El Cerco a Leningrado y la Séptima de Shostakóvich
Un análisis a la sinfonía del compositor ruso y a la creación de su obra mientras permanecía cercado por las fuerzas de Alemania durante la Segunda Guerra Mundial.
Aquella tarde del 9 de agosto de 1942, el director de la orquesta Filarmónica para radio de San Petersburgo, Karl Ilich Eliasberg, levantó la mano derecha con lentitud y golpeó suavemente tres veces la batuta contra un viejo atrio que sostenía una partitura deteriorada, al frente un reducido grupo de músicos febles y demacrados sostenían con dificultad sus instrumentos y lo miraban fijamente. Afuera, la única red de parlantes que aún conectaban la ciudad de Leningrado (hoy San Petersburgo), comenzaron a transmitir las primeras notas de la séptima sinfonía de Dimitri Shostakóvich, La sinfonía Leningrado, dedicada a levantar el ánimo de un pueblo al borde de la inanición, que llevaba más de un año completamente cercado por las fuerzas de la Alemania de Hitler, en la Segunda Guerra Mundial. Los aviones de la Luftwaffe reaccionaron con una serie de bombardeos sobre los pocos teatros de pie para callar la música que no sabían de dónde venía. Un pequeño grupo de soldados protegía el recinto donde los músicos tocaban. “Los candelabros brillaban, era una sensación tan extraña, en medio de la muerte un concierto tocaba para nosotros”, dice Olga Kvade en un documental de la BBC, una sobreviviente que por entonces tenía 19 años y había visto a su padre y a su abuelo morir en la guerra “…sabíamos que el bombardeo comenzaría en cualquier momento, Dios sólo deja que oigamos el final del concierto… pensaba”.
El cerco a Leningrado duró casi 900 días, desde septiembre de 1941 hasta enero de 1944, la población del extremo noroeste de la joven Unión Soviética se vio obligada a una intensa lucha por la supervivencia. La escasez de alimentos y víveres los llevó a alimentarse de perros, ratas, caballos y palomas. Se identificaron actos de canibalismo y compra y venta de cadáveres para evitar la atrofia. La población era constantemente bombardeada vía aérea y estuvo a punto de perecer sino fuera por un estrecho pasaje que desembocaba en el lago Ladoga, por donde llegaba algo de comida y abrigo. Los sobrevivientes de los duros inviernos recuerdan las escenas pesadillescas de sus calles infestadas de cuerpos tras el deshielo de los años 41 y 42. Cuando la ciudad fue liberada, la cifra extraoficial de muertos, superaba el millón doscientas mil personas.
La sinfonía Leningrado es una composición para orquesta sinfónica que requiere 80 músicos para su ejecución. Fue compuesta en plena ocupación nazi y se estrenó en Kuibyshev (ahora Samara) el 5 de marzo de 1942, el pequeño poblado al que Shostakóvich había sido obligado a evacuar junto a su familia durante la invasión. Tras su interpretación en la ciudad sitiada, durante el peor momento del cerco, llevaron secretamente la Sinfonía a Londres y a Nueva York, envuelta en cintas de película, donde se estrenó inmediatamente. Es considerada hasta hoy un símbolo de la lucha de la humanidad contra los horrores del fascismo.
La sinfonía es el más alto peldaño de la realización musical al que un compositor puede aspirar, significa que se ha alcanzado un dominio completo de todos los estilos musicales y un conocimiento total de la instrumentación de una orquesta, requiere de un alto grado de destreza por la dificultad que representa componer para todos los instrumentos a lo largo de tres o cuatro movimientos. Shostakóvich compuso su primera sinfonía cuando tenía 19 años.
Dimitri Dimitrievich Shostakóvich era un niño prodigio como pianista y compositor, tenía 11 años cuando la revolución Bolchevique tuvo lugar en octubre de 1917. Estudió en el conservatorio de Petrogrado y en su juventud ingresó al partido comunista, fue músico oficial del régimen socialista, conocía personalmente a Stalin. Pero Stalin sostenía una extraña relación con Dimitri, fruto de su carácter soberbio y paranoico, en especial a partir de 1934, cuando Stalin mandó purgas sobre sus colaboradores más cercanos, aludiendo perfidias y pullas. Stalin reclamaba melodías y ritmos alegres, optimistas y gloriosos, que acompañe su gobierno como música de fondo y no las trágicas sinfonías que Shostakóvich componía, y es que Dimitri simplemente no podía ocultar el origen de su expresión, era un artista genuino, en su música se reflejaba la angustia y el drama del socialismo totalitario que Stalin intentaba ocultar. Pese a la persecución, Shostakóvich se hizo un nombre bajo el sistema estalinista, sobresalen de toda su obra sus 15 sinfonías y 6 conciertos, varios cuartetos para cuerdas, varias operas, música para cine y ballet.
Hitler quería “la antigua capital del imperio Ruso”, fundada en 1703 por Pedro el Grande, sería un duro golpe para la moral de los soviets la caída de Leningrado, pensaba Hitler. Pero se encontraba ante la imposibilidad de tener que eliminar a 3 millones de personas, entonces se le ocurrió cercar la ciudad y dejar que mueran de hambre. Desde el 15 de septiembre de 1941, el Ejército Norte del Fürer intervino todos los negocios y las tiendas comerciales, una semana después cortó el suministro de luz y una semana después el servicio de agua potable, luego todas las carreteras, las vías férreas y los pasos por el mar Báltico y el río Neva fueron clausurados con presencia militar.
Shostakóvich compuso las dos primeras partes de la sinfonía aún en el cerco. Cuando terminó se las envió al director de orquesta que había quedado atrapado en Leningrado, Karl Eliasberg. El director convocó inmediatamente -a través de un instructivo militar avalado por Stalin- a todos los sobrevivientes de la orquesta. Al primer ensayo sólo asistieron 15 personas y apenas duró 15 minutos, casi todos tenían los dedos atrofiados y los vientistas sufrían de desmayos y mareos. El resto había fallecido o se encontraba en muy graves condiciones. En los registros de ingreso al teatro alguien anotó “…no hubo ensayo, Srabian murió, Petrov está enfermo, Borishev también ha muerto…”. Ksenia Matus, una sobreviviente de la orquesta que recibió la orden, cuenta que antes de asistir al ensayo llevó su oboe a reparación. Cuando preguntó por la paga el técnico respondió: “Tráeme un gatito, su carne es más suave que la de las palomas”. El alto mando del Ejército Rojo envió una carta a los frentes militares: “quien sea músico debía presentarse para colaborar con la orquesta en Leningrado”.
Al caer la tarde del 9 de agosto, bajo una secreta organización logística que no se puede interpretar de otra manera que no sea de un amor y un respeto profundo por el arte, en este caso por la música, 25 músicos vestidos de gala, famélicos, con cuerpos débiles por el hambre, se presentaron en el Grand Philharmonia Hall de San Petersburgo. Ese mismo día, en la misma ciudad, Hitler había preparado un banquete en el Hotel Astoria para celebrar la caída de Leningrado.
La sinfonía Leningrado tiene cuatro movimientos y es la más larga de sus composiciones. Dimitri quería expresar musicalmente la situación de su país, puso subtítulos a cada movimiento pero posteriormente los eliminó. El primero es un Allegretto de carácter épico, llevaba por nombre Guerra y sirve de introducción, se presenta el motivo o la melodía principal la cual volverá una y otra vez en el transcurso de toda la obra. La parte central del primer movimiento se llama Invasión, es una marcha militar que va en crescendo al mejor estilo de El Bolero de Ravel (Shostakóvich era fanático de Ravel) hasta un climax de metales ensordecedor, para luego repetirse hasta transformarse en una marcha, triste primero y fúnebre después.
El segundo movimiento es un Moderato (poco allegretto), se llamaba Memorias y expresa los recuerdos y glorias de tiempos pasados. En términos musicales estrictos vendría a ser un Scherzo, término que se utiliza para indicar que el pasaje debe ser tocado en forma divertida, sin embargo, deja una sensación diferente, de pena, de desolación. Con dos preciosos solos, de oboe primero y luego de contrafagot, los contrastes de este movimiento hacen pensar en la influencia de otro grande para Shostakóvich, Gustav Mahler. El tercer movimiento recibió por nombre Los grandes espacios de mi patria, es un Adagio, o sea música de tempo lento (aunque estalle en un tema frenético que contradiga el concepto del Adagio, la obra de Shostakóvich está atravesada de innovaciones), dedicada a exaltar la infinidad de los paisajes del Imperio Ruso, lleno de estepas y bosques infinitos, tardes amarillas y las famosas noches blancas de las que tanto habla Dostoievsky.
El cuarto movimiento recibió el nombre de Victoria, es un Allegro non troppo, comienza suavemente hasta que vuelve la melodía de la marcha militar, la melodía principal. Los violines acompañan poco después con agitación y todos los instrumentos se suman en complejos contrastes, subiendo de intensidad hasta la aparición de bombos y platillos que anuncian el exaltado final. Pero el final no es de tono triunfal, no es alegre ni de gozo, sino amargo, ambiguo, incierto, parece intuir el destino de Leningrado. Varios estudios interpretaron este final como un gesto de decepción de Shostakóvich hacia Stalin y su régimen.
Cuando terminó el concierto hubo un largo silencio, y luego, poco a poco, una ola de aplausos se escuchó en toda la ciudad. La música supuso un rayo de luz para una población entera que yacía en la oscuridad, sonidos abstractos que transmitían un mensaje de resistencia, un llamado a luchar contra la opresión, música para encontrar fuerzas y vencer el temor.
Casi 20 años después, a finales de los años 50, Eliasberg recibió la visita de unos turistas alemanes, habían sido soldados enviados a la frontera aquel 9 de agosto y escucharon el concierto en su totalidad. Le contaron que lloraron mientras oían la música, ellos también tenían miedo y tenían hambre. Shostakóvich explicó, tiempo después, que varias partes de la obra ya habían sido compuestas antes de la guerra, que la sinfonía se llamaba Leningrado, pero no se trataba solamente del Leningrado asediado por las fuerzas extranjeras, se trataba también del Leningrado que el propio Stalin ya había comenzado a destruir desde adentro, corrompido por sus años de poder.
Realizador Audiovisual y Profesor de Historia de la Música – omisanchez@gmail.com