Entrar en el ‘loop’
Sobre la exposición ‘Dar Vueltas’, del artista Ariel Flores, que está abierta al público en el Centro de Exposiciones del Palacio Portales
Esta exposición de objetos, de sombreros de chola, de cables, micrófonos, luces, artefactos eléctricos, cerámicas, vinilos grandes medianos y chicos; pequeñas cosas como si fueran juguetes perdidos en el cuarto de Sid, el niño malo de Toy Story y vueltos a ensamblar por la mano de un artista que ve en el mundo que lo rodea la mecánica de las cosas, de las relaciones, de los cuerpos, de la política, de la naturaleza. De las cosas que importan y que están siempre detrás de lo aparente. Como pequeñas presencias moviéndose detrás del gran telón que es el mundo es también la presencia de Ariel Flores (Argentina, Buenos Aires, 1977), como su arte.
Esta exposición que se presenta en el Centro de Exposiciones del Palacio Portales se llama “Dar vueltas. Instalaciones de luz y sonido” y como si estuviéramos encima de un disco Flores nos dice: “Dar vueltas. Dar vueltas para decir las cosas. Dar vueltas para empezar. Dar vueltas para terminar. Dar vueltas buscando algo. Salir a dar vueltas para pensar mejor. Dar vueltas para salir. Dar vueltas para decidir. Dar vueltas en la cabeza. La cabeza me da vueltas. Dar vueltas para pagar. Dar vueltas para cobrar. Dar vueltas las cosas, verlas de otra manera. Dar vueltas y empezar de nuevo. Dar vueltas y volver al mismo lugar. No paramos de dar vueltas, y si paramos, el mundo igual sigue dando vueltas. Dar vueltas para todo”.
La muestra habla de esta su obsesión por lo que gira y se proyecta en toda dirección. Formado en cine, Ariel Flores también se proyecta en otras artes como la ilustración con unos dibujos que parecen mundos fantásticos con animales fantásticos; el diseño gráfico, la música, el cine, el arte sonoro, la cerámica. Como un “hombre del Renacimiento”, Ariel Flores despliega delicadamente los giros creativos de su talento en “Dar vueltas” con seis instalaciones de luz y de sonido.
Lo cierto es que esta exposición nos habla de la mecánica del movimiento. El movimiento circular. El movimiento tan importante al momento de hacernos dar cuenta que avanzamos y que el tiempo no se ha detenido nunca.
El movimiento circular está en la base de las cosas más extrañas y hermosas: un planeta girando en su eje o alrededor del sol, los carretes del cine, las ruedas de las carrozas y de las bicicletas corriendo al viento, los tocadiscos, los ventiladores y molinetes, el péndulo en una sesión de hipnosis, los ojos de un camaleón curioso, el pensamiento, el recuerdo y la memoria. Las seis instalaciones sonoras y de luz que nos propone Ariel Flores apelan a la curiosidad para parar, mirar, escuchar, dejarse envolver y girar en estas islas para pensar o simplemente sentir.
Estas reflexiones concéntricas, descripciones sensoriales, astillas de recuerdos de las que se desprenden asociaciones interiores, son reflexiones sobre la misma naturaleza del sonido (“El jardín de los insectos”), sobre el cine y el sonido (“Moriré por ti”, “Sombrero de chola”), incluso sobre cómo funcionan las relaciones; las parejas persiguiéndose en el loop infinito de cariño (“Las relaciones” y “El baile de los que sobran”).
Con nostalgia, sensualidad, como en un romance, Ariel Flores pone todas estas ideas sobre discos de vinilo o tocadiscos dándole una materialidad diferente, como si, de alguna manera juguetona y obsesiva, lo que toca cada disco no fuera un sonido sino una fibra de nuestro cuerpo.
Como esos humildes cuadrados de madera de su obra “El baile de los que sobran”, que conocen unas esferas alrededor y no paran de bailar, el movimiento circular marca el eterno retorno, el ritmo perpetuo, la concentración y la expansión, un movimiento que nos invita a seguir el camino inverso del pasar pantalla cada tres segundos, nos invita a parar, escuchar y a aceptar la esfericidad del mundo, del contacto de los cuerpos. Son instalaciones que nos invitan a cambiar por un rato nuestra percepción del mundo desplegado en una pantalla negra y plana y volver a rodar en la sensualidad de la esfera.
Ariel Flores, que nació en Argentina en 1977 y que estudió cine y que aquí recurre a motores, micrófono y objetos encontrados, como en el ready made (coincidentemente uno de los primeros ready mades de Duchamp es “Rueda de bicicleta”. En 1913 puso una rueda encima de una banqueta), pareciera evocar la circularidad de la escritura de Borges en “Las ruinas circulares” (de El jardín de los senderos que se bifurcan, 1941), que habla de un hombre que se propone soñar a otro hombre y dotarlo de realidad y, a medida que su deseo se realiza, se da cuenta de que él también es el sueño de alguien.
“Dar vueltas” son operaciones conceptuales para volver un objeto algo con sentido. En el movimiento giratorio entramos como en una hipnosis al centro de nosotros mismos. Las obras de la muestra son reflexiones que nos empujan a pensar sobre qué es lo que nos mueve y nos hace seguir. Borges lo resumiría así: “El arte debe ser como ese espejo que nos revela nuestra propia cara”.
El movimiento circular marca el eterno retorno, el ritmo perpetuo, la concentración y expansión, la vida dando vueltas. En esta exposición se puede encontrar esta confirmación de que toda existencia humana está hecha fundamentalmente de repeticiones, pero también de juego, asombro y amor.

