo otro es la concentración de liderazgo, o dejar en una persona las decisiones, y cuando el líder o la líder se va a otro espacio, todo se viene diluyendo.
En cuanto a participación política vía partidaria, después de los Acuerdos de Paz, ya hubo una experiencia interesante de las organizaciones, con el partido Alianza Nueva Nación,, fue interesante en su momento, fueron cuatro años, hubo un número significativo de diputados de la izquierda. Pero la verdad no sabría decir qué fue lo que hicieron para que los pueblos se beneficiaran.
En en esta etapa la gente y las comunidades han estado con muchas búsquedas de querer tener fuerza, incluso ha habido movimientos regionales que han inspirado a otras regiones a una mejor y mayor organización, por ejemplo, el Consejo de los Pueblos del Occidente [CPO], inspiró, pero igualmente se diluyó al estar en un partido.
Hay otro ejemplo, también que hay que analizar, el movimiento que se dio en torno a las consultas comunitarias. Había más de 60 consultas comunitarias, en todas, la mayoría de la gente votaba por él ‘no’, es decir, no a la minería. Eso era interesante ese movimiento.
Entonces, hay organizaciones pensaron que automáticamente eso se convertirá en el caudal de votos, varios de los que dirigen se tiraron a candidaturas. No fue así y eso es interesante porque entonces la gente está diciendo sí, vamos a defender nuestro territorio. Sí, aquí estamos. Sí, vamos a decir no a los proyectos extractivos, sí vamos a resistir. Sí, vamos a entregar la vida si es posible, pues nos va a llegar la cárcel, o sea, todo eso, esa entrega al territorio, a la defensa a la vida.
Pero sí se empieza a hablar de participación política vía partido y que el interés sea llegar al Estado, se reduce la articulación, se reduce el movimiento.
Por ejemplo, a mí, no me cabe en mi mente seguir sosteniendo a mi propio opresor. El mismo estado es un instrumento opresor, es decir que cuando los Españoles en aquel momento invaden al país, saquean el país y constituyen posteriormente el Estado. Se construyó el Estado para administrar el saqueo. Para mí el Estado no es el poder, el poder de ellos se construyó sobre el saqueo y se sostiene de la riqueza que nos quitaron y nos siguen quitando.
Los de izquierda piensan que el Estado en sí es el poder. Pero se ha mostrado que no. Si analizamos la experiencia de Bolivia, nos damos cuenta que los pueblos siguen siendo saqueados, desalojados; si estando en el Estado es tener el poder, entonces Bolivia ya no habría saqueo, ya no habría desalojos, ya no habría represión.
Mi reflexión viene de los aprendizajes al estar trabajando con la gente, ser parte de la lucha de las comunidades. Por ejemplo, en mi comunidad mucha gente no se interesa en las elecciones, empezando por mi mamá. Ella dice: ‘yo no voy a perder mi tiempo, yo voy a trabajar. El Estado no me da un centavo para comer, yo le doy al Estado’.
A eso voy, cómo es posible que seguimos sosteniendo una estructura a la que hemos caracterizado como opresor, represor, saqueador? Y tan contradictoria es, por ejemplo, gente de las organizaciones o dicen ser de izquierda, siempre dice: es que tenemos que ir a aprender cómo se maneja el estado.
¡¡¡Fregados!!!! ¿Cómo voy a aprender algo de que no sirve? ¿¿¿Qué voy a aprender de ese Estado, si lo único que ha hecho es saquear, reprimir y explotar??? He aprendido mucho más de las comunidades y de mi pueblo.
DMP: Estamos educados para creer que el Estado siempre ha sido, siempre va a estar y es el único de cambio que puede existir. ¿Qué otras formas de organización existen actualmente en Guatemala?
ISA: No existe una forma de organización general, como país no existe, porque el país está estructurado de acuerdo al interés del capital. Pero las otras formas de organización son de las comunidades Q’eqchi, Quichés, Kakchiqueles, Mames, Q’anjob’ales, etc.
Hay otras formas de organización que no impliquen una forma de organización represora, sino que es más administrador de la vida comunitaria. Lo que explica Gladys Tzul es en su libro me parece que eso debería ser las formas, me pasa en la mente: ¿por qué no usamos ese mismo esquema a nivel nacional?
Un día plantea esa idea, en un grupo de organización de mujeres; cuando todos empezaron a hablar del tema la corrupción, que con Jimmy [Morales] no funcionó, que cuando se sacó Otto Pérez Molina, el movimiento social estuvo interesante pero luego no funcionó. Bueno, este presidente es igual.
Y les digo pero ¿por qué no pensamos otra forma? ¿Por qué no vamos al modelo comunitario? Replicado a nivel nacional, por ejemplo una cuestión de consejos donde estén las mujeres y donde estén los pueblos, incluso pensemos que hasta el número de diputados se reduciría.
Y como si vamos a replicar el sistema de los pueblos, significaria evitar pago, todo ad honorem, llevaría entonces a evitar peleas dentro los partidos y entre partidos. ¡¡¿Para qué dije eso?!! Me dijeron que yo estaba pensando en gente con vida resuelta, que eso es imposible. Varias opinaron que era imposible ocupar un cargo ad honorem.
Ah, entonces me quedó claro que los que aspiran es para ir a resolver su vida y por eso hay corrupción. Entonces se ha vuelto un círculo vicioso. Y cada cuatro años con los mismos discursos y todos presentan un discurso de solución a los problemas nacionales. Es es solo un discurso que oculta la verdad u oculta la incapacidad de pensar y hacer las cosas de otra manera.
DMP: Pero quizá en otro en otro espacio, como en una asamblea comunitaria, esta propuesta puede tener mucho sentido, ¿no?
IS: Ah, sí, totalmente. Mi esperanza está entre más aumenta el abstencionismo, para mí es una esperanza, es una señal que la sociedad va despertando. Pero entre más votantes puede haber más dormido se vuelve la sociedad y más lejos queda la esperanza. Hasta ahora no se le da valor al abstencionismo y nadie quiere darle lectura al mismo, más bien se menosprecia.
Dawn Marie Paley
Periodista y autora de Capitalismo antidrogas. Una guerra contra el pueblo (Libertad Bajo Palabra 2020).