El otro miembro de la banda
Una crónica del festival Bamba Fest, que se celebró el sábado 21 en el proyecto Martadero y congregó a una treintena de artistas nacionales e internacionales
El Martadero abrió sus puertas el pasado 21 de octubre para celebrar la primera edición de un proyecto sin duda ambicioso: el Bamba Fest, un festival cultural que reunió a más de treinta artistas nacionales e internacionales. El ex matadero de animales se llenó de música, exposiciones artísticas, comida, cerveza artesanal y chicha. Sin embargo, ¿qué es lo que hace a un buen festival, si no la gente que festeja? Esos personajes que hacen que el evento realmente cobre vida, y de los que el Bamba Fest no se exentó de alojar. Atuendos coloridos de telas porosas y pies descalzos, accesorios para el pelo y collares de piedras resaltaron entre un gentío sediento de buen arte y experiencias.
Son alrededor de las cinco de la tarde y Luciel Izumi está en el escenario Andino animando a un público que va aumentando con los minutos hasta volverse una sola multitud. Giran al ritmo de la diablada y alzan los brazos con la chacarera, mientras la charanguista mueve la cabeza al son de la música y su banda la acompaña manteniendo un mismo espíritu. Con vasos de cerveza en mano, los asistentes ven caer el sol e iniciar el juego de luces cuando toca unirse para bailar el ritmo folclórico por antonomasia: el caporal. Nada anima una fiesta como el caporal, y parece que nadie enciende a un público como Luciel, dejándolo listo para los siguientes artistas.
Al mismo tiempo, caminando hacia el lado derecho y pasando el puesto de Stier, está el escenario electrónico. Seres y posteriormente Babadono hacen zapatear a los asistentes que cierran los ojos y se envuelven en el humo de colores. El recinto se llena y vacía acorde al interés que los otros escenarios puedan generar. En cierto momento, es solo un hombre de pantalones cortos y sombrero de vaquero bailando al medio del escenario. Adentrándose en el jardín trasero del Martadero está el escenario Amazónico, con artistas de tinte urbano como Cumbia Kolla, Basstardah y Mc Hake. Mujeres descalzas bailan en círculos frente a la pantalla.
Les toca a los Últimos Glaciares y se encuentran frente a un mar de personas emocionadas. Animan a la multitud a moverse y se genera al medio el primer mosh de la noche. Grupos de fanáticos que no se conocen entre sí saltan y se chocan al ritmo del post-punk. Tocan canciones de su último álbum, Ceremonias, y un hombre de bandana blanca se acerca al borde del escenario a gritar y sacudir los brazos: “¡Qué buena banda, carajo!”. Johnny Rojas se ríe con el bajo en mano. Sigue Prana y frente al escenario aparece un hombre de pelo largo, lentes oscuros y maracas en mano, más ruidosas que la misma batería. Acompaña cada canción y celebra con la banda como un miembro más, relegado a público.
Tiquipaya Golden Blues, Ocasional Talento, Fran Aliss, Ácido Domingo, Wara, Los Espíritus, cada artista del Bamba tuvo una performance distintiva y digna de recordar. Sin embargo, al reseñar festivales poco se habla de los que hacen el espectáculo desde abajo. Es la gente, la que pagó su entrada y compró su chicha, la que tiene el poder de convertir un concierto más en el festival que celebra, tal como buscaban los organizadores, “la diversidad, la creatividad y la expresión individual”.
Alejandra Almaraz
Estudiante de Comunicación de la UPB – Cochabamba

