El político, ese gracioso virus
Sobre la primera temporada de la serie The Politician, comedia dramática de Ryan Murphy disponible desde septiembre en Netflix.
Que la política mal practicada es tal vez el más cínico de los oficios lo sabemos todos. Lo que no conocíamos es hasta qué punto se puede sublimar ese cinismo, mezclarlo con sarcasmo del más punzante y tener una serie tan entretenida como aleccionadora. Así es The Politician, de Ryan Murphy (Glee, Nip/Tuck) y disponible en Netflix desde septiembre del pasado año.
La historia se centra en Payton Hobart (encarnado por el carismático Ben Platt), un joven californiano que, siendo millonario, desde los siete años cree estar destinado a ser presidente de Estados Unidos. Y, para llegar a la magistratura más poderosa del orbe, deberá primero conquistar las elecciones de su instituto estudiantil, donde se ponen en escena los universales dilemas morales a los que se suelen enfrentar quienes se piensan líderes de la comunidad.
Payton es acompañado/alentado/perjudicado en su ambición por su madre (Gwyneth Paltrow) y un grupo de colaboradores que representarán envilecimientos como la mentira y la traición, aunque no desde el juicio ético, sino desde un pragmatismo brillantemente satírico. De ese modo se construye un microcosmos en el que caben asimismo los actuales modos millenial, vinculados a causas de identidad sexual, ambientalismo y otras planteadas en clave de parodia.
Si de acuerdo al diccionario un virus es un organismo capaz de reproducirse solo en el seno de células vivas específicas, utilizando su metabolismo, el novel Maquiavelo de la serie puede considerarse tal, ya que su angurria permea todas sus relaciones, lo que graficará el lado más deshumanizado de la política. Para ello, la comedia explota debidamente otros atributos de Platt, como su recorrido por el teatro y la música, a más del talento de la siempre luminosa Paltrow.
Hablando de otras artes, The Politician tiene acaso la más linda pieza introductoria reciente, “Chicago”, del cantautor Sufjan Stevens, y en sus ocho capítulos de primera temporada hace constantes guiños a clásicos del cine, cuando no apela a referencias documentales de la historia moderna de EEUU. Esto último, y la trama general, por supuesto, la emparentan a una probable hermana mayor, House of Cards (también disponible en Netflix), pero sin el tono realista y grave de esta última.
Nominada en 2019 a los Globos de Oro en las categorías de Mejor Comedia y Mejor Actor, la producción de Murphy tiene un inicio trepidante que no logra sostener pues el ritmo va decayendo hasta un final algo estrambótico. Este parece forzado para dar paso a una segunda parte que se pinta predecible y ya no tan fresca, un desafío a superar para los guionistas que demostraron con creces ser capaces de dar impensables giros.
Todos los aciertos sin embargo hacen de la serie un entretenimiento más que recomendable para días de cuarentena, no solo para abstraerse del miedo a la enfermedad y de las equivocaciones de la dictadura que padecemos para prevenirla, sino para entender un poco más los sofisticados engranajes de la política, a gran y pequeña escala. Esos que cuando, como ahora, carecen de toda ética, solo pueden ser graciosos en una pantalla en la que esperamos con ansias una pronta nueva entrega.
Periodista – Twitter: @SergioDelazerda