‘DtMF’: Nostalgia decolonial
Una lectura personal del último disco de Bad Bunny, el sexto de su carrera en solitario, que fue lanzado a principios de año
Llegué al álbum gracias al corto presentación que lleva el mismo título. La historia comienza con un monólogo de un viejito (presuntamente, Bad Bunny en muchos años) explayándose sobre su deseo de haber capturado mejor los momentos de su vida, disfrutando más su juventud y guardando mejor sus recuerdos, mientras le muestra sus fotos a su amigo Concho (un sapo emblemático de Puerto Rico).
Tras su breve diálogo, Benito viejito va a su panadería más cercana para comprar su habitual desayuno. En el trayecto pasa por casas habitadas por norteamericanos con música a tope que tranquilamente podría ser de Imagine Dragons (eww) y una banda de country genérica. En las calles solo se escucha inglés hablado por turistas y se ven rostros gringos que parecen sacados de una versión live action de Los Simpson.
Al llegar a la panadería, los pocos rostros boricuas que aparecen están en la cocina. Benito viejito apenas puede realizar su pedido ya que la cajera solo habla inglés. Su pedido de siempre ahora cuesta 30 dólares americanos (¡auch!) y él no tiene como pagarlo porque el recinto solo recibe dinero por tarjeta o QR. El momento difícil es visible en el rostro del protagonista, pero un compatriota se percata de la situación y paga por él, no sin antes decirse el uno al otro un “seguimo’ aquí” mientras se miran a los ojos.

Si bien hay más en el corto, este momento revela bien la trama decolonial del disco. Esta trama se desarrolla al tocar problemáticas sociales como la gentrificación, la “turistificación” (descrito por algunos como el colonialismo del siglo XXI) y reivindicando la identidad puertorriqueña y su cultura.
Quizás el principal exponente de esto es el tema “LO QUE LE PASÓ A HAWAii”, que describe a la isla a partir de su belleza, sus traumas colectivos y advierte del riesgo de perder la nación para convertirse en un complejo turístico. La canción narra historias de desplazamiento forzado por parte de campesinas y campesinos y la muerte de quienes se resistieron.
Si bien la letra habla exclusivamente de la situación puertorriqueña, la fuerza del coro con su “Quieren quitarme el río y también la playa, quieren el barrio mío y que tus hijos se vayan…” me hace pensar inmediatamente en los sufrimientos padecidos por los gazatíes y los palestinos en general. Si bien ellos afrontan crímenes más atroces como el genocidio y la limpieza étnica, los métodos colonos no difieren mucho entre sí, y el hecho que la letra pueda evocar la identificación de otras naciones con sus luchas (aún la nuestra), me parece un acierto muy grande.
Pero el coro también llama a no soltar la bandera y a no olvidar el lelolai, y es algo que está presente también en la música del álbum. La reivindicación de la identidad puertorriqueña ocurre también a partir de la mezcla de ritmos como el reggaetón, la salsa, la música jíbara y el bolero, entre otros. Esta reivindicación también se da a partir de un poco de fronteo con frases como “¿Cómo Bad Bunny va a ser rey del pop? Ey, con reggaetón y dembow”, en NUEVAYoL, y “Aquí nací yo y el reggaetón, pa’ que sepa’”, en VOY A LLeVARTE PA PR.
Debido a esto, no es sorpresa que los gringos y los europeos no entienden este disco – al igual que cualquier condición de desigualdad que viven quienes pertenecen al sur global. ¿Cómo lo van a entender si bailan reggaetón como si tuvieran hernias discales o esclerosis múltiple? ¿Cómo lo van a entender si sus padres nunca los pusieron a dormir en esas dos sillas blancas de plástico de la portada mientras ellos bailaban hasta el día siguiente? ¿O si no limpiaron toda su casa o plancharon toda su ropa mientras sonaba un cd titulado Salsas viejitas pero bonitas vol. 2?
Ahora bien, la subtrama de la propuesta de Bad Bunny también conecta con la cultura latinoamericana. ¿Qué es más latinoamericano que sufrir por amor? Fue Pablo Neruda quien dijo, “es tan corto el amor y tan largo el olvido”. Como eco de eso, durante cinco temas, uno tras el otro, Benito va por las distintas instancias del olvido y fracasa en cada una de ellas. No obstante, aun cuando habla de desamor, aprovecha para protestar con la figura del extranjero/colono. Por ejemplo, en la canción TURiSTA, dice: “En mi vida fuiste turista, tú solo viste lo mejor de mí y no lo que yo sufría. Te fuiste sin saber el porqué, el porqué de mis heridas”.
Por último, a lo largo del álbum hay un fuerte sentimiento de nostalgia. De hecho, el tema principal titulado DtMF es la máxima expresión de ello. Nostalgia de quienes extrañan a los que se fueron, ya sea en vida o a nivel migratorio. Nostalgia de quienes están afuera y añoran volver. Nostalgia de lo que se tiene y que uno presiente que se puede perder.
Este último punto fue algo que me pegó duro los últimos días. Hace poco compartí con unos amigos que celebraban cómo su hija de dos años solo habla en inglés, viviendo en Bolivia, porque ellos intencionalmente le hablan exclusivamente en ese idioma. Entiendo que lo hacen para que tenga mejores oportunidades educativas y laborales en el futuro, pero de alguna manera presentí cómo muere una lengua materna y con ella una cultura.
Aclaro que no creo que el español esté ni cerca de desaparecer ni en Bolivia ni el mundo, pero pude imaginar como el quechua fue desvaneciéndose en mi familia desde la generación de mis abuelos, y cómo esto precisamente puede ser un temor para familias latinas que viven en una colonia gringa y/o en las comunidades de la diáspora en Europa y Norteamérica.
Por eso, DTMF es una declaración coherente de lucha decolonial, un lamento nostálgico por las pérdidas ya vividas de nuestra cultura frente al monstruo devorador del imperialismo, pero una negación a morir a nuestras formas de amar, de celebrar, de sufrir y de resistir. Como quien dice, mi cultura no va a morir mientras yo esté aquí o mientras alguien perree hasta el piso.
Saudades.


