La noche polar de ‘True Detective’
La cuarta temporada de la celebrada miniserie, protagonizada por Jodie Foster, llega a su fin este domingo 18 en la plataforma HBO Max
El suelo que pisan los personajes de la cuarta temporada de True Detective: Noche polar lo es todo. Es hielo puro, hielo antiguo de Alaska en el que subsisten, congelados en el tiempo, como estatuas congeladas, los secretos que la tierra ha visto y de los que los humanos quieren huir. Estrenada en 2024, en su base hay un escenario desolado, como el que amaban los poetas románticos. Un paisaje de aguas negras, noches eternas y mares congelados, donde las naves temerarias suelen encontrar su sepultura o donde el monstruo persigue a su creador atormentado por el horror.
En la serie, dos detectives mujeres en el remoto pueblo de Ennis, Alaska, siguen las pistas congeladas y tatuadas en los cuerpos de un grupo de trabajadores de una planta de investigación científica, la Estación Ártica Tsalal, que desaparecen misteriosamente en diciembre, cuando la noche larga comienza. En esos días, el sol no aparece. Como el misterio que envuelve a estas muertes, las pistas parecen hundirse más y más en el fondo del mar congelado.
Una verdadera detective del mundo del cine como es Jodie Foster interpreta a la detective Liz Danvers. Nadie puede olvidar a Foster en su papel como la tímida detective del FBI, Clarice Starling, que se acerca al caníbal Hannibal Lecter en la película El Silencio de los Inocentes. Foster trae a la serie magistralmente el escalofrío que significa enfrentarse al verdadero horror. Aunque ya no es la tímida detective, sino una jefa de policía que insta a todo el que la ayuda a hacer la pregunta correcta.
La serie se mueve en espiral, lanzando al espectador hacia el pasado, hacia el momento en que quizá toda la maldad comenzó. True detective: Noche polar entonces se mueve como un barco pesado abriéndose paso entre los trozos de hielo desparramados por el mar Ártico hacia el pasado para resolver un asesinato antiguo, el de la joven indígena Annie K., pero también hacia el futuro, donde el hijo de uno de los personajes de esta temporada es el atormentado detective Rusth Cole (Matthew McConaughey), en la primera temporada de esta serie.
La espiral se impone como la figura y seña de que nos acercamos al centro de algo, del misterio, de la verdad, de la noche. Pero también marca el ritmo y el espacio. Una imagen que pareciera abrirse o que, mirada desde la distancia, se come a sí misma, su cola y su cuerpo, para llegar a la cabeza. La espiral tatuada en la espalda de Annie K. o en la frente de uno de los científicos de Tsalal dibuja muy bien la angustia de aquel que escapa de su propia creación, su propio delito.
Cuando Mary Shelley, en su libro Frankenstein o El moderno Prometeo (1818), lleva al Doctor Frankenstein hasta el Polo Norte, escapando de su propia creación que lo acecha y finalmente los une en un témpano de nieve para que perezcan juntos, no hace otra cosa que construir esa espiral que va al centro, al lugar primigenio, al lugar de la madre, al líquido amniótico. El agua en estado sólido, el agua transformada en hielo y frío. El agua, dice la escritora María Negroni, “metonimia de la madre, al agua amniótica, está allí (en Frankenstein pero también en La noche polar) para ocultar, reflejar, deformar, transportar o escapar del vértigo creador pero también para impulsar silenciosa, obsesivamente a él”. Las dos detectives de la serie se acercan a la verdad y, a pesar de las muchas advertencias que reciben de alejarse del caso, algo las atrae obsesivamente a ese centro oscuro que se esconde bajo el hielo.
El agua y el frío son constantes de las novelas góticas. Esta serie demuestra que el género está más vivo que nunca y que acercarse a uno requiere un tortuoso y helado camino. True Detective avanza desde la calurosa y húmeda Luisiana hasta la fría y oscura Ennis, en Alaska, en cuatro temporadas haciéndose consciente de que la búsqueda de la verdad es una daga gélida que penetra en el interior de los cuerpos para que “cierto teatro de la crueldad”, como dirá Negroni, tenga lugar. Algo de eso sucede cuando alguien asesina de hipotermia a los científicos y los deja estacados en la nieve a la vista de todos. Una estatua de hielo y un talismán en forma de espiral. Un pequeño mapa que las detectives y el espectador deberán desandar, desamparados en la noche, huérfanos de toda certeza tal como llegamos al mundo.