Cuál es mi razón de vivir
Viejo Calavera, la ópera prima del director Kiro Russo, el 02 de septiembre, será la penúltima película proyectada dentro del Ciclo de Cine Boliviano, presentando por la Universidad Estatal de Ohio, en colaboración con la organización estudiantil de Abya Yala y la Carrera de Comunicación de la Universidad Privada Boliviana, además del portal de streaming BoliviaCine, en el que se podrá ver esta obra de manera gratuita.
Es fundamental reflexionar sobre la pregunta que pocas veces nos planteamos o que evitamos hacernos para no caer en un estado de angustia o de decepción: ¿Qué es la vida? Para unos, lo más bello que podemos tener y para otros lo más triste, un ambiente de penumbra, un vacío que se agrándese con el tiempo. Esta película te invita a pensar sobre ello.
Viejo Calavera (2016), opera prima del director Kiro Russo, oriundo de la ciudad de La Paz, Bolivia, cuenta con 17 galardones y reconocimientos desde su estreno, además de haber sido nominada a Mejor Película Iberoamericana en la 32.ª edición de los Premios Goya, consagrándose como una de las mejores y más galardonadas películas bolivianas hasta la fecha. Narra la historia de Elder Mamani (Julio César Ticona), que cuando a su padre queda a cargo de su tío Francisco (Narciso Choquecallata), que le consigue trabajo en la mina de Huanuni, situación que complejiza la vida del protagonista.
“…alegres vamos a vivir”, es la frase que le dice la abuela Rosa (Anastasia Daza López) a Elder, frase con la cual podemos empezar a deconstruir esta obra cinematográfica y definirla como un “túnel sin salida”, haciendo referencia a la mina donde trabaja Elder. Al principio, observamos la vida sin control del protagonista, una persona hundida en el alcohol y la marihuana, quien se dedica a robar y a la joda, se muestra a un joven que roba para irse de fiesta. En una escena que recuerda a la cinta The Neon Demon de Nicolas Winding Refn, trabajando de manera excepcional y llamativa la triada de color, fotografía y sonido, en un ambiente de alegría y placer dentro de un boliche, se hace creer al espectador que el filme se desarrollará en su mayoría dentro de ese entorno de farra. Sin embargo, es el inicio del viaje al infierno y es a partir del minuto cinco donde empieza el desarrollo de la historia. Con un plano general se muestra la penumbra que será parte fundamental del filme, un recurso acertado gracias a la cinematografía de Pablo Paniagua, comparable con la calidad de la de Emmanuel Lubezki (El renacido, Birdman, entre otras). En ese momento se nos revela la muerte del padre de Elder y se introduce a quienes son la única familia que le queda: la abuela Rosa y el tío Francisco.
Sin pena o dolor aparente, Elder supera la muerte de su padre y empieza a trabajar en la mina. Empieza una nueva etapa en la vida del protagonista, una persona sin ánimos de vivir, que no percibe el amor, alguien carente de empatía, un muerto en vida, para definirlo en tres palabras. El juego de planos y la fotografía juegan un papel importante en este tramo. La ausencia de luz puede hacer referencia a como Elder ve la vida, adentrándose en la mina, volviéndola un laberinto sin salida, un ambiente que se traga tus aspiraciones, que destroza tus pulmones, en el que lo único que te mantiene cuerdo es la coca y el cigarro, sin ellos la angustia y la locura toman fuerza. Un lugar donde el alcohol es tu ángel de la guarda, más aún si no es el lugar en el que quieres pasar el resto de tus días. Elder muestra, día a día, que su única motivación es salir de ese lugar, repugnante para sus ojos. Si bien no existe un desarrollo de personaje neto, se puede apreciar que Elder está agobiado por una soledad inmensa, incluso, se puede afirmar que sufre de depresión, no tiene metas en la vida y solo deja pasar los días. Como espectador, ver su mirada que no expresa ni la más mínima emoción, provoca empatía y pena sobre su situación. A simple vista puede parecer una persona despreciable. Sin embargo, no se conoce el trasfondo de su historia, no se conoce el motivo por el que se volvió lo que es. A nivel narrativo, es un buen recurso que obliga a no desprender ni un solo momento la vista de la película, a pesar de tener escenas lentas, que toman mucho más tiempo del que quizás deberían. Quedas con la expectativa de saber qué es lo que pasará con Elder y de saber del porqué actúa de esa forma.
“…Todos tenemos que cambiar” es una frase que le dice Francisco a Elder, sentencia que se puede hacer realidad en la última escena de la película, en la que se incorpora a la luz. Lo que hace referencia a un Elder más motivado y alegre, que se divierte con algunos trabajadores de la mina y que puede disfrutar del aire puro de la naturaleza, descansando momentáneamente del olor a estaño que recorre sus venas. Viejo Calavera es una película llena de conflictos, tanto internos como externos, refleja la perdida de interés, la falta de empatía, el ahogo que genera la soledad y la incapacidad de relacionarse con los otros. Es una obra que nos provoca a preguntarnos: ¿Qué es la vida y cómo la vivimos?
Kevin Marco Rojas Nogales
Estudiante de la Carrera de Comunicación de la Universidad Privada Boliviana
kevinrojas.mn@gmail.com

