Charcas
Una lectura del ya clásico libro del historiador Josep Barnadas
Me parece certero el juicio de Josep Barnadas: “Nadie que estudie la Colonia estará ajeno a sus dos polos: el indigenista y el hispanista. La opción es ética”. Aún ahora, inmersos como todavía estamos en espesos saldos del colonialismo, la opción parece ser la misma, aunque encubierta de matices y confusiones propias de siglos de distancia y la construcción de una república devenida en Estado Plurinacional. Si bien las naciones autóctonas sometidas perdieron su derecho a la autoexpresión sin intermediarios, su lucha continua ha posibilitado su reconquista. Este hecho fastidia en sumo, y es combatido, a bolsones sociales herederos de la mentalidad del conquistador, molestos por la presencia del indio en instancias de poder y representación social, por la inversión en el ámbito rural y por la competencia profesional y empresarial en una sociedad cada vez más horizontal y nutrida de diversidad. Quizás aún no sepan que Bolivia tiene matriz indígena.
Josep Barnadas, estudioso español bolivianista, advirtió la imperiosa necesidad de fundamentar la bolivianidad y trazarla en su identidad desde la mismísima Colonia. Porque la administración estatal se apresta a festejar sus doscientos años, pero es bueno que comprendamos que nuestra sociedad está próxima a cumplir los quinientos años, pues la historia social no comenzó en 1825, sino mucho antes, en 1535, cuando la expansión castellana llegó al sur de Lima, a la altura del lago Titicaca, y constituyó la Audiencia de Charcas. Sobre esa base territorial, administrativa, judicial y eclesiástica se fundó, a su vez, nuestro querido país. Quienes fueron charquenses hasta el 5 de agosto de 1825, al día siguiente pasaron a ser bolivianos: 6 de agosto de 1825. Eran las mismas personas, por supuesto. Esto es: la misma mentalidad colonial. La estructura social piramidal se mantuvo hasta 1952, pero desmontarla del todo es labor casi infinita. Todavía se está en eso.
Charcas comenzó su existencia en 1535 sin papeles Reales. “Un islote europeo dentro de un mar indígena inmutado”, expresa Josep Barnadas. La Charcas nuclear; también la periférica de fronteras mutables de acuerdo al Virrey de turno. Ese espacio, de todas formas, con incorporaciones y quitas de regiones aledañas, exigió, con el tiempo, que su estudio se desmembrara de la historia colonial limeña. Es decir que, por su historia integral, destacaba su autonomía. Charcas libro estudia hasta el ínfimo detalle su eficaz proceso poblador, la estructura social inmediatamente consecutiva a la conquista, la explotación de riquezas y expresiones de conciencia política individualizada. Quiero decir, ni más ni menos, que alumbra nuestro pasado hasta entonces sumido en la oscuridad. El boliviano siempre imaginó los trescientos años de Colonia como capítulo de otro libro muy ajeno a los casi doscientos años de república. El estudio de un bolivianista magnífico nos salva de persistir en el error. Señores: es la misma historia, todo comenzó en ese instante.
La fundación de Charcas tiene su propio documento: la Real Provisión del 22 de mayo de 1561. Hasta ese momento, pizarristas y almagristas habían explorado los alrededores profundos del lago para detenerse en los mismos bordes incaicos; pronto llegó la noticia para que nosotros existamos: el Cerro Rico de Potosí. Un hecho definitivo desde entonces hasta ahora. Apenas la Corona vio propicio, introdujo en este espacio la Encomienda y persistió con la mita incaica, aunque incrementada en abuso. La explotación de las minas ilustra sobre el núcleo de la situación colonial: trabajo forzado como medio de acumulación dentro de una sociedad claramente dividida en conquistados y conquistadores. La introducción de la lengua, en palabras de Nebrixa, “es otro recurso del imperio”. Así de contundente fue la llegada del catolicismo y el derrumbe de la cosmogonía indígena, la caída de sus dioses y la absoluta desarticulación de sus mecanismos para elegir sus propios gobernantes. Ese trauma poderoso no puede sernos indiferente.
La cobdicia colonial persistió en la república. Tenemos ejemplos de vergüenza: despojo de tierras en el gobierno de Melgarejo, la destrucción de ayllus y comunidades; el lacerante trabajo en las minas; la prohibición de su ciudadanía y la emisión de su voto; calidad de pongo aún durante las guerras; su discriminación en las ciudades. Hay numerosos ejemplos para desarrollar conciencia política. Menos mal que, aunque como rueda cuadrada y pesada, también tenemos las medidas adoptadas que fueron capaces de liberar mucha de la fuerza subyugada y librarla a la vida plena.
La lectura de Charcas ideologiza, ilustra y sensibiliza. Sus múltiples notas al pie de página son banquete para el hambriento de conocimiento y pasado vivo.
Cochabamba, septiembre de 2023

