Memphis la Blusera. Esa noche de junio
Impresiones personales de un reciente concierto de la banda argentina de blues y evocaciones sobre su recepción en la Bolivia de inicios de este siglo
Casi al final, una piba hermosa se acerca al escenario y le entrega un ramo de rosas al cantante. Ella quiere que canten su canción. En una mesa él mira la escena, busca en sus recuerdos las tardes cuando escuchaba ese disco grabado en el Colón. Más allá, más bien desde el principio, en otra mesa, ellos fueron a ver a uno de los músicos que es el abuelo de otro chico que está sentado viendo lo que sucede en esa noche otoñal y porteña.
Memphis la blusera, el icónico grupo de blues argentino, se presenta la noche del 1 de junio en el Paseo La Plaza en Buenos Aires. Afuera/adentro “calle Corrientes se llena de gente, que viene y que va…salen del cine, ríen y lloran, se aman, se pelean, se vuelven a amar”. La piba hermosa se queda sin su canción, le pide “Lobo de mar” y sabe sin saber que es “La sirenita…” todavía pasarán unos días para ensamblar el nombre del tema en su título absoluto y total.
En 2003, alguien llegó a La Paz con ese famoso/glorioso disco “Memphis la blusera y la Orquesta Sinfónica Nacional. En vivo en el Colón”. A los 17 años (otra vez esos 17, volver a ellos), todo el sonido de esa banda en un momento histórico -casi histérico- del país, inunda con sus canciones el patio de una casa en Sopocachi, son tardes de luz en medio de algo que está hirviendo afuera, es la propia historia del país y la música va por otros rincones. De ese disco se acuerda él. Esa grabación que deja para el después toda la aventura musical impulsada por la Orquesta Sinfónica Nacional dirigida por Pedro Ignacio Calderón en el Ciclo de Conciertos Populares. De esa “travesura” queda también 11 Episodios Sinfónicos de Gustavo Cerati, por ejemplo, que es justamente el primero de los conciertos, el que justamente antecede al de Memphis. Todo eso sucedía un año antes en Buenos Aires, en 2002, donde siempre están pasando cosas, independientemente del cuándo.
Pasaron 21 años del concierto, es lógico que un nieto de los músicos empiece a descubrirlos en escenarios más íntimos luego del hito de aquel disco, y en esa mesa recibe todos los homenajes de la banda, y aquí hay un gesto, aquel que reconoce la hazaña de seguir haciendo música. Atravesando su propio legado la banda que no deja de ser prolija en sus interpretaciones y que convoca a las nostalgias con su vigencia arrolladora vuelve a decir presente.
La piba hermosa no ha dejado de sonreír en este concierto, está entre quienes parecen estar cumpliendo el sueño y los que han elegido la noche para volver a encontrarse, tal vez se está encontrando a ella misma mientras escucha con todo el cuerpo (y más allá de él) esas canciones que se anima a cantar como buscando las palabras para decir otras cosas. Memphis suena preciosa, ver al cantante es sentir intensamente lo que está diciendo, y en un espacio íntimo recorre una carrera musical que se ha impregnado en varias generaciones.
¿Qué hay en esta Memphis de hoy? Se acaba el concierto, no importa que “La sirenita y el lobo de mar” quedaran para después, quizás esto le otorgue a la bella versión del disco en el Colón un lugar de privilegio y resista al paso del tiempo impoluta en la memoria sonando cuando ya han dejado de tocar sus otras canciones. Lo que queda es la sensación de estar frente a una de esas bandas que puede estar más allá de su propio tiempo, quizás como la cubana Buena Vista Social Club, o como el experimento peruano de Cumbia All Star, cerquita a esa otra resurrección del Perú que se llama Los Mirlos.
Memphis la blusera está vigente, para sorpresa de algunos que se preguntan si siguen actuando, la banda está viva, y suena bien. El nieto parece estar sorprendido de estar asistiendo al concierto del abuelo, la piba hermosa no deja de sonreír (ella todavía se quedará unos minutos para decirle algo a uno de los músicos o a todos, aunque tal vez es al revés, que los muchachos de Memphis tienen algo que decirle) y él, él sabe que afuera está Corrientes, y creo que canta sin cantar, y piensa en moscato y pizza…de seguro que todas las historias que están respirando esa noche en un mismo lugar guardarán algo para el después. Tal vez ellos dos, tomen un taxi más tarde para buscar otras flores en Plaza Italia, solo para saludar a Garibaldi, o tal vez para decirse más de lo que esta ciudad puede resistir.

