‘La desaparición de Helena’ o la banalización del feminicidio
La película boliviana dirigida por Mirko Álvarez se exhibe en cines cochabambinos y de otras ciudades boliviana
La ópera prima de Mirko Álvarez Poppe arranca como un “thriller” con temática extraterrestre y termina como una supuesta denuncia de los feminicidios. ¿En qué momento el guion, responsabilidad también del mismo director chuquisaqueño, hace ese giro inaudito de 180 grados? ¿En qué cabeza cabe mezclar invasiones alienígenas, abducción de extraterrestres y asesinato de mujeres?
“La desaparición de Helena” tiene muchos pecados, pero la banalización del feminicidio no tiene perdón. Los constantes e insufribles primeros planos a bordo del auto de los dos protagonistas (una pareja de “youtubers”) para subrayar “ad nauseam” el carácter/tono de falso documental de la película salpican la hora y media de metraje.
La inverosimilitud de la trama (un caso de asesinato resuelto por dos “creadores de contenido”) aborta este intento de construir una película al estilo de los famosos “Expedientes X”. Los dos personajes (el rol masculino está interpretado por el “youtuber” Mosiah López Raldes) graban absolutamente todo y se toman “selfies” sin ton ni son.
No recuerdo exactamente si en la serie televisiva (a la que trata de imitar de manera trucha), Dana Scully era filmada practicando yoga, acicalándose en el baño y/o haciendo “pasarelas” un rato sí y otro también. El rol protagónico está a cargo de la actriz Mariana “Mey” Sueldo Bianchi, a la que vimos recientemente en “La lengua desnuda” (2024) de Jorge Sierra y en “Chicas bien” (2022) de Stephanie del Carpio.
Nota mental: ¿por qué el cine cruceño -obsesionado con entregar constantemente supuestos productos “comerciales”- tropieza una y otra vez en películas insustanciales? ¿será culpa esta crisis del “imán” que tiene Santa Cruz para los avistamientos extraterrestres y los fenómenos paranormales?
La presencia, interpretándose así mismo de Pablo Santa Cruz, un “experto” en fenómenos paranormales y extraterrestres, con un afiche apologético nazi (con el emblema de las SS) no hace otra cosa que colocar a la primera parte del filme en un serio aspirante a engrosar el catálogo de “cine barato, cine zeta, cine berreta” (el mítico y añorado programa de I-sat).
El filme navega por las procelosas aguas del cine más “kitsch”, rozando la comedia más absurda hasta que el guion pega un giro incomprensible en mitad del metraje, desvelando el supuesto misterio que ha tratado de armar (la causa de la desaparición de la famosa Helena). Si Alfred Hitchcock levantara la cabeza…
¿No hubiese sido mejor ahondar en esa trama de esperpento puro, en Samaipata como portal energético para seres de luz y otros extraterrestres, en las “abducciones objetivas” y en las injerencias alienígenas en Bolivia? El espectador que va esperando este (sub)género cinematográfico sale decepcionado. “La desaparición de Helena” es un extravío extravagante, en el mejor de los casos. Ni siquiera secundarios de lujo como Glenda Rodríguez y Jorge Arturo Lora son capaces de enderezar el rumbo de esta nave a la deriva.
Tratar en la ficción la lacra social de los feminicidios en Bolivia y “culpar” al “psicópata con lado oscuro” (el reporte final de la televisión habla de un “joven apuesto y deportista”) coloca a la película de Álvarez Poppe en el lado incorrecto/machista, por decirlo de manera suave.
Descontextualizar/minimizar las causas estructurales/patriarcales de los asesinatos de mujeres es lo último que uno puede esperar de esta nueva generación joven de cineastas bolivianos que apuesta por hacer ese mal llamado “cine posible”, sinónimo ahora de bajo presupuesto e ínfima calidad y talento.
Post-scriptum: en el estreno de la película en la Cinemateca Bolivia, sala uno para 194 personas, estamos apenas cuatro espectadores. Cuatro. El resto está en las redes sociales hablando de tunas. El cine boliviano ha muerto; el periodismo, también.

