Lo punzocortante de 'Nekrósfera; transmisiones desde la perdida Carcosa'
La editorial Electrodependiente, de la ciudad de Cochabamba, y Cathartes ediciones, de Chile, se unen para presentar al catálogo de opciones de lectura el libro del ya experimento autor chileno Pablo Espinoza Bardi. Los lectores nos inquietamos ante “Nekrósfera; transmisiones desde la perdida Carcosa”. Un libro al cual no se le puede definir en un tipo específico y más bien se lo puede tomar como un proyecto dinámico en transformación constante, que requiere de la participación del lector para completar desde la disposición a jugar el juego siniestro que Bardi ha desarrollado en este libro.
La lectura es un juego peligroso, es una experiencia que nos confronta con la materialidad de nuestras creencias, nos impulsa al impacto de lo que se nos corta por los límites de la realidad. La experiencia de la lectura se enriquece en la medida en la que la transgresión de lo delimitado tiene más peso y también más naturalidad.
Alcanzar esas dimensiones depende plenamente de la invención del autor en cuanto a la estrategia y visión que tiene sobre su proyecto de escritura. Nekrósfera es un trabajo acabado, que tiene como detonante el corte de un criterio de tiempo pensado y lineal, y más bien nos obliga a disfrutar desde el corte profundo de la fragmentación, que, a pesar de interrumpir la secuencialidad lógica de una trama, la fuerza se compone desde la atmósfera que se hace más petrificante en la crudeza y el descarnado aliento por decir las cosas, que no, necesariamente se pueden comprender, pero que sí, son posibles de decir. No importa la continuidad, lo que importa es la intensidad del relato. Leer a Bardi es acercarse al miedo, a lo incómodo, a la movilización de las pulsiones de Tánatos frente a la observación privada de un evento fugaz y diminuto.
La fragmentación de la narrativa en el libro y la desconexión de una estructura central, genera un caos, que es central para la sensación de terror. Algo tiene que estar consumido por la vorágine de lo inexplicable para que realmente podamos sentir el terror de una narración. Pero qué pasa si el caos se establece desde la forma misma de organización del artefacto del libro. Para primero desde la forma de la violencia punzocortante recién empujarnos al abismo prolongado de la argumentación del fondo conceptual de la teoría del libro.
Pablo Bardi escribe para llevarnos a perdernos en la esfera de un tratado de imaginarios que componen el proyecto de un autor que entiende el terror como una perspectiva de vida. No es lo oscuro o la tensión de acciones lo que hace fascinante a Nekrósfera, más bien, es poder asimilar un ritmo del lenguaje no tan centrado en la narrativa de sustos, sino que está más cerca del contorno de una potente y esforzada poética del terror. La literatura que ha surgido para quedarse en un lugar especial de nuestro estante, hace de la ficción un tratado constante de qué es el lenguaje. En este caso es una niebla inquietante que sabe apretar un mundo, el cual siempre nos resultará ajeno y siniestro, por eso nos queda la admiración a la vocación del autor por escribir. Bardi nos acerca a lo escalofriante de una escritura de terror y a la vez a lo hermoso de vivir una pasión.
“Escribo. Escribo para mantener a raya mis demonios. Cada palabra, cada letra es un sello para apresar mi paranoia. Pero en ocasiones, mi mano duda, mi mano tiembla y la palabra se fractura. La palabra toma conciencia, gana fuerza y terreno. Palabras de odio, rencor, palabras que bordean el extremo terror, penetran como dagas en la piel. Escribo” (pág. 13).
La catarsis de la creación, en este caso, que sería desde la escritura, es una forma de exponer las heridas que tenemos sobre esos límites con los que como humanos tenemos que lidiar para hacernos de una identidad en este mundo. Lo atroz de vivir es justamente enfrentarnos a las dificultades de la realización del proyecto de identidad que tenemos en nuestra cabeza con el esquema de humanidad deformada que se diseña desde las instituciones y hegemonías de poder de lo social. El terror desordena esos segundos ciclos de imposición, para que la identidad de sobrevivir pueda ser vista por lo menos un momento desde el acto poético que alcanza la confección de una obra.
“Un paciente bota espuma por la boca. Las camas rechinan, los focos parpadean y juegan con distintos tipos de sombras. Gemidos y lamentos inundan los cuartos… tiestos chorrean miseria y hedor. Insectos brotan desde las grietas de la pared. Una niña llama a su madre y llora atrapada en una psicofonía. Fantasmas gimen desde las sombras y las camas rechinan y los focos vuelven a parpadear. Un cadáver yace en la mesa de disección, abierto desde la garganta hasta los genitales, mientras que seis figuras con túnicas blancas y rostros de animales danzan eufóricos al ritmo de la paranoia. La carne —una vez más—, es profanada por el acero” (pág. 33).
El género de terror en la literatura boliviana, posiblemente es el que menos ha sido trabajado de forma directa, a pesar de que en los últimos 20 o 30 años hay propuestas con una intención evidente de trabajar una escritura especifica de este tipo. Pero lo que no se puede negar es que la historia de la literatura boliviana, en sus diferentes etapas tiene elementos de centralidad que componen y exponen una simbología siniestra y una comprensión del misterio con la tonalidad del horror. Por eso Nekrósfera se convierte en una sintonía cercana a pesar de venir de una secuencia de la tierra alejada, del límite. Aun así, se introduce en nuestro entorno lector porque nos convoca a un encuentro que no se nos hace ajeno, sino mas bien rápidamente nos incita como lectores a la conexión con la imaginería del libro y la de nuestras convivencias cercanas a las cadenas de terror de un país que siempre está en el límite.
La escritura de Bardi acorde a esa vena de la tradición de acero que tiene la poesía chilena, compone un libro de género de terror, pero con un tono y ritmo poético bastante llamativo en cuanto a la apreciación de la propuesta, lo que hace que sea una experiencia diferente para el lector. Y para ser claros, no nos acercamos a un libro con ese título para leer versos, nos acercamos para enfrentarnos a lo sombrío de este tipo de escrituras y, en ese sentido, Nekrósfera propone una experiencia que nos acerca a la fascinación por mirar morir.

