Pedagogía especial para educar al indio en su propio medio: una sugerencia con actitud recelosa de Araujo
“Uno a través de la educación, quiérase o no, adquiere conocimientos, pero a la vez también desarrolla sus potencialidades físicas, intelectuales y espirituales. La desunión entre instrucción y educación no es posible”
Otro de los intelectuales que se suma al debate educativo, a principios y a mediados del siglo XX, es Eduardo Araujo Villegas, quien en 1942 para ingresar al seno de la Sociedad de Historia y Geográfica “Potosí” presentó un ensayo intitulado “El problema de la educación de indio en Bolivia”. El mencionado trabajo intelectual, que se encuentra en las páginas 175 a 182, fue publicado en el Boletín de la Sociedad Geográfica y de Historia “Potosí”, Año XXIX, Número 10, 2 de julio de 1942.
Araujo en su ensayo es partidario con la educación del indio, pero es demasiado receloso con la misma, porque creía que el indio letrado en el transcurso del tiempo se volvería un citadino más. Y para que no ocurra aquella situación, planteará que al indio se debe educar en su propio ambiente para que, posteriormente, no abandone. En términos generales, la educación para el indio no debería ser para que emule los hábitos de la clase dominante, menos para que haga uso de una camisa, corbata y sombrero como los citadinos. Estas son algunas puntualizaciones que se desarrollarán a continuación.
El atraso en cuestión de la “civilización” y progreso del país es injustamente inculpado al indio con estos términos: “Dos millones de indios rutinarios, de costumbres casi primitivas, fanáticas, ignorantes; llenas de alusiones, viciosas, cerrados en un casi salvaje conservatismo. Dos millones de indios incivilizados, que sirven de un poderoso lastre que sujeta a la Nación, impidiendo su marcha hacia el progreso”. Dos millones de indios en condición servil que, obviamente, no podrían contribuir en nada al desarrollo del país. Todos los vicios o taras que señala, en los hechos eran muy convenientes para los explotadores y aprovechadores del indio, además como no tenían derecho a la educación, sus actitudes no podrían haber sido mejor o peor al de los citadinos.
En sus apreciaciones también alude a la guerra del Chaco, pero con relación a la participación del indio, tal como asevera: “La guerra del Chaco nos ha servido de ejemplo para darnos cuenta del valor negativo del indio dentro de nuestra nacionalidad; y la dura experiencia que de ella hemos sacado, nos señala nuestro deber en la hora presente: el de convertir al indio en un elemento útil a la sociedad y la Patria”. El indio es estigmatizado negativamente. No precisa cuál ha sido el rol de los indígenas en el campo de batalla. Sólo atina en decir que es un elemento negativo para el país, que requería ser convertido en algo útil.
En el campo educativo menciona a las escuelas indigenales como ser a Caiza, San Lucas y Warisata, con respecto a estas escuelas dice: “no hacen sino alfabetizar al indio, darles conocimientos superficiales de lo que son las ciencias y las artes. En una palabra, tratan de instruir al indio pensando que, de esta manera, éste ha de incorporarse a la civilización”. Su apreciación es muy antojadiza porque presupone sin haber sido docente de esas escuelas. Aunque sea una simple alfabetización con conocimientos paupérrimos, para esa época era un avance extraordinario.
Por otra parte, hace distinción entre lo que es la instrucción y educación de la siguiente manera: “La instrucción se refiere únicamente a la adquisición de conocimientos de todo lo que ha dado al mundo el saber humano; y la educación, se define diciendo en términos sencillos, qué es el desarrollo progresivo de las facultades físicas, intelectuales y morales de un individuo hasta conseguir que pueda luchar por sí solo en la vida, siendo un elemento útil a la sociedad”. El autor hace una falsa discusión, porque tanto la instrucción y la educación son dependientes. Uno a través de la educación, quiérase o no, adquiere conocimientos, pero a la vez también desarrolla sus potencialidades físicas, intelectuales y espirituales. La desunión entre instrucción y educación no es posible. La supeditación entre ambos es inevitable.
Otra temática tratada es la distinción a partir del uso de un determinado ropaje. El indio así tenga una educación elemental, según el autor, no tendría que vestir a la usanza del citadino, menos educarse en las ciudades, al respecto expresa: “El lugar del indio está en el campo, y allá ha de educarse. Alguien dijo: no le pongamos cuello al indio, ni le enseñemos a amarrarse la corbata, porque con esta postura incómoda, no acostumbrada para él, lo volveremos más inútil”. El uso de aquellas prendas los volvería inútiles a los indígenas y no así a la clase social que representa el escritor. En otras palabras, por su actitud recelosa, no quería que el indio se vista como ellos, ni que se coloque el nombre de los “señores” para que no vaya presumiendo de que es inteligente con el fin de excusarse del trabajo físico, así como irónicamente menciona: “El día en que se pone un sombrero de paño fino, cree tener la misma cabeza que aquel señor que usa sombrero idéntico y su frente ya no suda más en el trabajo, porque el señor no acostumbra sudar”.
Las distintas opiniones que vierte sobre la educación del indio son a partir de una pedagogía especial, porque como dice: “Sería insensato y necio, querer educar al indio con los principios y normas que la pedagogía conocida hasta ahora aconseja. Tenemos que crear otros principios que concuerden con la naturaleza de nuestro indio. Tenemos que hacer una pedagogía especial; una pedagogía nacional. Y hacer eso, sólo conseguirán los que han vivido con él, los que están compenetrados de su espíritu y de su sangre. No los que creen saber del indio, como hay muchos”. La elaboración de aquel instrumento educativo estaría a cargo de aquellas personas muy allegadas a la vivencia de los indios, no para que en su educación estén a la par de los citadinos, sino para que se enmarañen en sus propias vivencias; en ese marco, la educación para el indio debería reproducir en las aulas lo que hacían en el hogar o en la comunidad.
El pesimismo hace escarnio en el autor. Creía que el indio sería incapaz de llegar a una formación completa. Al respecto, sin mencionar los motivos, sostiene lo que sigue: “estamos convencidos de que el indio no llegará nunca a una instrucción completa; sólo podrá semi-instruirse, semi-civilizarse. Quedará siempre oscilando entre la civilización y la barbarie; y el indio, en este estado de semi-civilización, llamémosle refinamiento, es un elemento peligroso en vez de útil”. El indio, tal vez en aquellos tiempos, no podía alcanzar una formación completa, pero en lo posterior se ha visto que sí pueden alcanzar el último grado académico. Se puede aceptar que en sus comportamientos se quede a medias o rezagado, o que no exista un correlato entre su nivel académico y sus hábitos. El indio, al igual que los otros, puede quedarse a medias en su formación, incluso en su “civilización”, pero también puede avanzar o culminar. Todos son, sin excepción, propensos a quedarse semi-instruidos. Aquello no es una exclusividad del indio, como pretende hacer ver el autor.
Araujo habla también sobre el aseo personal de los indígenas. Estos, según él, no serían propensos a los hábitos de higiene; sin embargo, aquella actitud renuente sería revertida: “Enseñándole Higiene. Obligándole a adquirir desde niño hábitos de limpieza personal y de su casa; haciéndole comprender que la suciedad es el origen de todos sus grandes males, especialmente el de su condición de paria. Y así, señores, transformando poco a poco el espíritu y las costumbres del indio, lo habremos educado y hecho de él un elemento útil a la Sociedad y a la Patria”. El problema en sí, no radicaba en la enseñanza o no de los hábitos de higiene, sino en la accesibilidad de los insumos para el aseo personal. El indio por su condición servil y por su casi inexistente economía, no podía darse el privilegio de adquirir un simple jabón. Aquel artículo para el aseo era un lujo empleado sólo por la clase dominante.
La sociedad boliviana como no es homogénea geográfica y socialmente, sus distintos grupos autóctonos tampoco lo eran. Tomando aquella realidad y de manera conclusiva manifiesta: “en cada lugar, a cada tipo de indios, se le dará una educación especial que, dentro de su sistema de vida, lo convierta en un elemento útil a sí mismo y a la sociedad. Así señores, se lo habrá incorporado a la civilización, y no con guantes y camisa de seda como piensan otros”. En esta cita su opción no es por una educación única, sino por una especial para cada grupo de los indígenas. Estos grupos, de acuerdo a su forma de vida y su contexto geográfico, deberían ser enseñados algunos conocimientos prácticos de la agricultura, botánica y veterinaria para que dejen de ser inútiles, agrega el autor. A los indios no se podría haber catalogado de inútiles, si ellos para sus patrones estaban obligados a trabajar y a prestar algunos servicios gratuitamente.
Para terminar, una pedagogía especial para educar en su propio ambiente, sólo fue un enunciado porque en ningún párrafo precisa en qué consistía aquella sugerencia; sin embargo, en torno a esa posibilidad esbozó algunos criterios muy limitados a la agricultura. El autor no vislumbra otras posibilidades por temor a que el indio con formación se comporte o viva como los citadinos. Su lógica al parecer es que el indio tiene que ser indio, aunque esté civilizado o educado.

