¿Por qué escribir en muchedumbre?
Magela Baudoin relata pormenores de la escritura del libreto de ‘Matilde: En las ojeras de la noche’, ópera con música de Cergio Prudencio, inspirada en la vida y obra de Matilde Casazola. Su estreno será en Sucre, en el marco del Festival Música para Respirar, que se celebrará del 25 de agosto al 3 de septiembre
Matilde Casazola es el secreto mejor guardado de la cultura boliviana. Si bien es un símbolo nacional, una sinécdoque de la bolivianidad, paradójicamente se desconoce la amplitud de su obra, que ha sido olvidada o pasada por alto inexplicablemente por la academia. Esto, claro está, dice más de la academia que de la artista. Pero también habla de una poética de la discreción, que no debe ser confundida con fragilidad ni falta de arresto. Una flor, dice Maurice Maeterlinck en el bellísimo La inteligencia de las flores, “sube de las tinieblas de sus raíces para organizarse y manifestarse en la luz de su flor”. Es decir, vence sigilosamente la oscuridad del ultramundo para emanciparse hacia arriba de la fatalidad del abajo y encontrar el sol. Insumisión, perseverancia, ingeniosidad son algunos de los términos que usa el escritor para hablar de este tipo particular de inteligencia, que siempre me ha hecho pensar en el modo de transitar por el arte de Matilde Casazola (Sucre-Bolivia, 1943). La comparación no es artificiosa. Maeterlinck le asigna al mundo vegetal una agencia sutil y reticular, es decir colectiva, en la que cada flor es una, precisamente porque su raíz está conectada con un mundo mayor y más profundo que ella y que finalmente da pie a una fuerza individual, que no es ni está sola en el mundo.
Matilde Casazola cambió la cultura contemporánea sin que nos diéramos cuenta, en una tentativa poética “micropolítica”, sin precedentes. Su ser discreto, como el ser vegetal que nos presenta Maeterlinck, hace suyos los métodos de la sutileza. Se retira de sí misma, desaparece, goza de ser invisible momentáneamente y, en un acto de disidencia frente a un sistema canónico y patriarcal que todo lo prescribe con sus normas, reaparece, no renunciando a su esencia, sino reafirmándola y estallando desde adentro todo lo conocido.

Para mí, escribir sobre Matilde Casazola, significa evidenciar y compartir ese increíble proceso de disidencia y agencia artística, que produce un yo, díscolo y anticanónico, profundamente enraizado en el nosotros. Por eso invité a cinco escritoras a escribir conmigo, en “muchedumbre”. Poetas, narradoras, periodistas, dramaturgas, feministas, cinéfilas, grandes lectoras, mujeres que saben reírse de sí mismas (Denisse, Alba, Paola, Ross y Adriana), han venido a responder junto a mí a la pregunta de ¿cómo leer a Matilde Casazola hoy? Porque no queríamos erigir una estatua, no; sino, establecer una conversación con su poesía, como si la hubiésemos encontrado en el lugar más ignoto, sin saber de quién es el nombre, ateniéndonos solo al cuerpo imperecedero de su escritura.
Por lo demás, la ópera ha sido un género fundacionalmente masculino, donde grandes autores, hombres, escriben en solitario (el gran genio individual) sobre mujeres dramáticas, destinadas a la muerte (Carmen, Abigaille, Lakmé, Aída, Violetta, Madame Butterfly, entre muchas otras). Esta ópera está escrita en colectivo, por seis mujeres y, esto es lo más extraordinario: con la poesía viva de Matilde Casazola, que es “la” voz de esta aventura. Nuestra heroína es un muchacha atrevida y curiosa, una suerte de Alicia un poco dark, que se encuentra con un verso de Matilde Casazola, en la barra de un bar y le vuela la cabeza. De ahí en más, esta cuenca nocturna, es una sucesión de preguntas sobre la vida, el lenguaje, el arte, el pozo de la escritura, los tormentos o las obsesiones de la imaginación, sobre la mirada y la voz y también sobre cuándo dejar a la madre. Nuestra Mati camina su propia tormenta, entiende que la escritura ocurre en el cuerpo y en el pensamiento, se vuelve trompo, cigarra, baja al infierno interpelada por las desaparecidas y las muertas de nuestro tiempo, enfrenta a Dios, conversa con Matilde y se despide de ella porque ha entendido que nunca se escribe en solitario, que “no somos voces descalzas”. Y que, después de todo, siempre habrá “una mota de sol”.
Magela Baudoin
Agosto, 2023

