Desaparecida Casa: En el recuerdo de Can Bordoy/Can Feliu
Texto leído en la presentación del libro de poesía de José María Feliu, en Cochabamba
Agradecida por la invitación a presentar el libro de “Poesías” de José María, tengo un sentimiento de encuentro con cada historia que nos cuenta detalle a detalle, la vivencia en la Casa de su familia por más de un siglo.
Una Casa con una larga historia, en el puerto de Palma de Mallorca, construida en el siglo XVI, tiempo en que se cambiaba el orden de las relaciones en el mundo: lo medieval y señorial se abría a lo moderno, los horizontes de los imperios se ampliaban una vez reconocidas las Nuevas Tierras “Indias” conquistadas.
Transformaciones en su historia que nos cuentan de lo que se va viviendo, las influencias del contexto en cada espacio vital. De “Casa de Familia grande” para habitar un puerto lleno de “novedades” e intercambios, a Hotel. Diferentes formas de habitar, de tiempos de opulencia, contemplación y guerras a tiempos de invasión, vacío y búsquedas hoy llamadas turismo… maneras de compartir, intercambiar y saquear que inventa la humanidad.
El recuerdo de la casa donde nacimos y crecimos, que carga toda su historia, las vivencias que nos marcan y nos acompañan haciendo fluir nuestra sensibilidad.
1ra Parte, Sin Fuente (2001 a 2008)
José María nos permite recorrer cada rincón de la Casa de la Familia, casi sintiendo el aroma a mar, a puerto y a todos los seres que habitan el entorno. Para comenzar el recorrido, encontramos unas “alpargatas blancas de esparto” que esperan en el pasillo, con las que paso a paso vamos descubriendo cada espacio que inspira y sorprende a nuestro niño/autor, quien devela la belleza del instante, haciendo del cotidiano un eterno contemplar colores, aromas, vuelos de aves que alegran el jardín con sus rutas que van de árbol a árbol, gota a gota… silencios y sobresaltos.
La poesía de José María es VITAL, nos cuenta de los musgos y de esos seres que guardan la vida larga de la tierra, dando la bienvenida a cada amanecer, al mismo tiempo que nos dicen “estamos aquí, seguimos aquí, somos el aroma y la fortaleza del puerto”.
Con los musgos, abuelos del jardín, ¡compartimos los juegos de infancia! ¿Quién no ha perseguido una pompa de jabón alguna vez?, “breve arcoíris volante” dice Jasé María… “espectro de un sentimiento” llega al final de la escalera removiendo sentimientos, la vemos desvanecerse y, como frágil ilusión, sigue su vuelo o marca espacios junto al aire que la persigue, al igual que los ojos curiosos que se maravillan en su liviandad tornasol.
En el jardín de la familia Feliu habitan según los ritmos del sol y la luna, palmeras, moscardones, mirlos, petirrojos, luciérnagas… junto a sus brillos coloridos que cambian con los vientos y las brisas del mar. Su presencia disponible en el tiempo sin tiempo, siempre acoge a sus habitantes sintientes, “¿Por qué ama tanto la luz de la luciérnaga el silencio? / ¿O es el silencio que luce en el rincón y suspende el tiempo?” nos advierte José María.
Otoños, primaveras, ciclos vitales de aguas, aves, migraciones… ciclos cortos de días y semanas, domingos y contemplación, en los que se respira la singularidad de cada amanecer, su aroma, el atardecer y sus despedidas, ritmos festivos del vivir estando, del estar vivos. Con esta poesía sentimos cómo el jardín, la casa y cada rincón vibran diferentes en sus estaciones, “sorprenden las flores de otoño y, de repente, llega un aroma de jazmín, pino y luz”. También llegan los petirrojos a posarse en el tilo. A través de ellos se pueden ver los infinitos parajes recorridos, renovadores, inspiradores cantos y trinos para artistas y poetas.
Por supuesto en Can Feliu había un gato: Theo. Acompañantes maravillosos que nos permiten vivir a plenitud su presencia y su partida. Comunicarnos en dimensiones y señales… dejarse ir tras la mirada de quien ha sido compañero, sentirse cerca, convertirse en tierra, respirar su olor junto a la lluvia… Theo, y cada ser del jardín, presencias eternas, transformaciones y ritmos que van puliendo el sentimiento.
Las fiestas patronales nos marcan el ciclo vital de la naturaleza. San Lorenzo, tiempo de plantar, enterrar, humear, volar… Revitalizar.
Y llega el tiempo de la lluvia, imposible resistir el deseo de salir a empaparse, “ser pez, pájaro y ahora caracol”, con sus antenas remirar el jardín de la casa y sus alrededores, en ese camino pausado y resbaladizo el cual nos lleva el SER CARACOL.
Dejo las alpargatas y sigo camino.
2da Parte Diáspora (2009 a 2011)
Abandonar el lugar de origen, aquello que nos dio sentido al vivir.
Al estar lejos y sentirnos con frío “no puedo escribir amanece” dice José María, los días y las noches tienen su carácter, los atardeceres sus estrellas, cada astro vibra en ritmos diversos, aún sorprendentes.
Mirar lo cotidiano, algo tan presente como los cables de la luz en la ciudad, para algunos un atado de nudos negros, para nuestro poeta “pentagrama sin batuta ni red”, rebeldías y presencias estéticas de cada época.
El poema Matria, añoranza, posada, nos contiene; el espacio que nos cobija estemos donde estemos, un recuerdo que nos rescata: olores, sabores, paisajes, aves, presencias, flores, pinos, jacarandas, estaciones…cada instante, un todo vital.
La cocina de la infancia, la comida de la abuela, ¡tanto sentir en un espacio! Silencios, misterios, temores, noches “con olor a tortilla francesa hecha en sartén negra de hierro fundido.”, ¡cómo no recordarla!
Y si hay algo muy importante en este libro, son las Nimiedades, los detalles que salvan: “el olor a jabón, o un vaso de agua, un caramelo o una canción en la radio, el canto de un jilguero…”, imposible pasarlas de largo.
Desde el oficio de arquitecto, no podía faltar la Imagen, descripción estética de los espacios llenos, vacíos, luminosos, oscuros, sobrios o titilantes… Para nuestro poeta, “una habitación / una sala / ortoedro blanco / puro / quintaesencia de la energía oscura / y en ella / sola / una silla”. Creo que así se describe el sentir cuando lo vemos partir, algo ajeno ya no es nuestra casa, ya nada nos sorprende en ella.
El poema que da nombre al libro, Desaparecida casa, describe siete letanías en torno a esa Casa que ya no es más el jardín que descubrimos desde niños. Lo que destaco de estas letanías es:
* Ver desvanecerse cada sentido, cada rincón, cada aurora y crepúsculo.
* Ya no se escucha el rumor del puerto llegando al jardín entero.
* “Torbellino de presencias indiferentes” van llegando levemente, nos dice José María.
* Desamparo, espacios abandonados, caminos inconexos.
* “Firmamento de constelaciones, su utopía… Su propia historia”.
Finalmente, el poema En la noche: “En la noche, el negro / no es un color, / es el vacío que deja el azul.” Es un final, un vacío, un momento, ese instante que se derrite, desaparece y también rescata… Como el estar en el jardín y sentir su presencia en nuestro jardín interno de cada SER, hecho uno mismo.
Cierra esta poesía una Semblanza de la vida en un CASAL DEL CASCO ANTIGUO DE PALMA, un palacete del siglo XIX, hecho hotel del siglo XXI.
Un contexto, un ambiente, un estado, mil sentidos, imágenes y presencias de todo lo nombrado: Identidad, legado, lo efímero, lo permanente, la brisa… y, quizá, un sentimiento.
Como dice José María en su libro “Lejano Bronce” “escribo de las cosas que pasan, de cosas que latentes, viven en lo más profundo”.
En este gran recorrido de vida, gratitud por la ternura con la que aún podemos comunicarnos en estos tiempos que espantan las nimiedades.
Es inmensa esa sensación de liberación al saber que no somos esa voz que llevamos en la cabeza, sino que somos aquel que observa la realidad, se sorprende y se hace presencia.
Gratitud total por los silencios y el amor y por supuesto, por la vida compartida.
Teresa Alem

