Luis Arancibia, buscando una voz
Una lectura de los dos poemarios ‘Así de amor’ y ‘Como de tierra’, autoeditados por el escritor boliviano
“Así de amor” y “Como de tierra” son dos poemarios en uno de Luis M. Arancibia Fernández. Como no tenemos en Bolivia editoriales especializadas en poesía (nadie compra) y como los sellos -como 3600- se dedican a imprimir “bajo demanda” (sacan tapas pero no interiores) en lo que ellos llaman “estrategias de ingeniería editorial”, los poetas se autopublican sus propias obras. Arancibia es uno de esos valientes.
“Así de amor” es un poemario sobre el amor, a ratos cursi. Los poemas de Arancibia tienen la musicalidad de una canción. Recuerdan a los poemas son/oros del cubano Nicolás Guillén; rememoran a Girondo, Benedetti y/o Neruda. O a las tonadas de otro cubano, Silvio Rodríguez. Y si de hablar de poesía boliviana de quilates se tratase, a veces parecería uno estar ante un discípulo de Eduardo Mitre, uno que está a la búsqueda de su (propia) voz (poética).
Las canciones/poemas de Arancibia tratan de amores/desamores, de ausencias/sombras, de revolución; entre los parques de Nueva York, el malecón de La Habana y las calles en llamas de Bolivia.
En ese afán por encontrar una voz propia, Arancibia a ratos se enamora de sí mismo, se trafulca con ese estilo anhelado, abusa de las palabras rebuscadas, tradicional/supuestamente poéticas (y estoy hablando -por ejemplo- del “frígido cemento”).
Pero cuando es capaz de desembarazarse de cursilerías/corsets, asoma una voz. “El silencio sigue / siguen tus latidos / temo no entender la dimensión de tu partida / temo un estallido con sabor a asfalto, sangre y piedras frías / temo tener que dejar de saberte, no tener tu mano para cruzar los libros / salgo de mis rezos nuevamente / y sigues escrutando la posibilidad de alguna tumba. / El silencio ha terminado / no sueros ni soluciones ni salinas ni adormecedoras. / No duermes pero no respiras, en fin, así es la muerte”.
Y cuando la obligación de rimar (de ahí ese tono de canción) sea depurada quizás esa voz regale más estrofas como esta: “Por eso perdí tantos relojes / (nadie merece el mal llamado tiempo) / como súbito cálculo de insomnio, / jamás me atreví a mirar aquellas flores / o el rostro de aquel elefante adolorido”.
El segundo poemario lleva por nombre “Como de tierra”. Tiene un afán más narrativo, asoman personajes/paisajes. “A la ulupica”, a ratos, recuerda al “Pájaro revolucionario” de Óscar Alfaro. Entonces, el lector/lectora viaja por “Palestina” (“ningún sismo en la historia / retumban como tus gestas”); llega a Huayllani, Senkata y Sacaba (“vienen los aviones / sin alma, pero con destellos, / vienen por el cielo / para robarnos la mañana”); atraviesa abriles, mayos y octubres en el recuerdo; siente nostalgia de revueltas que se gritan cantando; y descansa en “Potoj” para ser latido que asciende (“subiendo no sabemos de nubes”).
La poesía incipiente de Arancibia -ese que busca su voz- necesita/pide una destilación; algún día sus poemas serán decantados.

