Dos botellas más cerca de la muerte
Una reseña sobre el libro de cuentos de Miguel Carpio, publicado por la editorial 3600
Miguel Carpio junto a la editorial 3600 publicaron el libro de cuentos “Dos botellas más cerca de la muerte”, compuesto por siete cuentos, que se convierten en una prueba para el lector. La pregunta que salta en lo inmediato al primer texto es; ¿será posible lo que se está leyendo? Pregunta que con el proceso de ir avanzando en la lectura se va actualizando, lo cual hace que el término que salta al lector como un común denominador de la parte sensitiva de la experiencia, sea vértigo.
Miguel Carpio junto a la editorial 3600 publicaron el libro de cuentos “Dos botellas más cerca de la muerte”, compuesto por siete cuentos, que se convierten en una prueba para el lector. La pregunta que salta en lo inmediato al primer texto es; ¿será posible lo que se está leyendo? Pregunta que con el proceso de ir avanzando en la lectura se va actualizando, lo cual hace que el término que salta al lector como un común denominador de la parte sensitiva de la experiencia, sea vértigo.
El título que podría ser fácilmente un artefacto de Parra; soberbiamente bello, totalitariamente sencillo y absurdamente melancólico. Es apoyado con una portada que tiene como ícono que más resalta unas zapatillas converse (chapulines) clásicos de caña alta, potenciando la sensación de lo ingenuamente juvenil frente a la tramposa dimensión existencial del ir creciendo, teniendo que asimilar a los dos monstruos por domar de la vida; el sexo y el amor, de aquella tarea está sujeta la forma de estrellar o agasajar nuestro destino.
El vértigo entonces es la esencia del fervor que lleva a los protagonistas a no entender nada de lo que les está pasando. Más allá del intento constante por posicionarse como antihéroes, o sujetos inadaptados dentro de un sistema contrariamente funcional. Lo atractivo de estos, recae en la ingenuidad, en la poca o nada conciencia de saber como lectores que el pesimismo de los sujetos que son narrados, no contrapone ni en lo más mínimo un aprendizaje filosófico del tema, sino que, al contrario, son pesimistamente superficiales, por lo tanto, su belleza está en lo inverosímil de su naturaleza en vuelta en situaciones que son verdaderamente asombrosas.
La conquista del amor es el tópico más deseado de nuestras ficciones, que toman el cuerpo de nuestros sueños más anhelados. En esa misma medida de deseo, la pérdida tiene el mismo impacto de crudeza, es decir que el camino al abismo de saber que se ha perdido todo, demarca la actualidad. Lo doloroso del abandono no es la pérdida del amor, es más bien saber que el día ya no es posible de confeccionarse con el ritmo ya marcado por la presencia de ese alguien que se hace pesadamente memoria, para de a poco ir adquiriendo la fuerza de soportar a que la gravedad y sus leyes metafóricas logren la ecuación de inversión y pueda ir materializando la ligereza que solo el olvido sabe dar. Así de a poco aprender a vivir otra vez.
La velocidad de la caída, está relacionada al peso que llevamos en los bolsillos, en ese detalle depende la velocidad y el daño que garantiza el asfalto. Si decimos que el libro nos enfrenta al vértigo de lo imprevisible, entonces toda gira en torno al caer, para Carpio la caída ya no tiene reverso y mucho menos posibilidades de enmendar alguna situación.
Desde la escritura de cuentos que ameritan un lector resistente a la incomodidad que los relatos algunos más y otros no tanto, que se mantienen girando en torno a los temas centrales sexo, amor y olvido. El autor logra construir un proyecto final que tiene como merito el no perder ritmo, y el de mantener la curiosidad por saberlo todo. A pesar de la evidente caída de los actores de la acción y de la tensión revelada casi al principio de todos los cuentos; pero con la destreza del hilo de la acción se revierte algo que con otros elementos podría significar un fracaso. Logrando más bien que se active un estado de morbo por quedarse hasta el final de la historia, sabiendo y sintiendo toda la incomodidad que las ficciones van transmitiendo.
Leer este libro involucra esa experiencia que no es tan común en la literatura boliviana actual, es más pareciera que está muy lejos en su mayoría de querer bordear. Me refiero al asco o a lo incómodo que resulta mirar un grotesco no poetizado, y más bien presentado bajo una forma normalizada, casual. Es la extrañeza de la escritura sobre las formas de mirar los temas de siempre literarios lo que hace que estos cuentos tengan su particular encanto.
Sabemos que todo desde un inicio está destinado a la derrota, los personajes son advertidos también desde un inicio a la fatalidad absurda a la que están condenados, pero todos prefieren mantener el mismo paso y activar una especie de suavidad a su emitente caída, ejerciendo como un principio de vida, la justificación de la esperanza por que las cosas puedan cambiar en la siguiente movida. El lector sabe desde un principio la imposibilidad de aquello, pero prefiere de alguna manera asumir la complicidad por la insensatez, incluso cuando el enojo por el personaje es dado desde que aparece en el foco del relato.
Dos botellas más cerca de la muerte son cuentos de la derrota ya anunciada, son los tiempos finales del absurdo resultado evidente. Es lo evidenciable del libro que hace que solo sea sostenido por las tripas, por el mal olor de las situaciones, por la rancia y agria textura de la inutilidad frente a los inesperados problemas. Los personajes se ven envueltos en imprevisibles problemas, pero que a la vez como una especie de nudo imposible que es puesto en las manos de un sobreviviente experto apenas el lector se percata de ellos, sabe cómo resolverlos. Lo inquietante es que el mundo dentro del libro no lo sabe y nunca lo sabrá, porque de eso consiste el vértigo, de eso consiste estar dos botellas más cerca de la muerte.

