Diferencias entre hacer curaduría y ser organizadora de exposiciones
Exhibir es poner a la vista, pero la misión de quienes trabajamos en la cultura va más allá, consiste en poner en valor, lo cual significa concebir cada exposición de arte como una oportunidad para transferir conocimientos a determinados públicos en el lugar donde se expone
El Museo de Arte Contemporáneo (MAC) en Santa Cruz de la Sierra va levantándose poco a poco del bajo vuelo que venía atravesando desde hace varios años. Al respecto no hay secretos, la dejadez de anteriores gestiones en cuanto al mantenimiento de la infraestructura y la gestión de recursos, sumada a los perjuicios ocasionados por la pandemia en términos de pérdida de públicos, llevaron a que este importante museo de la capital oriental muestre una cara bastante deslucida a momento de cumplir 30 años de existencia el pasado marzo del 2021. La actual administración de la Secretaria Municipal de Cultura y Turismo que dirige Sarah Mansilla, si bien ha logrado atender ciertas falencias, aún no ha podido cumplir con una demanda fundamental de este espacio y es la de asegurar el trabajo curatorial para la gestión de sus exposiciones y posicionarse institucionalmente dentro de la escena local y nacional.
Antes de desglosar la importancia de la curaduría profesional para un museo de estas características, cabe mencionarse que la noche del pasado 25 de enero se inauguró en este mismo repositorio la exposición permanente “Pensar diferente”, dedicada al recordado artista Roberto Valcárcel (1951–2021), con la curaduría de Cecilia Bayá Botti. La exposición está desplegada a lo largo de tres salas contiguas, una de ellas exhibiendo de manera espectacular la instalación de los ataúdes de colores, obra emblemática del artista, que titula “Círculo cromático”. En el acto de inauguración de la muestra, la Directora Municipal de Cultura, María José Parejas, indicó que las obras habían sido prestadas por la hermana del artista, Gloria Valcárcel, por el tiempo de dos años, con opción a extenderse.
Citamos este evento porque se trató de una importante noticia para la recuperación del peso simbólico institucional que le corresponde al Museo de Arte Contemporáneo. Normalmente los museos en el mundo son aquellos lugares que le otorgan su aura diferencial a las obras de arte allí exhibidas. Walter Benjamín señalaba en su clásico ensayo La obra de arte en la época de su reproductibilidad técnica (1936) que el aura es aquella irradiación que el espectador puede percibir cuando se encuentra de frente con una obra de arte original y auténtica. Extraer a las obras de arte de los museos consistía en una operación que podía restarles su aura a las obras, al descontextualizarlas. Algo parecido sucedía con el Museo de Arte Contemporáneo en los años recientes: se lo sentía apagado, falto de su aura; lo curioso ahora es que en la actualidad no sea el Museo de Arte Contemporáneo el proveedor de esta aura, sino que haya sido una exposición tan significativa como la de Roberto Valcárcel la que pareció devolverle un poco de su aura en aquella noche mágica de apertura de la muestra. Podría decirse, con Walter Benjamín en mente, que al estar falto de una exposición de peso, el Museo de Arte Contemporáneo aparecía como una copia de museo, un no-original deslocalizado, carente de “aquí y ahora”. Una exposición potente siempre tiene el valor simbólico de servir como declaración de principios.
La curaduría es importante siempre y cuando se entienda que ni el museo, ni ninguna institución dedicada al arte, se limitan a ser la casa, la infraestructura física, o las paredes, sino que museo implica una colección de obras que se preservan, unas políticas de puesta en valor de esos bienes culturales, y una pericia para construir marcos conceptuales que incluyan algún tipo de creatividad para visibilizar las obras que allí se exponen en conversación con los problemas contemporáneos. La curaduría en el arte tradicional, por ejemplo de pintura costumbrista, folklórica o realista, implica muchos conocimientos de historia del arte y preservación de las obras, pero no da tanta atención a la cuestión espacial y el hecho de poner en escena las obras en un lugar. En el arte contemporáneo en cambio una gran parte de lo interesante pasa por la manera en que se presentan los objetos.
La sala o el ambiente de un museo es en el fondo un enmarque, una manera de encuadrar algo dentro de ese cubo para ponerlo a la disposición de la vista del visitante. El enmarque es un tipo de estrategia que adapta lo que se tiene que ver a los patrones de forma de mirar del ser humano. Este acto de enmarcar tiene que ver por un lado con la disposición física de los objetos y las informaciones que se colocan en el espacio, pero lo más crucial de enmarcar es que consiste en articular simbólicamente una serie de sentidos con lo que se expone. Los organizadores de exhibiciones, como los galeristas de las tiendas o los supermercados, se limitan a colocar la mercancía de una manera atractiva dentro de un espacio, poniéndola a la vista, haciéndola accesible. La función de la organizadora de exposiciones de una institución cultural pública es poner las obras de arte al alcance de la mirada del público, en condiciones que garanticen la preservación de dichas obras como prioridad. El curador en cambio hace un trabajo más complejo que involucra investigación e ideación de un discurso.
Consultamos a la curadora Cecilia Bayá sobre la distinción que haría de manera breve entre una exhibición y una exposición. Su respuesta: “Creo que al exponer también puedes exhibir, pero no es posible lo contrario. Para mí la exposición tiene que ver con la posibilidad de adquirir más conocimientos de algo determinado, incluso involucrando emocionalmente. Mientras que la exhibición llega a mostrar e informar únicamente”. En los hechos las diferencias se pueden ver claramente entre la exposición de homenaje a Roberto Valcárcel que Cecilia curó, frente al otro noventa por ciento de exhibiciones que se pueden apreciar en el Museo de Arte Contemporáneo y en los otros espacios que administra la Secretaria Municipal de Cultura y Turismo. Exhibir es poner a la vista, pero la misión de quienes trabajamos en la cultura va más allá, consiste en poner en valor, lo cual significa concebir cada exposición de arte como una oportunidad para transferir conocimientos a determinados públicos en el lugar donde se expone. Desarrollo humano, recuperación de vínculos sociales, promoción de un pensamiento crítico, todo ello mucho más que la simple palabra arte.

