Walter Astrada: “Contar un fotoreportaje es bastante parecido al cine”
Bolivia es el país número 34 que visita el fotógrafo argentino Walter Astrada, desde que decidió darle la vuelta al mundo en su moto Royal Enfield, acompañado de su cámara y abasteciéndose con talleres en las ciudades que cae, en las que imparte contenidos sobre el fotoperiodismo, tal vez su rama más conocida, al trabajar para agencias como AP, AFP y algunos medios impresos, y recibir múltiples galardones como tres World Press Photo (2007, 2009 y 2010).
Hace bastantes años ha dejado la adrenalina, la búsqueda del momento preciso, el trabajo bajo presión para cambiarlas por un sensibilidad más intimista quizá, retratando a las “personas de calle”, su cotidianidad, lo que depara la vida, tomas “que no salen en los medios, poco noticiables”, como él mismo refiere.
En este recorrido que realiza, ha comenzado por Santa Cruz, entrando por Yacuiba. De ahí pasó por Sucre, después La Paz y ahora Cochabamba, donde dictará un taller sobre la metodología de reportajes el sábado 7 de septiembre en el 8B (calle Juan de la Cruz entre Aurelio Meleán y Aniceto Arce), de 09:00 a 17:00 horas. Después volverá a Santa Cruz para dictar un taller del 9 al 13 de septiembre a realizarse en el Centro Simón I. Patiño -C. Independencia y esquina Suárez de Figueroa-, para después dirigirse a Potosí y entrar al norte argentino hacia el desierto de Atacama, ruta que tomará para volver al país y volver a entrar por el Lago Coipasa, en Oruro.
Compartimos una entrevista con el fotógrafo, en la que comenta las experiencias y enseñanzas que le dejó el fotoperiodismo, al parecer totalmente dejado de lado, su nuevo rumbo y la parte sensible y artística de las imágenes fijas.
Tu presencia en Bolivia hace parte de este recorrido que realizas por los cinco continentes en moto. ¿De dónde surgió la idea de este proyecto?
La idea era tomar un descanso de los trabajos que hacía antes, y se me ocurrió que lo podía hacer viajando y conociendo lugares nuevos. Fui tomando fotos de la vida diaria, foto callejera como le llaman. No empezó como un proyecto, la idea era viaja en moto, pero al final con las tomas terminas teniendo uno.

En Cochabamba darás un taller sobre metodología del fotoreportaje. ¿Cómo dotas de una narrativa a una historia a través de la imagen fija?
Para mí, el sistema de contar con imágenes es bastante parecido a lo que se utiliza en el cine o en los mismos textos. Tiene una estructura narrativa igual que las que te mencioné, pero en la fotografía se realiza con otros elementos, tomas de diferentes situaciones de la vida de alguien, un hecho social o una fiesta. Al final, vas eligiendo imágenes como si escogieras palabras para un texto. La parte de la obtención del material es distinta, pero al final estás contando una situación y vas armando un ritmo narrativo. Todo esto si tienes la capacidad de observación.
Hablando sobre el fotoperiodismo, ¿de qué manera combinas la creatividad visual con las causas sociales, en qué momento se fusionan forma y fondo?
Creo personalmente que si estás retratando un motivo social, el contenido de la fotografía vale más que la parte artística, entre comillas. Puedes utilizar varios elementos técnicos como la luz o composición, pero no debes alejarte de la historia que estás contando y ser lo más fiel posible, tomando en cuenta que estas fotografiando a personajes que están pasando por una situación específica.
Al tomar una fotografía desconcertante, surge la polémica de la crudeza de las imágenes. ¿Cómo manejas la línea entre lo ético e impactante?
La ética no tiene nada que ver con el impacto, son conceptos totalmente diferentes. Si ha sucedido un hecho polémico, debes tener los permisos de la familia. El límite es tener los permisos. No es que llegas a un lugar y tomas fotos sin pedir consentimiento.
Trabajaste en AP para Bolivia. ¿Qué enseñanzas te dejo tu experiencia acá y qué buscas del país ahora visualmente?
Trabaje un mes en La Razón y luego hice un reemplazo en AP. Digamos que en total trabajé tres meses, que no coincidieron con las épocas tumultuosas o de agitación social en Bolivia. En ese tiempo, hice trabajos comunes. Ahora en el viaje, estoy más centrado en fotografiar a la gente de la calle, su cotidianidad y vida diaria, lo que no sale en la prensa.
Has trabajado en medios locales, agencias y ahora como fotógrafo libre. ¿Dónde encuentras la diferencia y cuál te da mayor satisfacción?
La diferencia está hacia dónde enfocas la cámara [risas]. Ahora no tengo que cubrir. En la posta hay manifestaciones y no salgo a tomar fotos, como no lo haré para la Chiquitania. Al trabajar por nado, esas tomas no tienen tanto sentido, no las puedo publicar en ningún lado. En el tema de los disfrutes, en el periodismo hay poco, porque en situaciones de violencia no encuentras placer en contar la historia de cada persona o que tengas alguna vulnerabilidad en su vida diaria. Hace poco estuve en lago de Copacabana tomando fotos de la procesión, retratando temas que tiene que ver con la religión y la parte más cultural.
¿De qué manera el avance tecnológico ha modificado tu trabajo?
Es más sencillo porque voy haciendo las fotos en digital, si estuviera con el análogo me dificultaría llevar la película y estar pensando como revelarlas y transportarlas. Lo que creo es que los medios han aprovechado esa coyuntura en general. No se ha reducido el costo de la producción de las imágenes, como creen los medios y de lo que se ha agarrado. El billete de avión sigue costando lo mismo. Lo que hacen es pagar mucho menos por un reportaje de los que se hacían antes, cuando el costo ha aumentado.
Periodista- caio.ruvenal.257@gmail.com

