Corporalidades mariquita: indumentaria y mercancía en la crisis del 20/O en Bolivia
Una mirada a la imagen y estilo que proyectan los principales actores políticos que protagonizaron los últimos hechos políticos que sucedieron en el país.
Poncho rojo, minero, chola fake, médico, terrorista. La plantilla de la “Mariquita masista” proponía estos atuendos para una figura masculina semi desnuda, con calzoncillo azul, ceño fruncido y puño alerta. ¿Es este Evo? Durante las semanas antes y después de la salida de Evo Morales del gobierno y de Bolivia, circularon
por redes sociales imágenes similares a este diseño de mariquitas. Los grupos de WhatsApp compartían información acerca de cómo vestir y con qué elementos de protección y defensa contar para ir a las marchas denominadas en defensa de la democracia, especialmente en las dos semanas que siguieron a las elecciones generales del 20 de octubre de 2019. Muchas veces estos mensajes se acompañaban de fotografías que ejemplificaban lo que era un buen “kit de marcha”. En redes sociales circularon diseños de instructivos de aditamentos de protección para el cuerpo, “ante los inminentes ataques de la represión gubernamental”. Producto de estas recomendaciones o voluntades en
la misma línea, apareció desde Sucre la fotografía de una persona en atuendo de reminiscencia espartana, vía acervo gamer o cinematográfico, que hacía juego con algunos videos de estudiantes universitarios de La Paz y con la imagen del rector Waldo Albarracín luciendo un modelo de escudo para las marchas.
La producción de este conjunto de imágenes y materialidades para la configuración de una corporalidad miliciana urbana-clasemedia en defensa y embate se sostiene a través de la figura del modelo o maniquí. La mariquita para vestir o –como sugiere su lectura purista y moral– disfrazar, o la figura adecuadamente ataviada que con indicaciones y flechas sirve como guía y entretenimiento, son imágenes que proyectan corporalidades concretas, deliberadamente configuradas en la pugna política para su exposición, admiración, adquisición y seguimiento. Sí, se trata de dar follow, de likear y repostear en redes sociales, de comprar objetos y comprar discurso para emparejar la corporalidad propia a una de las circuladas como modelo. Acá, algunos apuntes sobre las mariquitas de la deriva política en Bolivia post 20/O:
Luis Fernando Camacho
“Con la biblia, el rosario y la carta de renuncia en la mano, nos encomendamos a Dios por una nueva y reestructurada Bolivia en democracia”. El tweet del lunes 11 de noviembre del ex presidente del Comité Cívico Pro Santa Cruz, Luis Fernando Camacho, venía con una imagen de él y un grupo de personas en la puerta del Palacio de Gobierno. Triunfalista, con esa sonrisa de los memes. El atuendo: camiseta polo color blanco, jeans clásicos, chaleco antibalas y una gorra negra con el escudo de Bolivia. Los accesorios: el rosario sostenido entre los dedos de la mano derecha, la mano derecha sosteniendo la bandera boliviana. Desde los primeros cabildos hasta las últimas entrevistas, la indumentaria del líder cívico cruceño ha repetido la fórmula gorro-camiseta-jeans, con algunos gestos vinculados al uniforme: en esa foto, el sugerido por el chaleco antibalas y la gorra, además de la escolta, otorgados por la policía nacional el domingo 10 de noviembre en la caravana de celebración en La Paz tras la renuncia de Evo Morales; y en todos los cabildos, el distintivo del Comité Cívico Pro Santa Cruz, compuesto por polo y gorra bordados con el escudo de la cruz verde. La categoría del gusto y su exposición, que permite dar cuenta de los hábitos de consumo de los sujetos y sus relaciones con el mercado y la mercancía, tuvo a principios de diciembre un nuevo objeto vinculado: una gorra de diseño exclusivo de la marca cruceña Papingo Maminga.
Evo Morales
Meses antes de las elecciones, ensayé un análisis de la indumentaria de los candidatos a la presidencia para las elecciones del 20/O. Mientras Carlos Mesa hacía gala de una pinta de chalecos o chamarras tipo alpinista –esas de forro de pluma o esponja con múltiples costuras, importadas o nacionales, que venden en la Tumusla y en tiendas como Totto–, haciendo referencia a una indumentaria estándar juvenil o casual muy cotidiana y rastreable en las clases medias y medias bajas bolivianas, Evo Morales no soltaba sus chaquetas de tela o paño, tipo bomber o tipo náutica, con detalles de aguayo o tejidos indígenas en el cuello y los costados del cierre. Luego de su renuncia, asilado en México, a través de fotografías lo vimos darle duro a algunas de estas chaquetas. Algunos dirían que, aún en su perdición, mantuvo el sello de su estilo, los sacos más formales sin solapa y con detalles de tejidos andinos (véase, por ejemplo, la foto de su post de agradecimiento y despedida al presidente AMLO y a México en Instagram); otros dirían que se lo vio más descuidado, con poleras que no le quedaban tan bien y repitiendo camisas. Lo cierto es que esas camisas, claras y, siempre, de manga corta, son signo constante del camino del poder del sindicalista cocalero, primer presidente indígena de Bolivia y, hoy, expresidente a la deriva y con una orden de aprehensión.
Jeanine Añez
Como a muchos, la primera vez que vi a Jeanine Añez en la televisión, además de su llanto, se me quedó grabada su imagen. Mujer rubia, tinturada como muchas de nosotras, no llevaba maquillaje en esas primeras apariciones públicas, cuando ya se decía lista para asumir la presidencia. Luego, el 12 de noviembre, en la sesión de congreso en la que la senadora beniana asumió como presidenta interina de Bolivia, lucía lo que podríamos llamar su primer estilo: traje de dos piezas color negro, joyas sobrias y doradas. El accesorio más llamativo para esta su primera configuración de indumentaria del poder –intuitiva, pero efectiva y práctica–, fue la sonrisa de oreja a oreja que se desprendió de su rostro cuando un militar le colocaba la banda y la medalla presidencial. Algunos días después, Añez comenzaría a ensayar una segunda configuración de indumentaria, un cambio de look, con los auspicios y regalos de un grupo de diseñadoras/es bolivianas/os articuladas/os por una estilista, cuya relación contractual con el estado se ha extendido hasta el ¿diseño? o la ¿gestión? de los trajes navideños de la presidenta y su familia en los festejos con niños en el Palacio de Gobierno, el 17 de diciembre pasado. En estas últimas semanas, vimos a Áñez con prendas nuevas: algunas le quedaban grandes (no hubo tiempo para un sastre), varias venían con múltiples volados, otras traían la memoria de su fascinación con el animal print, el estampado más rastreable en fotografías de Añez cuando era senadora. También hubo un cambio en su rubia cabellera: ahora más platinada, con ondas que contrastan sutilmente con el lacio del pasado. También lleva pestañas postizas, tal vez un poco más sofisticadas que las que le criticaron a Lydia Gueiler, la primera mujer en asumir la presidencia de Bolivia, hace casi 40 años. “Después de las 35 muertes, equipo de comunicación de Añez habla de su maquillaje”, tituló un medio opositor, olvidándose de prestar atención a la estrategia que se teje detrás de la construcción de la imagen de Áñez. La estilización del cabello y el maquillaje, como mecanismos del disciplinamiento de los cuerpos de las mujeres en sociedades patriarcales, parafraseando a la feminista y poeta Valeria Canelas, aparecen al centro de una estrategia de marketing que le habla a un grupo de bolivianas/os. Tal vez las/os mismas/os que compren la manilla pitita o el choker waraka como souvenir de la lucha por la democracia.
Las imágenes en exposición corren al ritmo del scroll; la mercancía en la deriva, toda, ya está a la venta.
Crítica e investigadora en Literatura

