Todos los defectos, "en conserva"
Sobre la obra dirigida por Jorge Ernesto Barrón que se presentó en el Teatro Galpón de La Paz
“En conserva”, dirección y dramaturgia de Jorge Ernesto Barrón, concentra -enlatados- todos los males del (mal) teatro de nuestro tiempo. Pareciera que es obligatorio hoy en día restar con el (maldito) audiovisual; colocar música en vivo (aunque sea solo un “batero” marcando los pasos); rapear en batalla de gallos/gallinas (aunque no venga a cuento); y apelar a la escatología para lograr risas fáciles (la doble apuesta se redobla invitando a los amigos/amigas para reír las “gracias”). Pareciera que ni el vestuario importa.
“En conserva” de Mosaico Colectivo subió la noche del primero de julio por penúltima vez a los escenarios (al Teatro Galpón del Teleférico Rojo paceño) después de un proceso de construcción tras un taller de escritura, un estreno virtual pandémico, otro virtual en pleno Fitaz 2022 y varias representaciones “diferentes” en restaurantes.
Pareciera también una “moda” colocar una (descuidada) puesta en escena “no convencional” con los espectadores dispuestos en forma de pasillo para asistir a un falso banquete. Obviamente si alguien queda enclavado debajo de la pantalla de marras saldrá con una tortícolis garantizada. ¿A quién le importa lo que yo hago? Esto es teatro “moderno”.
Sin embargo, esto no es lo peor de todo. El (buen) teatro es (buen) texto y “En conserva” nos presenta un menú de palabras disperso, decepcionante, raquítico/famélico. Uno no sabe si el “leit motiv” es rendir un homenaje inverosímil a la memoria, a las abuelas y a las mascotas de la casa con sus recuerdos; si es un canto a la pubertad; o si es un retrato de las disputas familiares. O simplemente, no es nada de eso.
Cuando la obra de apenas 40 minutos llega a su fin, la brújula sigue sin asomarse a la mesa. Las dos actrices (Sasha Salaverry y Agar Alison Román) carecen de las tablas/experiencia necesaria para levantar el muerto y hacen lo que pueden. En anteriores representaciones (con otro par de actrices, como Natalia Jofré y Emma Rada) se había tropezado con la misma piedra formalista.
Post-scriptum: los organizadores piden en sus redes sociales al público que llegue un poco antes de la hora anunciada para arrancar puntuales. Algo que no va a pasar. Después de repartir aceitunas gratis (a la protagonista/personaje ausente Clara le gustaban) y vino caliente a diez pesitos, la obra comienza con 25 minutos de retraso. Si pides/prometes puntualidad y no lo haces, estás faltando al respeto. Y ese siempre es un mal comienzo.

