Primeras mujeres artistas en Bolivia: precursoras y hacedoras de caminos
Los primeros nombres de artistas mujeres en territorio boliviano datan del último cuarto del siglo XIX, como Teresa Torre Tagle y Julia Sandoval
Entre los siglos XVI y XIX, durante la época colonial y los primeros años de la República, centenares de artistas trabajaron en el actual territorio boliviano produciendo miles de obras para iglesias y colecciones públicas y privadas. Ninguno de los nombres de estos pertenece a una mujer sin que, no obstante, pueda descartarse por completo la existencia de pintoras o escultoras no conocidas dada la abundante cantidad de obras no firmadas, la escasa documentación sobre la producción artística de este periodo y la existencia de un gran mercado de arte popular de imágenes religiosas provenientes de talleres familiares.
Como consecuencia, los primeros nombres de artistas mujeres en territorio boliviano datan del último cuarto del siglo XIX, encontrándose entre ellos los de Teresa Torre Tagle, quien, según el historiador Mario Chacón, fue una pintora chuquisaqueña “cuyas obras a decir de un informante se encontraban en [el templo] de San Felipe de Sucre”, y Julia Sandoval, una pintora activa en el sur del país durante el mismo periodo de quien, según la misma fuente, sólo se conserva un cuadro datado en 1900. Es muy posible que ambas fuesen cultoras aficionadas de la pintura en un contexto cultural afrancesado que incluía la formación de las jóvenes de clases altas en las disciplinas de la pintura, el dibujo, la música y la poesía.
En el mismo marco, un tanto posteriores a las mencionadas, pueden inscribirse las decenas de alumnas de la Academia de Artes del pintor José García Mesa instalada en Cochabamba en los primeros años del siglo XX, de quienes sólo se conserva el nombre de la destaca escritora Adela Zamudio. Según han señalado los investigadores Michela Pentimalli y Pedro Albornoz, esta Academia instalada en la calle España recibió a decenas de alumnos de ambos sexos “pertenecientes a familias notables de la ciudad”, quienes exponían periódicamente sus creaciones en espacios públicos y eventos sociales. Los mismos investigadores dan cuenta que, luego de un tiempo, Zamudio inauguró su propia escuela de dibujo “para señoritas” que fungía como “curso introductorio” a la Academia de su maestro. Estos datos dan cuenta de la progresiva apertura de la mujer a diferentes ámbitos de la actividad cultural local.
Sobre cualquier otro ejemplo, en el contexto del último cuarto del siglo XXI y los primeros años del siglo XX, resulta extraordinario el caso de Elisa Rocha de Ballivián, cultora de una pintura academicista avocada a temas históricos y alegóricos dotada de un elevado carácter simbolista y moralista. Aunque su mención en trabajos sobre la historia del arte boliviano sea unánime es muy poco lo que sabe de ella: nació en Cochabamba en 1865 y en su juventud estudió en la Academia Nacional de Bellas Artes de Chile con el pintor academicista Pedro Lira Rencoret. Según los historiadores del arte José de Mesa y Teresa Gisbert, a su regreso al país en 1892, también habría sido discípula del destacado pintor academicista Zenón Iturralde. Entre las décadas de 1880 y 1890 habría realizado varias obras de temática religiosa, dejando cuadros que, de acuerdo a la investigadora Elsa Paredes, “se encuentran dispersos en iglesias de Cochabamba y del interior del país”. Posteriormente, en 1905, fundó en La Paz su propia academia de arte siendo la única institución de este tipo regentada por una mujer en la nueva sede de Gobierno y convirtiéndose de este modo, a la par que Zamudio, en una de las primeras educadoras en artes en territorio nacional. El nombre de la artista es, además, asociado al de su nieta, la también artista María Esther Ballivián, a quien, de acuerdo al crítico del arte Rigoberto Villarroel, habría enseñado los fundamentos del oficio artístico en su infancia.
La pintura de esta importante artista valluna se encuentra representada en repositorios y colecciones oficiales. El Museo Nacional de Arte alberga el “Retrato de la Señora Esslinder” (1897), un magnífico óleo pintado con sobre vidrio opalino. El Museo Casa de Pedro Domingo Murillo, resguarda el “Altar alegórico con el retrato ideal de Pedro Domingo Murillo” (1909) y el “Retrato de Pedro Domingo Murillo” (1915) ambos con una imagen idealizada del protomártir paceño. El Museo del Litoral Boliviano conserva un retrato del presidente Hilarión Daza en el cual a su busto se añaden dos figuras alegóricas que aluden a la pérdida del Litoral Boliviano. En la colección del Museo Antonio Paredes Candía de El Alto se conserva un retrato de la artista del presidente Mariano Ballivián. También es de Rocha el lienzo “El bobo” (1912) que de acuerdo a Teresa Gisbert y José de Mesa, entra en la moda modernista de “incluir, tanto en la temática pictórica como en la poética, a los desamparados de la sociedad”. Otro lienzo muy conocido de Rocha es “Prometeo” (190_) del Palacio Legislativo que en su temática mitológica evoca “La Prometheida o las Oceánides” de Franz Tamayo, poema que en opinión de Mesa y Gisbert, representaría en nuestro contexto “una alegoría de Bolivia atada a las montañas frente al mar perdido”.
Rocha fue la primera artista boliviana que logró reconocimiento público dentro de la sociedad boliviana y acaso la primera artista profesional del país. Su formación académica y su talento le permitieron asumir con solvencia numerosos encargos públicos y oficiales a través de los cuales su nombre ha perdurado en el tiempo como acaso la verdadera primera mujer artista de Bolivia.
Durante las primeras décadas del siglo XX aparecieron otras mujeres artistas en territorio nacional, entre quienes el ensayista Roberto Bustillos cita en 1925 a Nieves Molina y María Castaños, cuyas obras no obstante se encuentra perdidas, y Julia Meneses quien, a decir del historiador del arte Carlos Salazar, habría realizado murales en el extranjero “aunque no llegó a realizar ninguna obra de esta naturaleza en el país”. Asimismo, de las primeras décadas del siglo XX, las investigadoras Mary Carmen Molina y Fernanda Verdesoto, rescatan el nombre de Isaura Nogales quien en 1920 ganó un certamen de pintura en la Exposición de Pintura del Círculo de Bellas Artes de La Paz.
La fundación en 1926 de la Academia Nacional de Bellas Artes (ANBA) de La Paz repercutió en la emergencia de una cantidad significativa de mujeres artistas. Precisamente a la primera generación de alumnas de esta institución pertenecieron Marina Núñez del Prado, Rebeca de la Barra, Juanita Landívar y Yolanda Bedregal, entre otras, consignadas por la misma Núñez del Prado en sus memorias publicadas en 1973. Se trata del primer grupo de artistas tituladas del país, quienes desde principios de la década de 1930 comenzaron a destacar en el medio cultural local exponiendo sus obras y asumiendo tareas de docencia en la ANBA e instituciones educativas iniciales o secundarias. La más destacada de este grupo fue, sin lugar a duda, Núñez del Prado, quien en 1930 se convirtió en la primera docente mujer de la ANBA asumiendo por concurso de méritos la cátedra de Escultura y Anatomía Artística y quien desde mediados de la misma década comenzó a exponer su obra en museos y galerías de Argentina, Uruguay, Perú, EEUU y otros países. Otra figura destacada fue De La Barra, también docente de la ANBA quien, según Mesa y Gisbert, se convirtió en la primera mujer restauradora del país trabajando en la década 1940 junto a Jorge de la Reza y Luis Luksic en la restauración de los cuadros virreinales que conformaron la Pinacoteca “Melchor Pérez Holguín”, colección base del Museo Nacional de Arte.
Desde antes mediados del siglo XX las artistas mujeres pasaron a ocupar un lugar central en del arte boliviano con figuras destacadas a nivel internacional como María Luisa Pacheco, Inés Córdova, María Esther Ballivián, entre varias otras. La obra y los esfuerzos de las precursoras mencionadas en este texto y de tantas otras allanaron el camino miles de mujeres artistas bolivianas posteriores por lo que su legado amerita mayores reconocimientos e indagaciones más detalladas.
Investigador en artes y artista

