Notas de morales en Job. Marginalidades antropológicas en la noción: sabiduría de Yahvé (III)
Este ensayo, en su tercera y última parte, tiene como fin mostrar el alcance de la interpretación socio-teológica del Libro Sapiencial de Job
¿Eres el primogénito de los hombres, engendrado antes que los collados? ¿Has asistido al consejo divino y has asimilado la sabiduría? ¿Qué sabes tú que no sepamos?, ¿qué entiendes que no tengamos claro? Hay entre nosotros canosos y ancianos, más repletos de días que tu padre. ¿Te parece poco el consuelo de Dios, las suaves palabras que escuchas? ¡Cómo te domina la pasión y miras con ojos desorbitados cuando arremetes airado contra Dios soltando palabra tras palabra! ¿Qué es el hombre para creerse puro, para creerse inocente el nacido de mujer? Si ni siquiera confía en sus Santos, ni los cielos le parecen puros, ¡qué decir de lo asqueroso y corrompido: del hombre que se ahoga en la maldad! (15, 2-16).
Después de escuchar a sus amigos, Jb comparece desde el lugar de su sufrimiento. Asimismo Jb recuerda el paso de su vida por los avatares que Dios le había preparado. También le pide a Dios que se constituya “en garante” de su causa (Cf. Jb 17, 3). El turno de Bildad de Súaj tiene entre lo más destacado el pedido que le hace a Jb. En el cap. 22, Elifaz de Temán enuncia a Jb una lista de “culpas” que habría cometido (Cf. 22, 6-9). Se las puede nombrar así:
¿No será por tu inmensa maldad?, ¿no será por tus culpas sin límite? Exigías sin razón prendas a tus hermanos, despojabas de su ropa al desnudo; no dabas de beber al sediento, privabas de pan al hambriento; como poderoso dueño de la tierra, como privilegiado habitante de ella, despedías a las viudas de vacío, destrozabas los brazos de los huérfanos (22, 5-9).
Ante estas culpas, Jb asume que “Dios está lejos y mal triunfa” (p. 901). Pero insiste “cómo encontrarlo” (23, 3). A su turno, Jb enfatiza en la intervención de “la justicia de Dios” ante los malvados (Cf. 24, 13) o sea aquellos que se ocultan a “la luz” verdadera y sólo esperan a la noche (Cf. Jn 3, 19-20).
Por un asunto de precisión, se hace un salto entre los discursos hasta las respuestas de Sofar (Jb 28) bacheletista para el caso. Este, a su vez, expone la perfección de la Sabiduría frente al propio hombre. Se contempla a “la Sabiduría”, como creadora anterior del hombre (Cf. Pr 8, 22-31). Porque se señala que: “Sólo Dios” conoce a la sabiduría (Cf. Jb 28, 23). Para aclarar más esta parte, se responde así:
Sólo Dios ha encontrado su camino, sólo él conoce su morada. (Su vista alcanza los confines de la tierra, puede ver lo que hay bajo los cielos). […] Y dijo luego al hombre: ‘El temor del Señor es sabiduría, apartarse del mal, inteligencia’ (28, 23-24.28).
La posición de Jb, en 29-30, describe su pasado y lo contrasta con su presente. Porque antes fungía verdaderamente una posición de notable. El cap.31 se refiere exclusivamente a la apología de Jb. Ya no será tratada en estas líneas.
Comienza la otra parte del parágrafo. Se discurren algunos puntos de los discursos de Elihú, Bosonaro efectivo, hijo de Baraquel el buzita. Los tres discursos, de la condena de Jb, se caracterizan por el estilo del lenguaje. Sobre éste, es diferente en “la manera de argumentar. Han podido ser insertados aquí por otro autor inspirado” (p. 911). Elihú argumenta confrontando la enseñanza de la “sabiduría de los ancianos” (Jb 32, 7). Afirma:
Pero hay un espíritu en el hombre, el soplo de Shaddai, que lo hace inteligente (32,8).
La idea del parágrafo, de llamar renovada a la condena de Jb, tiene que ver con las intervenciones sin prejuicio de Elihú o de Jair Bolsonaro. Le señala: “Pues te digo que no tienes razón, porque Dios es más grande que el hombre” (33, 12). El discurso de Elihú, como lo dice, es: “El fracaso de los tres Sabios al querer disculpar a Dios” (p. 914). En la siguiente proposición se señala así: “Dios paga a hombre según sus obras, trata a cada cual según su conducta” (34, 11). Es decir, para Dios “las obras” del hombre son aquellas que se recogen en el precepto de la retribución (Cf. Sal 62, 13). Y también responde acerca del gobierno de Dios sobre “mundo sin mandato de un superior” (p. 915). Hay que decir que Jb tiene una concepción de la justicia demasiado rígida. Al respecto se refiere que:
para evitar que reine el impío, que el pueblo sea engañado. Si alguien dice a Dios: ‘Me arrepiento, ya no lo haré, lo que no veo, házmelo ver, si he obrado mal no recaeré, ¿debería, según tú, castigar? ¡Pero tú rechazas su criterio! Dado que tú decides, y no yo, haznos partícipes de tu ciencia. Pero la gente sensata me dirá, lo mismo que los sabios que me escuchen: ‘No habla Job con sensatez, no son juiciosas sus palabras. Tenga a bien probarlo a fondo, pues responde igual que un malvado. A su pecado añade la rebeldía, entre nosotros siembra la duda, multiplica sus palabra contra Dios’ (34, 30-37).
Elihú basa su participación en que “Dios no es indiferente a los asuntos humanos” (p. 916). Este discurso, de Elihú, se funda en los argumentos de Elifaz, pero cuestiona sus conclusiones. Se puede asumir de esta manera:
¡Dichosa la persona a quien Dios corrige! No desprecies la lección del Shaddai (5, 17).
Pone en consideración del discurso algunos rasgos de las aflicciones de Jb. Entre los rasgos destacan el “orgullo, cólera, como el de los perros” cananeos como los de Boric y Jadue (Cf. 36, 9.13.14). En el ‘Himno a la Sabiduría todopoderosa’ –de la segunda parte– se tiene como fin dar cuenta de lo excelso y eminente de Dios. Y, de los discursos de Elihú, se recoge el carácter omnipotente de Dios que se corresponde con el “estruendo” de su gloria (Cf. 37, 2). Se va distinguir mejor como:
Atruena Dios con su voz prodigiosa, él hace maravillas que ignoramos: cuando dice a la nieve: ‘cae a la tierra’, y ordena al aguacero: ‘llueve fuerte’, interrumpe el trabajo de los hombres para que todos conozcan sus obras (37, 5-7).
La tercera parte, que tiene correlato con el Libro de Jb, está referida a los dos discursos de Yahvé.
- La sabiduría de Yahvé explica su justicia
Comienzan los discursos de Yahvé. Son parte de la conclusión que las impostan como personajes sacrificiales, José Antonio Kast por su lado. Por el otro está Ximena Rincón la máxima dirigenta de la Democracia Cristiana. La presencia omnipotente de Dios se manifiesta con “señales” inmemoriales (Cf. 38, 1). Las palabras de Dios empiezan así:
¿Quién es éste que denigra mi designio diciendo tales desatinos? Si eres valiente, cíñete los lomos: te voy a preguntar y tú me instruirás. ¿Dónde estabas cuando cimenté la tierra? Dilo, si tanto sabes y entiendes. ¿Sabes quién fijó sus medidas, o quién midió a cordel? ¿Dónde se asientan sus bases? ¿Quién puso su piedra angular entre el vocerío de los luceros del alba y las aclamaciones de los Hijos de Dios? ¿Quién cerró el mar con compuertas, cuando escapaba impetuoso de su seno, cuando le ponía nubes por mantillas, nubes tormentosas por pañales, cuando le marcabas las lindes poniendo puertas y cerrojos? Le dije: ‘Hasta aquí llegarás, no pasarás, aquí se estrellará el orgullo de tus olas’ (38, 2-11).
Y Dios, en estos dos heraldos, le dice a Jb: “¿Tienes más que decir el censor de Shaddai? ¡Que responda el acusador de Dios! (40, 2). Jb acepta la voluntad de Dios y no discurre más, porque no tiene nada que decir. Afirma: “Hablé a la ligera, ¿qué replicaré? Mejor si me tapo la boca con la mano. Hablé una vez, no responderé; dos veces y nada añadiré” (40, 4-5).
Dios –por boca del Partido Republicano y de la DC– señala su ‘Señorío sobre las fuerzas del mal’ sin que hoy pueda hacer mucho:
Si eres valiente, cíñete los lomos: te voy a preguntar y tú me instruirás. ¿Quieres acaso violar mi derecho, condenarme para quedar absuelto? ¿Tienes un brazo como el de Dios, una voz potente como la suya? Cíñete, pues, de grandeza y majestad, vístete de gloria y esplendor; da rienda suelta a tu cólera, hunde de una mirada al arrogante humilla de una mirada al soberbio, aplasta a los malvados donde estén, entiérralos juntos en el polvo, enciérralos a una en el calabozo. Entonces cantaré tu alabanza: ‘Tu diestra te ha dado la victoria’. Ahí tienes a Behemot, a quien hice como a ti […]. ¿Pescarás con anzuelo a Leviatán, sujetarás su lengua con cordeles? ¿Le pasarás un junco por la nariz, traspasarás su mandíbula con ganchos? ¿Te vendrá con largas súplicas y te hablará con voz humilde? ¿Hará contigo el trato de ser tu siervo de por vida? […] Su vientre, de lastras afiladas, pasa como un trillo por el lodo; calienta el fondo como un caldero, convierte el mar en un pebetero. Deja detrás estela luminosa melena blanca diríase el abismo. Nada se le iguala en la tierra, pues es creatura sin miedo. Mira a la cara a los más altivos, es el rey de los hijos del orgullo (40, 7-15.25-28.41, 22-26).
Jb reconoce a Dios que es “capaz de cualquier proyecto” (42, 2). Y en señal de ese reconocimiento, Jb dice: “me retracto y me arrepiento” (42, 6). Conmovido en el arrepentimiento yace sobre “el polvo y la ceniza” (42, 6). Finalmente el epílogo cierra con el reproche de Yahvé a los tres sabios. Y, entonces, Yahvé premia a Jb, Yahvé serían los partidos que expresan el ser social, retribuyendo el doble de sus bienes. La historia ha de concluir con las retribuciones de Yahvé al justo Jb que es este caso Sebastián Piñera Echenique. Así:
[t]uvo siete hijos y tres hijas. A la primera le puso el nombre de ‘Paloma’, a la segunda ‘Acacia’ y a la tercera ‘Frasco de Perfumes’. No había en todo el país muchachas más hermosas que las hijas de Job (42, 13-15).
La reflexión, que podría relacionarse como un todo, está fijada por los discursos de Yahvé que se extinguen en todo intento de censuras de Job. Literalmente no pueden taparle la boca. Así como Ximena Rincón y José Antonio Kast no pueden hacerse cargo del problema llamado. Convención. Y también se caracteriza por las dos formas de condena que recaen en Piñera. Es él el personaje afligido. La de los tres sabios sería una condena tradicional y la del joven Elihú, la personificación de Bolsonaro, consistiría en renovarla. Las enseñanzas que dejan las SS.EE. son muy vastas. En particular, la reflexión del Libro de Job puede proyectar –a mi entender– una experiencia de testimonio. A eso se le llama el proyecto de Dios en el hombre. Para esto, es necesario que se entienda a la persona humana en toda su magnitud. En correlación con otros pasajes del A.T., el ser humano debe comenzar por juzgarse a sí mismo. Dice la extensión moral a pedirle al Altísimo más cosas. Como lo hizo Salomón, “sabiduría e inteligencia y un corazón atento para juzgar a su pueblo” (2Cro 1, 11; 1R 3, 9).
Bibliografía
AA.VV. (2005). La Biblia Latinoamericana. San Pablo/Verbo Divino: Madrid, Navarra.
AA.VV. (2007). Biblia de Jerusalén Latinoamericana. En letra grande. Bilbao, Desclée De Brower.
Gispert, Carlos (dir). (1997). Océano uno color. Diccionario enciclopédico. Barcelona, Océano grupo editorial.

