‘Ayer el fuego’ y el problema de lo ‘mejor’ en la narrativa latinoamericana actual (I)
Primera parte de una aproximación al más reciente libro del narrador paceño Rodrigo Urquiola, una colección de cuentos publicada en 2022
Antes de adentrarme en el libro de cuentos de Urquiola, tomaré un punto de interés que merece un análisis previo.
- Contexto
Estoy casi seguro que Valerie Miles, la editora y cofundadora de la revista Granta, tuvo pesadillas vívidas que le obligaron a influir en el jurado de su revista para la inclusión y, por ende, exclusión, de ciertos autores en la recopilación que salió con el infame nombre de “Los mejores narradores jóvenes en español” (Candaya, 2021).
Ya en el prólogo ella misma dice que la coyuntura actual, los cambios, los movimientos políticos, sociales, culturales y, por demás la mentada “originalidad”, debían (de) ser requisitos indispensables para la elección de los 25 narradores menores de 35 años que ahora se muestran en ese libro; ella agrega: “(…) Relatos que se distancian de lo meramente testimonial, del muy cansino uso y abuso de la primera persona, de las figuraciones del yo”.
Menciona, además, con una naturalidad digna de administrador de empresa bananera o presidente de la Standard Oil, que: “Las narraciones de muchachos en el burdel, o de violencia gratuita, nos parecen ahora insufribles, inequívocamente passé”. Un momento, pensé, ¿entonces los cuentos o novelas a considerar como los “más adecuados para la selección” deben ser esos de lobby, con cafecitos de achicoria, hamburguesas de lenteja y padres ausentes que provocan que hablemos de la esencia de la latinoamericanidad en tanto le vemos el culo al compañere que se ofende porque le decimos compañera?
Mi preocupación se mitigó un poco al leer la selección, hay muy buenos narradores y muy buenos cuentos e inicios de novela (la selección incluye estos últimos como “muestra” de la maestría de algunos de los elegidos); pero a su vez el horror de lo correctísimo volvió al toparme con algunos cuentos e inicios de novela en donde, entre muchas otras “adaptaciones de cambios coyunturales”, la inclusión de “la diversidad en la identidad de género” de los protagonistas era un mero pretexto para hacer pasar al cuento o extracto como “inclusivo”. Un ejemplo como meando fuera del bacín: Nadie se pregunta o se indigna en la saga de novelas de “Harry Potter” al sospechar que Dumbledore, el director de Hogwarts, sea marica; es decir, a nadie le interesa este detalle, muy a pesar de que la autora comentó que sí, que Dumbledore tenía predilección por las varitas más que por los calderos (perdón por la metáfora); no obstante, en toda la saga no se describe la importancia de su mariconería, porque aprendimos a apreciarlo como personaje más que como bandera gelebetosa; en la selección de Granta esto no sucede, como dije, en algunos de aquellos escritos el personaje lésbico, homosexual o trans es así porque sí y este detalle no aporta en nada en el desarrollo del escrito en cuestión.
El punto al que deseo ahondar es que, si bien hay buenos trabajos en esta selección, también hay los que se sienten prefabricados, de fórmula, como si hubieran sido creados para agradar a los demás, o peor, como si fueran concebidos para ser interpretados y validados por lectores de Franz Hinkelammert o por algún otro teórico que hizo escuela política, social, sociológica o filosófica en la Latinoamérica de los posgrados. Trabajos donde se ven las marcas del molde, narraciones que son pensadas exclusivamente para intelectuales.
En este punto de mi indignación me imaginé a Quya Reyna postulando a esta “prestigiosa selección” con su libro “Los hijos de Goni” (2022), que es un conjunto de narraciones sinceras, mucho más trabajadas en la honestidad que algunos libros prefabricados actuales, y me dije: “la hubieran apartado por ser ampliamente testimonial, y se hubieran perdido de una autora genuina”. Aunque podría resultar a favor el hecho de que ella sea mujer, alteña y que escriba desde un lugar que terceros más urbanos no imaginan como un crisol donde crezcan escritores…
Salvando distancias, en la selección de Granta no está Gabriel Mamani, que desde que publicó “Tan cerca de la luna” (2012) ya mostraba una madurez narrativa concreta y que con su novela “Seúl, São Paulo” (2019) consolidó su calidad literaria; tampoco está Fabricio Callapa, que solo con su libro “El fin de los días que conocimos” (2018) daba la talla para ser incluido.
Tampoco están incluidos autores como Patricia Requiz (tiene un par de cuentos sorprendentes dispersos en publicaciones de las editoriales 3600 y Electrodependiente), Miguel Carpio (que tiene un portentoso libro de cuentos, titulado “Dos botellas más cerca de la muerte”, también de 3600), ni Salem Arce con “Animal de medianoche”; pero lo que más duele es que al parecer Granta no incluyó, es decir, prácticamente ignoró, la obra de Rodrigo Urquiola, que desde el 2010 va trabajando sin descanso y con muchas publicaciones sobresalientes, quizá una más notoria que la anterior, pero vistas de lejos, todas brillan con el signo de la autenticidad.
Daniel Averanga Montiel

