El color de la resaca
Desde La Lengua Popular no somos especialistas en pintura, es más, ni siquiera tenemos cercanía técnica con todo lo que implica ese universo de creación; pero sí nos gusta mirar, observar cómo desde todo ejercicio se construye una historia, y cómo esa historia va diagramando un color a esas experiencias que el tiempo se encarga en anudar entre iguales. Nos gusta pensar que todo ejercicio de expresión contiene un tejido que permite que una o varias generaciones puedan hacer más sostenible el mundo, que muchas veces se vuelve tan lejano y ajeno.
La exposición de arte “Resaca Cultural” gestionado y representado por el grupo de artistas Kataris, contiene la maravilla de la profundidad del color que sella la historia compartida de una generación que de repente no se descubre en el canon tradicional de temas de la pintura. Para generar un mayor lazo de interpretación; Katarsis propone una experiencia visual que escupe el testimonio de una urbanidad nocturna, rebelde y principalmente rockera. Teniendo mucho cuidado con el último adjetivo, ya que los movimientos autoritarios de la política de hoy usa la expresión del rock para crear una máscara de hipócrita frescura y esconder un discurso radicalmente conservador en una parodia de personaje rebelde del glam de los ochenta. Muestra de aquello es lo que pasó en argentina y los últimos días del capitanazo de Cochabamba que en repetidas ocasiones viene usando esa expresión para refrescarse ante el nuevo escenario electoral. Lo hemos visto en una presentación a lo Freddie Mercury en un concierto multitudinario y clasista de cumbia y reggaetón, como también usando un fondo de Limp Bizkit para el video con fines de campaña que muestran la habilitación del puente caído del charango.
Katarsis expresa el sentimiento de una memoria que se conecta con el color entre opaco, entre brilloso, entre ófrico y narcotizado de un toquín independiente de rock. En las exposiciones de este grupo la banda son el impacto de esos cuadros diagramados con una sensibilidad principalmente rebelde y vitalmente honesta. Cómo se establece el diferenciador de la experiencia de la propuesta estética, se establece en la furiosa honestidad por la decisión del qué pintar. La experiencia de un espectador que suele entrar a una exposición de forma casual y que solamente alimenta su sensibilidad desde la observación y desde la profunda grandeza de genio que expresa una pintura frente al ojo, sin lugar a dudas se verá confrontado en los conciertos pictóricos de este grupo. Porque el espacio común del paisajismo, de los bodegones y de la diagramación de una repetición cansadora de identidades campestres no están presentes en estas paredes.
La pintura que suele conectarse en el imaginario común a ese ideal de postal turístico, requiere de detonantes diferentes, requiere no solo dejar a la fotografía la narrativa visual de la ciudad, o el privilegio que esta tiene para captar la profundidad de los animales urbanos. La ciudad requiere que se la mire, pero no desde los semáforos que hablan de las obras municipales, requiere que se la mire desde otros espacios que suelen ser tan ajenos a esa cotidianidad de pensar el cuadro solo como adorno.
Rubén Spin (@rube_spin), Royer Franco (@ro.tatto.y.arte) y Mauricio Borda (@soldeoro6) componen cada uno desde una visión muy particular la organicidad de Katarsis. El punto de la significación del nombre tiene como base el esfuerzo por lograr la movilización de la contemplación. Mirar lo atroz de un fenómeno del mundo que configura una forma concreta y equiparable a una descripción, pero que a la vez dispara a una profundidad de sentido que se acerca a esos abismos que solemos tener guardados. La elección de temas, el trazo de los contornos y la selección de colores convocan a una dimensión de cierto escalofrío en la que suele reposarse cierta narrativa trágica; es decir un contorno de exigencia del orden, pero con una tensión reafirmante del caos.
Rubé Spin retrata desde su pintura escenarios de conciertos, los cuerpos animalizándose ante el exceso de distorsión de una guitarra. El desorden del ruido materializándose en carne, la pintura lo expone y expone esa suciedad que parece por una parte privatizada a una identidad under y por otra parte ignorada y juzgada por identidades de orden. El arte debe golpearnos, debe exigirnos a mirar mejor lo que estamos acostumbrados a ver y en el mejor de los casos a mirar lo que no queremos ver. Además de esa temática, se puede encontrar tanto en sus exposiciones como en sus carpetas virtuales; rostros. Rostros metalizados por piercings, por las tachas, por los rasgos de una generación hermandada en un estilo de música, en un cariño a cierto desorden y en una elección por una estética de vicios urbanos.
Royer Franco viene de la ferocidad del tatuaje, su pintura esta llevada adelante con la fiereza de una aguja cortando escenarios que juegan con una imaginación que se acerca a la deformación formal de lo onírico. Cuadros que soportan el peso líquido de una sustancia cargada con la profundidad del aliento de una memoria trascendental y anterior a nuestra presencia. Humo, cráneos, paisajes curtidos por una tonalidad espesa y por una sensación de enajenación hacen que el presenciar ese arte resulte incómodo, resulte vivo, abierto como una herida descarnada que nos conecta a un mismo miedo.
Mauricio Borda pinta desde una poesía del trazo, lo macabro y lo fantástico están presentes en un telar constante nocturno, como si el escenario central de la expresión del artista solo se da en la noche. Es desde el efecto lunar que surge lo incomprensible del encuentro de formas en su pintura, terminando de complementar la honestidad de los dos miembros anteriores del grupo. Borda es un compositor de criaturas, una especie de creador de imágenes mutantes que son apenas contenidos en la planicie carcelaria de una superficie.
Katarsis actualmente está exponiendo sus cuadros en la muestra “Resaca Cultural”, muestra que suma a más integrantes al concepto del grupo. La exposición es en la galería Melchor Pérez de Holguín (ubicada en la Plaza principal, Pl. 14 de septiembre). Enriquecer nuestros imaginarios es una tarea que necesitamos para mejorar el acercamiento entre extraños. La pintura, así como todo el arte va salvar el mundo, sin duda y sin ánimo cursi. Va salvar el mundo que no queremos ver, o el que se nos esconde a los ojos. La propuesta de Katarsis tiene el objetivo de quedarse por un buen rato en nuestras cabezas, movilizarnos, conducirnos a emociones que solemos guardar, actualizar nuestro sentido de la tragedia en la observación y desde la reflexión, entender que todo el tiempo vamos pisando un destino que para bien o para mal, siempre es compartido.