‘Los arcángeles mensajeros’: La imagen del poder en la doctrina colonial
Texto curatorial de la exposición que inauguró el Museo Nacional de Arte (MNA) el 17 de agosto, en sus instalaciones de La Paz. La muestra estará abierta al público hasta el 15 de septiembre
El Museo Nacional de Arte inauguró el jueves 17 de agosto la muestra “Los arcángeles mensajeros”. La imagen del poder en la doctrina colonial está enmarcada en el guion curatorial que nos permitió seleccionar una serie de lienzos de la colección del MNA, que coinciden con esta investigación que hace en sí a la muestra y es un privilegio compartirlo con el público de nuestro repositorio.
Los ángeles son creaciones previas al hombre por tanto su predilección como hijos de Dios generó la envidia de Satanás, quien se habría rebelado contra el Creador, de acuerdo a la doctrina de las religiones monoteístas (judaísmo, cristianismo e islam). Textos sagrados, como la Biblia o el Corán, señalan que los ángeles son mensajeros de Dios y que cumplen tareas que les son encomendadas. Por ejemplo, el ángel de Yahveh en el éxodo de los judíos de Egipto, o la anunciación del arcángel Gabriel a María para el nacimiento de Jesús o las revelaciones de Mahoma transmitida por el ángel Gabriel. Las tareas eran confiadas a los mensajeros celestiales porque era imposible mirar a Dios directamente a la cara.
Miguel, Gabriel y Rafael hoy son el objeto de la muestra “Arcángeles mensajeros”, quien, según la tradición ortodoxa, se llaman: Baraquiel, Jegudiel y Sealtiel. De los siete, en el año 746, el Concilio de Letrán limitó el culto a los tres primeros. Y a los tres se les atribuyen gestas importantes en la historia de la Salvación, y presentan una variada iconografía, relacionada con sus acciones, especialmente a Miguel, que tiene una personalidad más definida. También son objeto de culto otros de origen apócrifo, como; Uriel, Nuriel, Uryan, Jeremiel, Vretil, Suriel, Auriel, Puruel, Phanuel, Fanuel o Jehoel. Uriel hace referencia al ángel de la luz, luz de las estrellas.
En el cielo andino antes de 1533 no existía ningún dios cristiano. El creador era conticci wiracocha, existían hombres cóndor, pumas alados, serpientes aladas. La llama era un animal hermano y estaba en las constelaciones como en la vida terrenal, los mallkis eran los “wak’as” más importantes. Los cerros estaban humanizados y se convivía con los muertos. Las piedras tenían vida y la virginidad no tenía ningún valor, no existía el matrimonio como institución de control religiosa o estatal, sino la libre unión de las parejas, pues no se requería del paraíso para tener salvación. Una vez llegados los extraños cristianos impusieron a pacto y fuerza su forma de vida y de creencia, la bula veritas ipsa promulgada por el papa Pablo III el 2 de junio de 1537, da por “supuesta la racionalidad del indio”, La misma establecía la importancia y obligación de predicar entre los indios la doctrina cristiana y la salvación eterna de las almas de los habitantes de América. Por tanto, el alma se le es concedida al indio desde esta fecha.
El indio con alma asignada tiene que sentir temor de algo y ese algo es dios y el estado colonial el demonio que personifica el mal; será pues el ejemplo del castigo a la desobediencia, un infierno eterno será la imagen más cotidiana en lienzos del altiplano andino. Este sistema requerirá entonces de una forma de evangelización doctrinaria, el medio pedagógico serán los oficios o artes mecánicas, es decir, aquellas que se realizaban con las manos y quienes las ejercitaba vivían de la venta de sus productos. Imagineros, entalladores, pintores, doradores, los oficios del arte serán los medios que conducirán a esta empresa a cientos de artistas y aventureros sobretodo sevillanos que se incorporan a esta gran empresa que en el reino del Perú y el mundo se llamará Potosí, la plata que globalizara la economía mundial y por primera vez circulará la moneda con valor universal riqueza de la cual su fuerza de trabajo será la mita, en la que millones de indios serán obligados a cumplir por los miedos y el temor de la doctrina impuesta y la represalia del estado virreinal.
El colonialismo europeo durante los siglos XVI al XVIII impuso en el “nuevo mundo” de manera obligatoria la evangelización cristiana católica, a través de la catequesis de la doctrina, clasificando las prácticas de ritualidad de los indios como idolatría y paganismo. Para lograr la evangelización masiva se impuso un proyecto estético, litúrgico y místico, que cotejó la esfera del poder celestial y la vida terrenal, el altar cristiano y el trono virreinal para establecer y representar imágenes con analogías entre el poder eclesiástico y el civil.
El arte barroco se convirtió en el instrumento de la Contrarreforma, en la herramienta de publicidad de las nuevas directrices de la iglesia católica. En el Concilio de Trento se decidió fomentar el culto a las imágenes religiosas e intensificar las representaciones de los misterios sagrados.
El lienzo de la colección del MNA de Miguel del Berrio, “La coronación de la virgen María por la santísima trinidad”, describe con una hermosa composición de la vida celestial, en la que en la parte superior destacan como custodios de la trinidad a los arcángeles Miguel, Gabriel, Ángel de la guarda, Rafael. Los mismos son parte de una escena de la vida celestial entronizada por la santísima trinidad, el padre, el hijo y el espíritu santo, que en su parte inferior están acompañados por los santos ya salvos en los cielos de la doctrina católica, un rompimiento de cielo también pone en tierra a la sagrada familia y como elemento de encuadre en primer plano esta la virgen María victoriosa ante el mal infernal, quien será uno de los personajes más importantes establecidos para la historia de la salvación, según la doctrina cristiana católica. Los “Arcángeles: mensajeros” son, sin duda, una parte importante de esta escena pictórica que encuadra y describe con propiedad. La imagen del poder en la doctrina colonial.
La coincidencia de la conquista de las tierras americanas por el reino de España y la fuerte reposición de la contrarreforma por parte de ordenes como los franciscanos, dominicos, mercedarios, agustinos, carmelitas y fundamentalmente los jesuitas, serán los encargados de la difusión de la imagen del trono celestial, la sagrada familia, los arcángeles y, sobre todo, de Miguel, coincidiendo el uso de esta imagen para demostrar al mundo creyente y converso el triunfo de la iglesia católica, contra los protestantes, quienes personificaron a la iglesia católica triunfante en Miguel y a los protestantes en la imagen del demonio o Luzbel el ángel caído. La corona española implementó su herencia bizantina en el Virreinato del Perú representando su doctrina en lienzos y bultos, con imágenes de ángeles y santos personificados como ejemplo de salvación, en el territorio andino y la amazonia para adoctrinar e imponer la subordinación socio-política y eclesiástica, sustentada en las jerarquías celestiales. La imagen de los lienzos buscaba otorgarle hegemonía al sistema colonial precedido por el virrey, su corte, milicias y súbditos.
Los conquistadores provenían de una España donde la confesión doctrinal era cotidiana y, además, estaban acostumbrados a enfrentarse a otras religiones ya fuera para exterminarlas o para marginarlas. El encuentro con los indígenas mantuvo intactos estos parámetros, de manera que desde el inicio de la conquista se elevó a la categoría de idolatría todos sus ritos, instituciones y experiencias religiosas. Para los obispos y curas la doctrina por sí misma no bastaba; una verdadera cristianización debía contar con una vigilancia sobre las costumbres y las prácticas religiosas idolátricas de los indios y la destrucción de sus “idolatrías” y la destrucción casi total de las culturas de cientos de pueblos, pues estorbaban la auténtica conversión cristiana católica de los indios infieles.
La colección del Museo Nacional de Arte cuenta con una serie de obras referidas a los ángeles y arcángeles, en los que destacan artistas de barroco andino como Diego de la Puente, Diego Quispe Tito, José López de los Ríos, Leonardo Flores, Melchor Pérez de Holguín, Miguel del Berrio y otros, anónimos que destacaron por pintar lienzos hoy de alto valor cultural. Las obras llenaron de color el altiplano, con devociones y advocaciones que se dispersaron por todo el territorio. Entre sus piezas están los ángeles militares que hechizaron a los indios amantes de las divinidades guerreras.
Arzans mencionara con énfasis que “[…] Sabida cosa es que los indios en todo este Nuevo Mundo […] el que los indios se hayan alzado con el ejercicio de todos los oficios, no sólo los mecánicos mas también los de arte, causando no poca admiración ver formar uno de estos naturales un retablo, una portada, una torre y todo un edificio perfecto y maravilloso sin tener conocimiento de la geometría ni aritmética, y (lo que es más) sin saber leer ni escribir; formar guarismos, caracteres y labores, como también hermosas figuras con el pico y el pincel, solamente con ver el dibujo; y como se ha experimentado su buena capacidad e inclinación, han alcanzado una real cédula para que los hijos de los caciques y gobernadores y los demás nobles indios.” (Arzans Bartolomé, 1676-1736). Muchos de estos artistas indios acabarán con fama o en el anonimato o los que no lograron ser certificados para el uso de la firma autorizada por las autoridades jerárquicas de la iglesia o de la corona española, que a lo largo del tiempo se constituirán mediante su obra en grandes maestros especialistas en el uso de las técnicas de los oficios del arte, tanto en la escultura como en la pintura. Estos artistas marginados por el sistema colonial dejaron también una memoria pictórica importante para nuestro patrimonio cultural. Esta exposición es, sin duda una, pequeña muestra de las más de trece mil obras que custodia el MNA y que en los últimos años incrementaron la colección.
Osvaldo Cruz Llanos
El autor es curador del MNA

