Una enorme grieta en la tierra
Una lectura del libro ‘Animalescos’, del autor portugués Gonçalo M. Tavares, publicado en Bolivia por Editorial El Cuervo
Animalescos podría figurar tanto en la colección de narrativa de El Cuervo como en la de poesía. Es, como se dice en la contratapa, un libro raro, que desafía las clasificaciones y los géneros. Son 39 piezas cortas, de entre dos y siete páginas, cuyos títulos están escritos a la manera de listas (“la máquina / muertos y basura / vacas / enseñar a los nuevos”), y dan cuenta de una realidad que desconocemos: un hombre va caminando en la calle, enloquece, y el lenguaje comienza a moverse por rutas poco frecuentadas, enlazando lo animal y lo humano, la razón y el delirio, lo orgánico y lo maquínico, imaginando mundos en los que no rigen las leyes de la ciencia natural, donde aparecen el cristo de los animales y tribus que comen helicópteros. El autor, el escritor portugués Gonçalo M. Tavares, parece pertenecer a esa tradición de escritores que no se resignan a escribir libros que se parezcan demasiado a otros libros.
una enorme grieta en la tierra, un problema en los neumáticos y también en la rabia que no sabe hacia dónde volverse, no tiene objeto donde aplicar fuerza, ni mujer, ni hombre, ni niño; lanzo la rabia a la grieta, maldigo el terremoto que abre rayas en la carretera, parecen dibujos hechos por una mano fuerte y alta, un dibujo con amplitud, un dibujo donde puedes caer, un dibujo peligroso, imprevisto, venido de arriba; si caes en la raya trazada en la carretera caes allá abajo, y debajo del pavimento están siete diablos; los nueve diablos de la civilización se esconden debajo del tercer piso del baile, … (45)
La mayoría de los textos comienzan así, en minúsculas, se diría que in media res, como si su verdadero principio – si es que estos textos engendros tienen principio– hubiese ocurrido en otro lugar, que nos está vedado, y nosotros sólo pudiéramos ver un fragmento del discurso. Además, en estos textos se encadena una oración tras otra recurriendo a las comas, ignorando las reglas de puntuación o, mejor, inventándose una nueva regla de puntuación, lo que produce la impresión de estar ante un torrente verbal incontenible que varía velozmente. Cuando terminan, estos textos lo hacen como comenzaron, sin un punto final, como si el final ocurriese en otro lugar o no hubiese final. Pero ni esto es constante porque, a veces, una pieza comienza con una mayúscula y concluye con un punto final, como si Tavares quisiera mostrarnos que las reglas conocidas son apenas una pequeña parte del universo.
Pero no se trata de un flujo de consciencia o de un monólogo interior clásicos, que finalmente están anclados en la experiencia de un ser humano, sino que estos flujos parecen atravesar y ensamblar distintos tipos de consciencias, perspectivas y maneras de estar en el mundo – Deleuze aparece en el epígrafe del libro (“cuarta personal del singular; es ella a quien se puede tratar de hacer que hable”), y aunque Animalescos no está escrito en el estilo intrincado del filósofo francés, el rastro que su pensamiento ha dejado en la escritura de Tavares, comenzando por el título, es evidente. En efecto, una escritura así plantea la identidad como flujo constante de transformaciones y conexiones, como un conjunto de fuerzas, afectos y relaciones, sin un centro o jerarquía dominante.
… y allí va otro golpetazo del hombre que quiere imitar al avestruz y vivir con la cabeza debajo de la tierra, como un telescopio invertido, mete la cabeza dentro del parqué, un gran hueco que el loco logró a costa de sangre y dolor, cosas que él olvida porque ahora finalmente está viendo lo que existe debajo del suelo, un vigilante que quiere ver finalmente lo que es importante porque lo es importante nunca está a la vista de todos, está siempre escondido; y podemos hacer una taxonomía de orates: los que quieren volar, los que quieren andar muy rápido o muy despacio, los que quieren dar saltitos como los canguros, y los que quieren mirar debajo de la tierra: … (92 – 93)
En Animalescos, el lenguaje construye mundos distintos al de la realidad cotidiana, y lo hace explorando su propia potencia creadora escondida, a veces aprovechándose de los significados potenciales de las palabras y de las expresiones, a veces explotando de lo que los filósofos analíticos llaman errores categoriales, a veces forzando a las palabras a funcionar en contextos distintos de los usuales y a veces, como ocurre siempre en la poesía, estableciendo asociaciones inesperadas:
… la mujer agitada dice que va a labrar el campo con la agitación que ahora tiene sentada en una silla, con la cabeza golpeando en cada extremidad, […], y pide otra moneda y nadie se la da y sale a la calle a pedir monedas y todos consideran que ella quiere las monedas para comer y es eso mismo lo que ella hace, […], y recibe la moneda y la mete en la boca y traga: las monedas pequeñas son fáciles y tal vez no maten, lo peligroso son las monedas grandes, […], le preguntan, usted se mata, dicen, y he aquí el bonito suicidio, dice ella, tragar monedas en vez de comprimidos, y se ríe; a fin de cuentas no está loca y está enseñando a morir en pleno semáforo. (31 – 32)
Si Animalescos es inquietante, sin embargo, lo es porque los mundos que propone no son completamente ajenos al nuestro. De hecho, el que las referencias aparezcan allí, distorsionadas, descontextualizadas, reensambladas, las envuelve en una potencia crítica renovada. A eso se refiere, creo, Mark O’Conell cuando dice que la obra de Tavares es tanto sombría como vigorizante. Leamos:
… el gesto es el mismo, la intención es la misma, los efectos son más fuertes, dios nos salve, pero es así como aprendemos a hacer crecer a los animales, las plantas, los cereales, aquí tengo un arma para obligar a la naturaleza a acelerar y utilizo esta amenaza, y, si fuera necesario, hasta otras de que me acordé ahora (57)
… , si la más bella música vino de enfermos amaestrados en un hospicio, de dónde vendrá la más terrible de las músicas, he aquí la pregunta (79)
al finalizar el siglo, los hombres sin moverse se acercan a un límite, y por eso hay muchos que esconden la cabeza debajo de un pasamontañas que les tapa las orejas y parte de los ojos, hay incluso quien se tape por completo y finja ser ciego y así entre en el nuevo siglo con una venda en los ojos para no ver demasiado, … (127)
Sé, por los editores, que Animalescos no es uno de los libros más vendidos de El Cuervo. Publicado en 2021, lo más probable es que su falta de éxito comercial se deba a lo desafiante que puede resultarle a lxs lectores, que no sabrán si están leyendo una novela experimental, poesía o un volumen de relatos cortos. Aunque Tavares es uno de los escritores portugueses más reconocidos actualmente, no tiene la visibilidad que otros autores, y hay que reconocer el riesgo que ha corrido la editorial al publicarlo. Ahora bien, desafortunadamente, la tapa es quizá es una de las menos atractivas de todo el catálogo. Aunque el perro con cabeza de hombre que aparece en la contratapa y en el lomo del libro es muy llamativo, hay algo en esas enormes letras del título, rojas y negras sobre fondo mostaza, donde apenas se insinúan animales, una máquina y un demonio; que no le hace justicia a la rarísima belleza de este libro que es Animalescos. Sea como fuere, la experiencia de leerlo e ingresar al universo que propone Tavares vale absolutamente la pena.
Pablo R. Barriga

