‘Ancestros’ de la suerte
Una lectura del libro del escritor belga de origen ruandés Joseph Ndwaniye, publicado en Bolivia por la editorial El Cuervo y disponible en librerías del país
En las novelas de viaje uno se entera de muchas cosas, algunas terminan siendo algo horroroso y ordenado como un catálogo y otras algo cambiante, sensual y visual como un atlas. Como ese atlas del mundo que tenía dibujadas sirenas, grandes monstruos marinos y carabelas flotando. Un dibujo nuevo del lugar que el viajero visita, un dibujo libre y sentimental que traza la línea del recorrido que elige el viajero. En esta cuarta novela del escritor ruandés Joseph Ndwaniye uno se entera, por ejemplo, que esa costumbre de pellizcar con la punta de los dedos a alguien que tienes alado cuando ves una persona “afro” en la calle y repetir “negrito, suerte para mí” o “el negrito de la suerte” viene desde que los afrodescendientes que trabajaron y sobrevivieron en las minas de Potosí llegaron a los Yungas de La Paz buscando un lugar más caliente y alegre; más parecido a África.
Cuando Antoine Mugenzi, el personaje de la novela Ancestros (El Cuervo Editorial, 2023) de Ndwaniye, llega a la comunidad afroboliviana de El Dorado Chico en La Paz, la abuela Carmen le explica: “hijito, los primeros negros que llegaron a los Yungas venían huyendo de la mina de Potosí. La llegada de hombres y mujeres de un color diferente primero causó desconfianza entre los indígenas. Sin embargo, por simple coincidencia, caprichos del clima o por efecto de la magia africana, las plantaciones comenzaron a crecer como por encanto”. Estas cosas de la magia o de la fuerza de la tierra también se apuntan en los atlas. La ficción y la imaginación están activos más activos que nunca porque viajar y narrar responden casi a una misma pulsión.
Ancestros es una novela que narra un viaje, el del ruandés Antoine. Un enfermero que trabaja en un hospital en Bruselas, Bélgica, como el autor. Vive en Europa hace dieciséis años, pero no puede dejar de pensar en su África natal. La visita constantemente en sueños y encuentra una manera peculiar de hacer el viaje de regreso a ella; yendo en busca de los esclavos negros que fueron explotados en las minas de Potosí. Casi como un acto fallido, como el de los españoles que iban a la India, pero cayeron en América, Antoine va al sur tras sus raíces, pero no a Ruanda sino a América del Sur, Bolivia, Potosí, Cerro Rico. Allí se encuentra con que de la África de la que tanto escuchó y estudió en la escuela solo ha quedado un descendiente negro, viejo, enfermo y minero. No hay más. Lo demás es historia para turistas; el puente de plata hasta Europa, el tour por el Cerro Rico, la Casa de la Moneda, la máscara de bruja en su patio central, los bares nocturnos donde llegan los mineros después de sus polvorientos turnos.
Pero la vida siempre se abre paso dicen y un viaje sigue el continuo de la vida. Simba, el minero negro y viejo que deambula en las noches de Potosí, le indica a Antoine que todos los afrobolivianos están en los Yungas y para allá sigue él. Este libro sigue un recorrido personal y dibuja un mapa que se parece no a una bola redonda achatada en sus puntas, con aguas pintadas de azul representando los mares, dos recortes blancos arriba y abajo apuntando los polos de hielo o unas manchas pintadas de café indicando los continentes sólidos. En el mapa de Antoine la tierra negra, caliente y sensual africana aparece esparcida entre Bruselas y Bolivia. La ruta del viaje en esta novela no sigue bloques de tierra o continentes, si no que da saltos siguiendo las esquirlas negras de la explosión del gran corazón de león que es África. Unas esquirlas quedaron esparcidas en Europa otras en Sud América, Bolivia.

El viaje en Ancestros marca el ritmo del itinerario de Antoine. Pum, Tarija un “negrito de la suerte” en Bolivia. Pum, pum Potosí, la plata y más plata. Pum, Tarija. Pum, Pum, La Paz. Pum, Coroico. Pum, pum, Tarija. Pum las montañas de San Francisco. Pum, pum, El paraíso de los cóndores. Pum, Tarija y el amor. Pum, pum, Bruselas y ¿por qué te quieres casar con una boliviana y de otra religión? Pum, Tarija y ¿dónde está Alba Luz? Pum pum, Coroico y Alba Luz vestida de saya afroboliviana. Pum, la tradición. Pum, pum, el vuelo de los cóndores sobre Los Andes. El relato de la novela cuenta como en un ritmo salvaje de tambores africanos el recorrido del personaje, de su familia en Bélgica, de la que queda en Ruanda, de sus abuelos, de los miles de esclavos que vivieron alguna vez perforando el cerro rico de Potosí hasta dejarlo como un queso emmental, de aquellos que subsisten bailando y preservando su historia, de la joven de la que se enamora. El viaje de Antoine no termina, como no termina la escritura de Ndwaniye, ni la narración de la cultura africana o la boliviana, ni tampoco nuestra lectura.
El atlas que dibuja el autor de Ancestros para su personaje no es solo geográfico, ni sentimental, es también mágico. Su estirpe de viajero quedará sellada por las palabras que la adivina Umupfumu le reveló pocos días antes de migrar a Europa: “Si has venido a mí, es porque hay una fuerza en ti que te guía y te guiará durante toda tu vida. Utilízala para avanzar. Te llevará a tu destino, lejos de nuestras fronteras. Eres como tu abuelo, Mugenzi el viajero. Que hayas heredado su nombre no es casual”.
Cesar Aira, el escritor argentino, reflexiona en su texto “El viaje y su relato” (Babelia, 2001) sobre las novelas de viaje y cómo estas sirvieron para ayudar al narrador primitivo a marcar un principio y un final en su relato. Los viajes, “que eran un relato antes de que hubiera relato: ellos sí tenían principio y fin, por definición: no hay viaje sin una partida y un regreso. La estructura misma del viaje ya es narrativa”. Al contrario, el viaje de la diáspora africana ha sido siempre uno sin regreso, incierto, tumultuoso. Ya sea como esclavos que nunca volverían a ver su tierra o como expulsados de sus países por las guerras, el hambre y la pobreza. Ancestros da cuenta de estos otros viajes sin tierra a la que volver, de los viajes que son en sí la vida sin comienzo o final, los viajes en busca de unas raíces que ya no están en la tierra sino en la historia, en la memoria de los que quedan vivos, en las calles pavimentadas de los lugares por donde pasaron, en los sueños que de noche se repiten en otro idioma mandando consejos instándote a seguir trazando mapas hacia el centro del corazón.
Que esta novela llegue a los lectores bolivianos es también una suerte de viaje que, como los mensajes en el medioevo, viene firme y seguro sujeto en la pata de un cuervo mensajero. Editorial El Cuervo nos propone seguir viaje, atrevernos a mirar con otros ojos, unos africanos, con otro ritmo cardiaco nuestra propia geografía, nuestra historia y costumbres para poder sorprendernos una y otra vez ante lo ya conocido; esa la magia de la literatura.

