La mano propia no es anécdota
Una nueva crítica de la película boliviana dirigida por Gory Patiño, que sigue en cartelera de cines en La Paz y Santa Cruz
El último ganador del Festival de San Sebastián-Donostia, el cuarto del mundo, ha dicho: “no me interesan las causas ni la ideología, solo el cine”. Su nombre es Albert Serra y ha ganado la Concha de Oro 2024 con “Tardes de soledad”, un documental sobre la tauromaquia (léase la tortura animal). En esa frase pensaba mientras leía los créditos finales de “Mano propia”. Y me imaginaba al director y guionista Rodrigo “Gory” Patiño repitiendo: solo me interesa el cine.
“Mano propia” es una película tramposa. Bajo el envoltorio de cine comercial (un extraño cruce entre cine de acción, drama judicial y thriller criminal) se esconde una película abiertamente política e ideológica. (Nota mental: que sea parcialmente producida por un conocido/fracasado político de derechas es lo de menos. O no).
En un mundo polarizado donde la complejidad ha dado paso a la dicotomía buenos versus malos, “Mano propia” apuesta por repartir carnets de identidad a diestra y siniestra: los policías son buenos, los narcos son malos, los campesinos (del Chapare, aunque el filme haya sido rodado en Yungas y Beni) son peores, los fiscales son mejores y los políticos, corruptos, todos. No hay medias tintas.
Las campañas mediáticas estigmatizantes de los medios de comunicación hegemónicos cargaron durante siglos/años contra la justicia comunitaria. El objetivo: los linchamientos son parte de ella. No importa que no sea verdad. La película de Patiño -un eslabón “inocente” de estas estrategias conservadoras con tintes racistas/clasistas- es una vuelta de tuerca más. Consciente o inconsciente.
De la escena inicial donde se deja caer una supuesta complicidad de comunidades rurales aymaras del lago Titicaca con la pederastia no voy a hablar. Del nombre ficticio elegido para nombrar la escena del crimen -Villa Nogales-, tampoco. Solo diré que no está bien insultar el intelecto del espectador. A ratos me pregunto quiénes son los verdaderos bárbaros. Siempre es mejor mirar para otro lado.
“Mano propia” es también una obra fallida, cinematográficamente hablando. Su hándicap principal proviene de un guion confuso, endeble, simplista y reduccionista. Las líneas son superficiales como la película y la trama deja cabos sueltos por doquier. Los diálogos son teatrales, especialmente al inicio del filme. La (mala) escritura y la incapacidad a la hora de cerrar el filme son defectos que atraviesan nuestro cine boliviano. “Mano propia” no puede escapar de ambas.

La propia estructura narrativa (donde se apuesta por una fragmentación con diferentes puntos de vista para luego abandonarla) colabora en el desastre. Desastre significa deambular por el mar sin astros, sin brújula en el cielo. “Mano propia” se pierde en el horizonte espeso de la selva.
El tratamiento de la esperada escena violenta/mortal navega entre una falsa poesía visual, la banalidad del mal y un temor a ser explícito con el recurso de la distorsión por bandera. Lo que no se negocia es la apuesta burda por explotar el morbo, la sensiblería barata y la espectacularización del drama. Si la película no descarrilla totalmente, es gracias una dupla actoral que saca petróleo de una tierra infértil: Freddy Chipana y Alejandro Marañón regalan una actuación que la película no merece. El resto de personajes son sombras nada más.
A estas alturas del siglo, hablar de los aciertos técnicos del filme (en cuanto a su factura, fotografía, maquillaje, montaje y demás) no viene a cuento. Todo está correctamente ejecutado, en su sitio. Como la música de relleno de Cergio Prudencio.
Patiño -y su ya identificable estilo, proveniente del mundo publicitario y el videoclip- ha encasillado su filmografía (“Muralla” es el zénit) en los submundos de la crónica roja, supuestamente al margen de causas e ideologías; género que tiene una considerable aceptación de público, como el terror y los maniqueos superhéroes. En realidad, a Patiño (solo) le interesa la anécdota.
Post-scriptum: la nominación de esta película para representar a Bolivia en los Oscar da para el debate (ese que deberían propiciar instituciones como la Cinemateca o el Adecine). Siete personas elegidas por Asocine (la “academia” boliviana del cine) ha optado (en decisión no unánime) por “Mano propia”, fiel reflejo de una crítica/público dividido.

