Carta a TD. África de las Heras
Alicia Dujovne Ortíz también ha escrito La muñeca rusa, una novela sobre África de las Heras, este sí era el libro que buscaba y que lo encontré en La Paz. Se trata de una biografía novelada de quien fuera la esposa de Felisberto Hernández, el escritor uruguayo, con quien viviría en Montevideo mientras instalaba el servicio de espionaje soviético.
Qué azarosos pueden ser los puntos de contacto con Bolivia. Cada quien que los tenga, suele ser dueño de historias tan personales que te devuelven a una identidad perdida, a una búsqueda insospechada, a un lugar en el mundo. Una cuestión de espacio y tiempo. Una cuestión que quizás, más bien, se alinea con los planetas.
Algunas veces viejas lecturas encuentran su lugar por vos, es como si le pusieras el orden a las cosas, otras veces simplemente es un dialogo de lo leído en una danza de miradas que permite conciliar aquello que ya se sabe con lo que desconocemos. Hace muchos años en Buenos Aires equivoqué la búsqueda de un libro, por la prisa, por el humo de los Parisiennes. Yo que buscaba algo más de quien había escrito Eva Perón. La biografía, llegué a El árbol de la gitana de Alicia Dujovne Ortíz. Ella había escrito una de las mejores (si no la mejor) de todas las biografías de Evita, y yo andaba buscando algo sobre Felisberto Hernández, el autor de Las hortensias.
Pero todo esto no es más que una historia de la historia de las tantas historias que no nos hemos contado. Ese “yo” incómodo me permite volver a lo importante. A estos puntos de encuentro con Bolivia, los que esta vez me devuelven a El árbol de la gitana donde la autora recuerda a su padre, quien habría tenido un paso por el país. “Lo nombraron presidente del Consejo de Planeamiento Boliviano y su primer plan se intituló: Consideraciones sobre la conveniencia de introducir en el Altiplano boliviano el yak, vaca rústica, sobria y sufrida, originaria del Tíbet, que sirve para todas las tareas agrícolas, entre otras la de arar. Es de carne sabrosa. De cuatro litros de leche diarios y se emplea al mismo tiempo como animal de silla y de carga. También da abundante lana como la oveja.” Y esto continúa así:
“-Pero Carlos, ¿qué ibas a hacer en Bolivia con el yak?
–Aclimatarlo: el Altiplano es igualito al Tíbet.
-¿Y dónde viste un jak?
-En una película soviética donde aparecían unos guerrilleros mongoles montados en yaks y lanzados a una carga impresionante contra las tropas zaristas de Kolchak.
-¿Pero a los bolivianos les dijiste que lo sacaste de una película?
-Por supuesto. Siempre hay que dar las fuentes.”
Ya lo sabes, a veces me voy por las ramas, tal vez es la emoción por saber que estás de cumpleaños. Las urgencias por decirte “algo más” a veces se hacen terribles. Te lo he dicho, he vuelto a encontrarme con África de las Heras. No me preguntaste más ni insististe por saber de ella. También aquí te encuentro. De formas insospechadas, arbitrarias más bien.
Alicia Dujovne Ortíz también ha escrito La muñeca rusa, una novela sobre África de las Heras, este sí era el libro que buscaba y que lo encontré en La Paz. Se trata de una biografía novelada de quien fuera la esposa de Felisberto Hernández, el escritor uruguayo, con quien viviría en Montevideo mientras instalaba el servicio de espionaje soviético.
Cuando te dije durante la Pandemia que leía a Leonardo Padura, tal vez no te había dicho que alguno de sus libros había llegado desde La Habana, quién sabe por qué este detalle –no menor- se había perdido en el relato. Hoy ya no importa, si he vuelto a encontrar a África de las Heras es por él, porque el escritor cubano la hace ser en su novela El hombre que amaba a los perros.
África de las Heras amante de Ramón Mercader el asesino de Trotsky. Ramón Mercader el amante de Sara Montiel en México, que según un chisme de peluquería habría sido el padre de un hijo suyo.
Te hablé de Padura y fuiste vos la que me hiciste notar que Netflix había llevado a la pantalla las historias de su famoso detective Mario Conde. Claro que las vi. La serie esa. Y podría decirte más de eso. De esa ciudad, de ese lugar, de esos personajes. Pero quién sabe si cansamos al lector con tanta información.
Porque al fin y al cabo aquí no queremos que quien lee se asuste de tantas cosas que tenemos por decirnos, si no que queremos que pueda encontrar razones y motivos para seguir disfrutando de las lecturas, de las imágenes, del país que nos convoca.
Un país que lo nombran, que lo hacen, un país que dispara desde su propio lugar las más provocativas reflexiones sobre aquello que somos. Lo que nos hace ser. Que si tal o cual libro, que si tal o cual autor, que si este o el otro personaje de ficción inspirado en la vida real, o no. Una mirada cómplice en una librería puede ser la firma sobre la carta que queda por escribirse, aquella en la que te diga que aquí hubo una Reforma Agraria, que allá hubo un asesinato, que en algún lugar nos están esperando todas las historias por ser contadas, también desde la ficción, que se desvanece en la realidad de esta urgencia, de este necesitarnos. Una patria, eso es lo que eres, como lo es este lugar desde donde te escribo, nutrida de estas patrias, tal vez desconocedora de límites, tal vez más urgida de nuevos trazos, desde Los Andes –en donde nace la Cordillera- hasta el mar en el que acaba. Y nada acaba. Todo nace.

