Para una autopsia de la Bolivia demo-neoliberal
El libro ‘Luchas indígenas, campesinas y populares en Bolivia a inicios del siglo XXI’, que acaba de publicar la UMSS con apoyo de la Agencia Sueca para el Desarrollo Internacional, reúne estudios del sociólogo y catedrático Antonio Mayorga Ugarte
Estamos a meses de que se cumplan veinte años de “Octubre Negro”. Veinte años que, para unos, podrán ser muchos y, para otros, nada. En otras circunstancias cabría esperar homenajes y celebraciones por doquier, pero, en la coyuntura actual, no faltarán los que se pregunten si hay algo que festejar. Aun no habiendo “razones” para la fiesta, cosa poco probable en un país como el nuestro, de lo que no deberíamos privarnos es de recordar. Recordar no en plan nostálgico, sino en afán más reflexivo. Pensar el pasado en lugar de romantizarlo.
De eso se ocupa el libro Luchas indígenas, campesinas y populares en Bolivia a inicios del siglo XXI (2023), del sociólogo, docente e investigador boliviano Antonio Mayorga Ugarte. Editado por la Dirección de Investigación Científica y Tecnológica de la Universidad Mayor de San Simón (UMSS) y la Agencia Sueca para el Desarrollo Internacional, el volumen reúne investigaciones realizadas por el autor en el Centro de Investigaciones de Ciencia Política de la UMSS y parte de su trabajo para el Doctorado de Ciencias Sociales de la FLACSO-Argentina.
El libro se organiza en cuatro partes. La primera sintetiza las “Consideraciones teóricas” con las que trabaja Mayorga: la sociolingüística y postanalítica del lenguaje (Wittgenstein, Habermas), la genealogía del poder (Foucault) y la noción de lo político (Schmitt). La segunda, titulada “Consolidación del eje democracia representativa y neoliberalismo (1989-2002)”, recapitula el periodo que atraviesan los gobiernos de Paz Zamora, Banzer y Tuto. La tercera, “Crisis de la democracia pactada e irrupción de los movimientos sociales”, desgrana las movilizaciones que pusieron en jaque al Estado boliviano entre 2000 y 2001, con especial atención en la Guerra del Agua y el ciclo de protestas en el Altiplano paceño. La cuarta, denominada “Agonía neoliberal y victoria indígena, campesina y popular en calles y urnas”, reconstruye la estocada final con la que “la plebe en acción” desarmó el modelo estatal impuesto por los gobiernos neoliberales.
Las investigaciones de Mayorga pasan revista a los años y días previos a la asunción del MAS al poder de la mano de Evo Morales. No es que no le interesen los años de gestión del “proceso de cambio”, a los que alude y prefigura, sino que su foco de atención está en las tensiones políticas, económicas y discursivas que se resolvieron con la victoria electoral del bloque popular en 2005 y las reformas operadas por la Constituyente y las nacionalizaciones a partir de 2006. Lejos de la épica celebratoria, el libro plantea una recapitulación equilibrada y muy bien documentada del declive del discurso demo-neoliberal y del ascenso de las reivindicaciones nacional-populares refrescadas por concepciones étnico-culturales.
En ese trayecto resulta pertinente su análisis de las contradicciones entre el discurso tecnocrático de Goni (y compañía) y los coqueteos con la agenda neopopulista (abanderada por Condepa y UCS en los 90). No menos esclarecedores son sus apuntes sobre la tibieza neoliberal con que las gestiones de Paz Zamora y Banzer-Tuto intentaron distinguirse del MNR. De gran valor son también los datos sistematizados para ilustrar la promesa incumplida de la capitalización, la apuesta más fuerte para consolidar la Nueva Política Económica aplicada en los 80 para “salvar” a Bolivia.
Eso por hablar del lado de los “vencidos”. Del lado de los “vencedores” son provechosas las crónicas dedicadas a la Guerra del Agua, los bloqueos en el Altiplano y la Guerra del Gas como escenarios de fermentación de los discursos que desmontaron el régimen de verdad sostenido, durante más de una década, por la democracia pactada y la desestatización de la economía. Igualmente atendible es su examen sobre el papel de la Coordinadora del Agua y la CSUTCB conducida por Felipe Quispe en la impugnación de los medidas “modernizantes” y la denuncia de su maquinaria represiva. Por último pero no menos importante, merece atención su análisis sobre la reinvención del sindicato como “principio y fin de la vida colectiva” del movimiento cocalero liderado por Evo Morales.
A más de uno se le antojará un despropósito escarbar en busca de los gérmenes de un periodo de la historia reciente de Bolivia que aún está en curso y enfrenta una crisis a estas alturas indisimulable. No lo es. Las investigaciones de Antonio Mayorga ofrecen elementos para examinar, con cabeza fría y desapasionamiento, el estado real del discurso político que desde 2005 es hegemónico en Bolivia. Más allá de su valía en el ámbito académico, su lectura puede ser de gran utilidad para quienes se apuran en darle la extremaunción al “proceso de cambio”, pero también para quienes se aferran a creer/desear en la infinitud de los ciclos políticos en el país.

Quiso ser futbolista, estrella de rock, cineasta, pero solo le alcanzó para fracasar como cinéfilo en la soledad de su cuarto. Quiso ser escritor y en el periodismo sigue fracasando de forma impune hasta que alguien criminalice y prohíba el fracaso.
