Un juguete antiguo boliviano
Una personal evocación de la réplica en miniatura de un autobús público, propio de la urbe paceña, que dialoga con lecturas de Baudelaire, Benjamin y Agamben
Todo niño o niña crece indagando y descubriendo el mundo que le rodea de diferentes modos. Uno de ellos es teniendo contacto con los juguetes. Y son, un palito, una latita, la pelota, el trompo, el volador, la muñeca o el auto, los objetos de diferentes tamaños, materiales, modestos o suntuosos, los que proporcionan entrenamiento a todo infante en esta época. En esta sensación de goce, ellos eligen un juguete determinado, entre otros, como el preferido, porque les fascina algo en particular. Esta posesión exclusiva y selectiva les representa una experiencia inolvidable en su crecimiento. Pero, cuando llega a ser adulto, archiva o guarda al predilecto en un lugar preferencial o posiblemente no.
Entonces, desde la conciencia adulta, el volver a encontrar esta cosa antigua pensada o impensadamente, puede ocasionar crear varias imágenes de interpretación en el presente. En esta línea, “mostraré” un automóvil metálico de juguete, diseñado a escala y hecho artesanalmente en Bolivia, en el siglo XX, que esta(ba) almacenado en mi depósito de cosas viejas. En esta recuperación se posibilita entender que cuando uno es grande se da de cuenta el valor incalculable que tiene un juguete en la vida. Ahora, se trata de mostrar, en primer término, un juguete antiguo de niño con ojos de adulto y, en segundo lugar, esta coincidencia produce la figura del impulso de jugar con la imaginación como elemento estructurante de una narración.
Empezaré señalando que una de las muchas escenas sensibles que observa un adulto de un niño, es la opción que tiene de seleccionar un juguete como su favorito, entre varios. Esta experiencia de elección lo forman en su universo inocente propio. Esta imagen está bien captada en “La moral del juguete” (1853), de Charles Baudelaire (1821-1867), donde se explica que estos momentos son efímeros dentro de una temporalidad. La acción de (s)elección le produce al niño deleite y tristeza cuando se estropea o se pierde. Es un testimonio de crecimiento que se almacena en nuestra memoria hasta la muerte.
El recuerdo de este objeto del pasado se revitaliza cuando reaparece en el presente. Así, describirlo puede representar exponer una parte de lo que se producía en materia de juguetes en el siglo XX, en tierras bolivianas. Walter Benjamín (1892-1940), en “Juguetes antiguos” (1928), señala que poner a la vista un objeto de esta naturaleza es brindar un “texto coherente, lleno de una precisa documentación referente a cada una de las piezas, pero que contiene también exactas indicaciones acerca de la edad, fabricación y difusión de los distintos tipos de juguetes”. Acto seguido, describiré mi juguete. La réplica en miniatura es de un autobús público de la realidad, marca International, modelo 1946. En nuestro medio paceño lo conocemos como el Colectivo 2, que circulaba a finales de los años 50. Antes y actualmente tiene el recorrido desde la zona de Tembladerani, pasando por el Centro, Zona Norte y terminando en Sopocachi. La copia pertenece a finales de 1950 y principios de 1960. Está construido en plancha de fierro y tiene todos los detalles de la movilidad real.
Al mirar su condición actual, de este juguete que sobrevivió a la infancia, me doy cuenta de lo encantador que se ve y de la durabilidad que posee. Según Benjamín, “Todo esto resulta, sin duda, muy atractivo para los adultos, pero no es lo único, ni lo fundamental que explica el éxito de la exposición”, sino que el recordar que uno jugaba con esta pieza le viene el “impulso de jugar” de nuevo. Y esta pulsión, se traduce en salirse del mundo adulto insoportable y falto de experiencia, como manifiesta Giorgio Agamben (1942), en “Infancia e historia” (2007), y entrar imaginariamente en el universo inocente del niño que uno era (liberación), pero renovado. Esta ocurrencia fantástica forja un espacio dentro otro espacio.
En este sentido, hoy el juguete antiguo puede ser visto más interesante que uno moderno. Tal que, –en este tiempo narrativo– deseo exponerlo en mi sala como un auto a escala de colección. Esta modificación de sentido se da desde la consciencia de un niño grande. Dado que, el artefacto trasciende su fin original de ser manipulado para jugar y alcanza a ser expuesto como algo histórico o coleccionable. Esta nueva configuración de significado responde a la nostalgia de mi niñez. Mi recuerdo infantil se convierte en juguete.
Culminando, afirmo que es evidente que desempolvar un juguete antiguo y preferido, crea en mí, el impulso de juguetear con la imaginación (lenguaje). Jugar, en este caso, es erigir un mundo privado (ficción). Y es el recuerdo el medio favorable para recobrar las experiencias infantiles con esta miniatura. Puesto que, no hay que olvidar que cualquier juguete siempre significó algo en uno. En ese caso, especular nuevas sensaciones con este juguete actualmente hace que se detenga el tiempo adulto y se abra una grieta para fantasear dentro de un nuevo tiempo infantil.

