Una Cinemateca marxista pero de Groucho
A propósito de la renovación de fideicomisarios de la fundación a cargo del repositorio boliviano de imágenes en movimiento
La Cinemateca Boliviana ha renovado -por fin- su Consejo de Fideicomisarios: el máximo órgano de la fundación. En agosto, el consejo saliente intentó sumar a cinco nuevos miembros y ante el rechazo de dos de los invitados (el director de cine Alejandro Loayza Grisi y la periodista Liliana Carrillo Valenzuela) retrasó el anuncio. Ahora, un año después de aquella carta pública -impulsada por Mauricio Souza Crespo y Sergio Calero Cueto- que pedía cuentas (claras) a la Fundación Cinemateca ante el “visible y creciente deterioro institucional” de la misma, se ha dado a conocer la composición del nuevo consejo.
Ellos son: los tres que dijeron si en agosto (el crítico de cine y ex diplomático de Jeanine Áñez en Colombia Alfonso Antonio Gumucio Dagron, la directora de una revista de tendencias de negocios Claudia Cárdenas y la dueña de una galería de arte Canela Ugalde Baptista); y los que dijeron sí ahora: el productor y distribuidor de cine Gerardo Guerra Velasco, el curador de arte Dante Chumacero Evia, la dramaturga Laura Derpic Burgos y la historiadora María Florencia Ballivián Martins, ex embajadora de Bolivia en Francia en el gobierno de Mesa.
Por cierto, Gumucio es el presidente del directorio; y Cárdenas (“influencer de contenido” que trabajó en el programa “Esta boca es mía” de ATB y organizó durante 20 años la fiesta “Comadres VIP”) será la “vice”.
Son “personalidades relevantes del quehacer cultural y audiovisual del país con el ánimo de promover una renovación generacional”, según los que eligieron.
Es evidente que la Cinemateca necesita aires renovados para intentar su resurrección pero ¿dónde están los hombres y mujeres de cine? ¿dónde están los Paolo Agazzi, los Kiro Russo, los jóvenes que organizan festivales de cine como el Radical, los cineastas de las nuevas generaciones, las mujeres como Raquel Romero, las videastas de los 80, los trabajadores del séptimo arte, los estudiosos/académicos, los responsables de las escuelas cinematográficas, los actores/actrices/guionistas y tantos/tantas otras personas que trabajan desde hace décadas por nuestro cine?
Las personas que a dedo han escogido a lxs “salvadorxs” de la Cinemateca (algunxs no saben ni dónde queda el edificio y algunxs lo han pisado por primera vez para la foto) han pecado -una vez más- de amiguismo, de falta de pluralismo.
Carlos Mesa Gisbert, Ximena Valdivia Flores, Antonio Eguino Arteaga, Eduardo Quintanilla Ballivián y Fernando Cajías de la Vega son conocedores de la responsabilidad pública que tiene la Cinemateca al resguardar/custodiar el patrimonio documental fílmico y audiovisual boliviano, que es de todxs) pero eligen a un nuevo consejo ajeno al cine boliviano y con un evidente sesgo político y de clase. ¿Así piensa levantar al muerto?
¿Por qué un fundador como Pedro Susz Kohl y un antiguo director de la Cinemateca como el cineasta Marcos Loayza Montoya se han automarginado de la institución? ¿Por qué la Cinemateca de todxs sigue siendo un coto privado?
Corrían tiempos de “marcatismo” en Estados Unidos, sinónimo de persecución, censura, caza de brujas y listas negras cuando dicen que Groucho Marx (el gran humorista del absurdo) intentó ingresar a un club privado elitista llamado Friars Club de Beverly Hills y ante la negativa respondió: “nunca pertenecería a un club que admitiera como socio a alguien como yo”. ¿Algunos de los flamantes fideicomisarios habrá pensado algo parecido?
Post-scriptum: la foto que ilustra esta nota está tomada del “feisbuk” de Claudia Cárdenas en un “post” del pasado 22 de noviembre. La anunciada/prometida conferencia de prensa para dar a conocer públicamente el nombre de los nuevos fideicomisarios/directivos nunca tuvo lugar. ¿Por qué será?

