Con ese seudónimo, Elizabeth Cochran pasó a la historia como la primera periodista infiltrada gracias a su investigación revolucionaria, en la que denunció el maltrato que sufrían los enfermos mentales en 1887
No me hablen, no me miren, no se acerquen: el mandato principal del periodista encubierto es el disimulo. Farsante en pos de un bien mayor (la primicia o la denuncia), se debate en una paradoja: se vuelve anónimo para llamar la atención. Y si es cierto, como dice la canción, que una esquizofrenia tan aguda […]
