'Naturaleza rosada': una instalación acerca del deseo
“La instalación artística es una manera de expandir el dominio de los derechos soberanos del artista, desde el objeto individual hacia el espacio mismo de la exhibición. […] Bajo el régimen de la libertad artística, cada artista tiene el derecho soberano de producir arte exclusivamente de acuerdo con su imaginación”. (GROYS, 2020).
Entrando a la sala de Kiosko Galería encontramos un inusual mundo imaginativo, propuesto por el artista Randy Rojas con el título “Naturaleza rosada” (Vigente hasta el 25 de octubre 2024). Se trata de una instalación en la que coexisten los lenguajes de la pintura, la cianotipia y la escultura junto con el objeto encontrado. En medio de la sala blanca de la galería, el color rosado predomina en casi todos los elementos exhibidos, haciendo recuerdo por un instante a las instalaciones de Raquel Schwartz en la década de los 2000, en las que forró con peluche rosado diferentes espacios y objetos; particularmente en una de las obras emblemáticas de la artista, “Ilusión” (2005), realizada in situ en la Bienal del Mercosur, envolvió con peluche rosado un ambiente familiar de comedor, no sólo las paredes de la casa, sino también los muebles y utensilios además del baño.
Randy Rojas afirma estar al tanto de este antecedente, pero indica que llegó al color rosado por otro camino. El asunto de este artista –Licenciado en Artes Dramáticas por la Escuela Nacional de Teatro de Santa Cruz de la Sierra– fue hacerse un alter ego, por ello firma como @cambitamalcriado, y fabricar un mundo desde ahí en “Naturaleza rosada”. Se trata de su primera exposición individual, se apropia de un espacio de exhibición para crear un “territorio seguro”, donde podrá teñir de color rosado las relaciones que mantiene con el mundo. En el caso de Raquel Schwartz, la asociación del color rosa era con la búsqueda de la felicidad, convirtiendo un ambiente de la cotidianeidad en un lugar imaginario y lúdico, simbólico de una vida tanto perfecta como plástica. Rojas en cambio alude más directamente a las connotaciones sexuales y a las distinciones de género en el imaginario social ortodoxo.
Delirar en colores
En el último tiempo, Kiosko Galería viene siendo plataforma de exposiciones cuya temática aborda los significados posibles de diferentes colores; ya lo hicieron con el negro anteriormente (“Noir”), y este año se han ido sucediendo tres exposiciones, cada una de ellas dedicada a uno de los colores de la bandera de Bolivia: “Rojo” (junio 2024), “Amarillo” (agosto 2024) y “Verde” (octubre 2024). Pero mientras la consigna curatorial de aquellas tomó como disparador lo que representan estos colores en el símbolo patrio, lo que hizo Randy Rojas con el rosado parecía, a priori, no tener un referente con la misma carga simbólica o histórica.
En términos psicológicos, el color rosado proyecta optimismo, es purificador y armonizador, y en Santa Cruz nos recuerda también a las flores caídas del árbol Toborochi que embellecen las calles en la estación otoñal. Recuérdese la expresión popular “ver las cosas color de rosa”, asociada a la inocencia y la delicadeza, también a cierta calma y suavidad. Por otro lado, suele asociarse el color a lo femenino mucho más que a la masculinidad. Rojas coloca el dedo ahí, reflexionando acerca del ser gay en la ciudad de Santa Cruz ya desde sus primeras intervenciones. Podríamos referirnos también a la simbología de la bandera del arcoíris, diseñada en 1978 por Gilbert Baker, representativa de la libertad para la comunidad de homosexuales. El rosado en esta bandera representa la sexualidad.
Así pues, veremos que Randy Rojas ha descontextualizado al tacú, utensilio de la cocina tradicional cruceña, para componerlo en una instalación con otros objetos, tales como la representación del pene erecto humano, espinas de Toborochi, ramas de árbol, frutos de lana, y todo ello reunido por el color rosado.
En un texto de difusión de la exposición, se indica que la intención del artista es “construir un hogar protegido donde poder jugar con el color, disfrutar de las formas fálicas, conectarse con la naturaleza que lo identifica, como camba, como cruceño, como boliviano”.
Desear es delirar
Ya podemos imaginarnos de qué hubiera hablado Sigmund Freud al ver en esta sala las alusiones a formas fálicas y la representación misma del pene erecto posado sobre una silla colgante. Y es que el psicoanálisis freudiano traduce casi todo a un único factor, ve fantasmas de Edipo por todas partes, sea la imagen del padre o de la madre, del falo, etc. En nuestro caso, apoyados en la filosofía constructivista de Gilles Deleuze, quisiéramos plantear algo muy sencillo: “Naturaleza rosada” no es acerca del complejo de Edipo, ni de la obsesión por un color, sino que es ante todo acerca del deseo. Decía Deleuze que no se desean cosas particulares, sino que siempre deseamos en conjuntos.
“Cuando una mujer dice: deseo un vestido, deseo tal vestido o tal blusa, es evidente que no desea tal vestido en abstracto. Ella lo desea en un contexto de su vida, que ella va a organizar el deseo en relación no tanto con un paisaje, más con personas que son sus amigas, o que no son sus amigas, con su profesión, etc. Nunca deseo algo solo, tampoco deseo un conjunto, deseo en un conjunto”. (Deleuze, 1988).
El deseo hace delirar y pone en movimiento poblaciones, climas, colores, geografías, colectividades. En este trabajo, Randy Rojas toma el color rosado como plano, no como fin. Lejos de aferrarse al lamento de la marginalidad, Rojas prefiere el deseo inventivo, su delirio lo lleva a inventar un territorio imaginativo donde reúne elementos representativos de la subjetividad con la que se identifica y del contexto social en el que se desenvuelve. Los reúne para dislocarlos. Más allá de la cercanía inicial con la instalación de Raquel Schwartz, el antecedente más crucial para “Naturaleza rosada” tal vez sea otra exposición que pudo verse en la misma sala hace un año: “Kambae” (2023). Fue un ejercicio colectivo, bajo la curaduría de Rodrigo Rada, que buscaba deconstruir la tradicional comprensión del ser camba, a partir de un diálogo creativo con ciertas formas del costumbrismo local y sus símbolos tradicionales, como ser la bandera de Santa Cruz, el Sombrero de Sao, o la intervención sobre objetos artesanales identitarios.
Así entonces, “Naturaleza rosada” es un modo de resistencia desde el campo de la ficción, que cuestiona las cadenas significantes establecidas en la formación típica del ser camba, a favor de una comunidad con la que Rojas se identifica, un delirio en rosa que no se cuelga de la bandera de la marginalidad, sino que más bien ejercita una voluntad constructivista, de invocar otros escenarios incluyentes para la interacción humana en los tiempos que corren.


