Desvelando a cuatro fotógrafas bolivianas
Una aproximación al trabajo de Alice Lippmann (1885-1970), Teresa Gisbert Carbonell (1926-2018), Monika Ertl (1937-1973) y Julia Vargas (1942-2018)
Mi interés por la historia de la fotografía en Bolivia estriba por acercarme modestamente a interpretar las complejas relaciones entre imagen y referente de sus (re)producciones. En buena medida, estas dos posiciones las diviso en las lúcidas capturas logradas por cuatro fotógrafas, del siglo XX, de nuestro medio: Alice Lippmann (1885-1970); Teresa Gisbert Carbonell (1926-2018); Monika Ertl (1937-1973) y Julia Vargas (1942-2018). Damas virtuosas que, respondiendo a un impulso vital femenino y artístico, consuman esta relación perceptiva desde la naturaleza de un espíritu visual. Así, mi propuesta de lectura esta acuñada en describir cuatro imágenes con carácter monolítico y que revelan el trabajo de la imagen desde el desvelamiento.
Planteo que las cuatro damas producen fotografías históricas, de retratos y de paisajes obteniendo imágenes monolíticas, porque son estampas compactas y unitarias que brindan un testimonio directo de lo que ven sus ojos en ese momento, pero dejan una esencia de doble posición sensorial al observador (sentido retórico). Dentro de este conjunto gráfico, estimo que ellas consiguen el efecto de autenticidad (Benjamín), capturando cuadros reales en un tiempo preciso y en un espacio exacto desde la acepción del desvelamiento o, mejor dicho, ponen gran cuidado y atención en la forma de detener y componer uno o más sucesos desde su ser visual.
Para este empeño, analizaré el modo en que opera en estas fotografías la mirada como productora de escritura o como una escritura de la mirada. Parto con una instantánea de retrato, en blanco y negro de Alice Lippmann. Ella captura, en un primer plano, a su esposo y arqueólogo austriaco Arturo Posnansky que está de lado, con un sombrero cuidado. Su rostro albo refleja una mirada al frente, altiva y de reojo. Al estar sentado encima de un jumento noto que la mano diestra agarra la cuerda que somete al animal y la otra está dentro el bolsillo izquierdo de su saco. Aquí, me sorprende la calma del cuadrúpedo, ya que considero que (re)posa de costado izquierdo para la fotógrafa. En un segundo plano de fondo, están parados dos personas de tez oscura y con sombreros de bayeta de la tierra junto a un monolito tiahuanacota. La mirada de ambos es frontal, seria y de sorpresa. El espectador aparenta ver una imagen de tres personas apostados en un muro de arcos de piedra, en perspectiva. El orden compositivo es indisoluble, porque hay una simulación de ver a los retratados en un solo horizonte visual. Este cuadro nos ayuda a mirar y pensar de varias formas (obviamente), pero estimo que a la autora le importa desvelar el lugar donde se captó (Tiahuanaco).
La segunda toma, en blanco y negro, pertenece a Mónika Ertl. Es la figura detenida en plano medio de su padre Hans que mira con el ojo derecho abierto y el otro cerrado a través del lente de una cámara de filmación. El equipo aparenta ser la continuidad del operador. Su rostro tenso manifiesta una concentración total en ese instante, pero lo impactante y terrible de esta pieza es la congregación masiva de moscas en su cara, en su mano, en su sombrero y en su equipo fílmico. Estas presencias de insectos no le quitan su atención menos le amedrentan a parar de filmar. Un primer significado que desprende la imagen es proporcionar la sensación de que está transitando en un clima tropical. Más, distingo que la foto nos muestra otra verdad y es el gesto de la pasión por lo que uno hace.
La siguiente fotografía, también es en blanco y negro, es de carácter histórico y corresponde a Teresa Gisbert. La placa incumbe a un edificio público de estilo republicano, que está ubicado en una esquina del centro paceño (Plaza Murillo). Me impacta la capacidad cuidadosa de captar una toma de abajo hacia arriba, dándole la cualidad de pregnancia. Lo primero que uno identifica es un emblema arquitectónico, pero en el fondo la artista consigue crear la idea de archivo. En último lugar describo la fotografía a colores del libro Tierra adentro, de Juana Vargas. Me concentro en una placa de paisaje. Es una composición donde una dama de pollera esta apoyada en sus rodillas sobre piedras medianas (frontis y arriba) y al fondo y abajo se aprecia abiertamente una ciudad. En el terreno visual me interesa el efecto de montaje que se consigue al distinguir que la señora estuviera construyendo la ciudad con las rocas, en tanto la imagen replantea otro símbolo, lo abstracto de una imagen.
De este pequeño panorama fotográfico femenino, puedo precisar que intentar leer las cuatro representaciones de igual cantidad de autoras, fue internarse a considerar una labor de desvelamiento en su arte fotográfico y esta pericia crea imágenes íntegras que, al mismo tiempo, forjan muchas posibilidades de significados.

