Los fantasmas (de Loayza) viajan deprisa
La exposición 'Los fantasmas pendientes' permanecerá abierta en el Espacio Simón I. Patiño de Sopocachi/La Paz hasta el próximo lunes 20 de noviembre
Diego Andrés Loayza Minaya pinta fantasmas. Al óleo. Es libre porque está preso de sus fantasmas/personajes. También hace retratos y autorretratos. Y desnudos, masculinos y femeninos. Diego Loayza pinta cuerpos y carne. Escribe (“De Kenchas, perdularios y otros malvivientes”, El Cuervo, 2013 y “La isla trasnochada”, Plural, 2016); hace cine (el guion de “Sirena”, 2012 junto a su hermano ”Piñas”); hace cómics (“El monstruo del Choqueyapu, Gente Común, 2011); saca fotos (durante algunos campeonatos se coloca detrás del arco del club Bolívar en la curva norte para inmortalizar de cerca al “Rompe/Huesos”).
Su patio particular se esconde detrás de sus pinturas. Expresionismo. Terror. Caravaggio (el padre de la pintura moderna) y Tim Burton (y su universo). Goya y Munch. El surrealismo. Blake y los desgarros de Bacon. El Greco y Giacometti. Monstruos y sombras. El Bosco y un díptico potosino con jardín. Infierno en la tierra y crucifixión. Rembrandt. Siempre Rembrandt y su dibujo. Atmósferas claustrofóbicas. Paisajes sombríos/espacios extensos. Pánico. Pesadillas azules como la noche oscura. Y un erotismo que se cuela por los poros, como los ángeles en el alcohol.
Los fantasmas de Loayza viajan deprisa. Ni siquiera el pintor -que pintar con horror- sabe que fantasmas asomarán en el porvenir mascando coca. Decía Kandinsky que el arte se asienta sobre una “necesidad interior”; que todo lo que crea el arte es bello. Los fantasmas de Loayza llegan para paliar soledades y angustias. Todo es culpa de la confusión. Por eso vemos tanta deformación.
Sus obras son manchas y medusas; son tributos a las despiadadas diosas femeninas del genio del Barroco. Son viscosidades y tentáculos del Gótico. Son los cadáveres del novio. Y los hijos devorados. Y serpientes. Hay tortura, muerte y “akelarre”. Son cabezas decapitadas y ciudades bíblicas destruidas. Son jorobados y curvas. Todos se juntan para marcar/mascar un universo antiguo que viene de lejos, que viene desde las entrañas, que te/se abraza. Es el mundo del Diego: (claro)oscuro, violento, tremebundo, crudo. Solo sus espectros flotantes y sus meninas parecen estar vivos/vivas.
Si te atreves a mirar de frente a sus fantasmas (y sus chicas) vas a quedar petrificado. Un consejo: camina por la galería del Espacio Patino en La Paz de costadito, no hagas mucho ruido. Ten cuidado con los sueños de su razón. No dejes que te miren los “miles de ojos”.
Los fantasmas alucinados de Diego Loayza están ahí para proteger el lugar, para defenderte del pintor y sus abismos/miedos. Una noche de estas los fantasmas consumarán su venganza entre tinieblas. Por eso tiene prisa. Loayza estará ahí para pintarlos. Al óleo, descendido del cielo con su paleta tenebrista/colorista. Será su juicio final, su fiesta terminal; será su revolución invertida.

