Butaca semanal: en cartelera y próximos estrenos
Reseñas de las películas El hombre invisible y Buscando justicia, disponibles en la cartelera nacional, además de Queen & Slim, próxima a estrenarse.
Los zapatos del otro

Una reseña a la película Buscando justicia, con Jamie Foxx y Michael B. Jordan como protagonistas.
En cartelera
Javier Ocaña/El País
Monroeville, Alabama. El lugar que inspiró a Harper Lee para escribir la novela Matar a un ruiseñor. El lugar donde se ambienta la película Buscando justicia, drama judicial basado en hechos reales. Y no precisamente en los años de la segregación racial, cuando se desarrollaba el relato de Lee que dio lugar a la maravillosa película homónima de Robert Mulligan, sino en los años noventa, en los que no demasiadas cosas habían cambiado para los afroamericanos. Si añadimos la presencia de un noble abogado dispuesto a luchar por la defensa de los más desfavorecidos, y una falsa acusación que puede llevar a un inocente a la pena de muerte, tendríamos los últimos paralelismos. El resto, salvo la presencia del racismo, apenas tiene que ver, sobre todo en cuanto a la calidad de la narración, el retrato de ambientes y el dibujo de los personajes.
Terminada la película, da la impresión de que funciona como homenaje al ser humano que sufrió el desafuero de ser acusado con pruebas falsas del crimen de una joven, y a la institución que luchó por su libertad. Y habrá quien lo prefiera así. Pero nunca hay un conflicto. El convencimiento de su inocencia es meridiano. Los personajes no tienen aristas. El retrato del ambiente sureño se asienta en unas cuantas situaciones diabólicas de racistas blancos contra negros indefensos por parte de las fuerzas del orden y de la justicia, que indudablemente se producen, pero que resulta superficial. La vida puede ser así de gruesa, pero al cine le sienta fatal. La línea de la película es honrada, pero carece de interés más allá de la incomprensión de la serie de decisiones jurídicas que se fueron dando, a pesar de la evidente falsedad de las pruebas.
Michael B. Jordan y Jamie Foxx, excelentes intérpretes, sostienen un tanto lo que, en esencia, es un añejo telefilme que apenas se preocupa por mostrar interioridades y parece empeñado en ceñirse a los hechos. La ética y el civismo de Matar a un ruiseñor dejan huella para siempre y su relato es implacable con el racismo. Aquí nadie duda de nada, solo hay decisiones sin matices. “No conoces realmente a una persona hasta que te calzas sus zapatos”, decía Atticus Finch en Matar a un ruiseñor. En Cuestión de justicia nadie se ha calzado los zapatos de nadie. Aunque hubiera sido para comprobar lo sucios que estaban y lo malolientes que eran.
Terror social de género

Una crítica a la película El hombre invisible, protagonizada por Elizabeth Moss
En cartelera
J.O./El País
No demasiadas veces la actualización de un mito, la variación de un relato a partir de una esencia ha tenido tanto sentido y ha resultado tan atractiva: el hombre invisible es un acosador machista, un obseso por el control físico y emocional de su pareja, un ser humano incapaz de aceptar el abandono, un criminal en potencia. En su novela por entregas del año 1897, H. G. Wells no lo pensó de este modo, pero la desestabilización mental del científico que deriva en loco homicida siempre estuvo ahí. En El hombre invisible, enésima adaptación audiovisual de la novela de Wells, Leigh Whannell, en el guion y la dirección, ha compuesto una intriga psicológica con toques de terror en la que sorprendentemente lo que mejor funciona es su carga social en torno a la violencia de género.
En la primera secuencia de la película, la protagonista escapa de la casa de sus tormentos y de su particular lobo feroz. En los días siguientes, permanece escondida en el hogar de un amigo. Pero cada situación en torno al terror y al thriller encaja a la perfección con el cine social y con lo que puede sentir internamente una mujer que ha sido apaleada y ya no se siente segura en ningún sitio. Aún más allá de la muerte. Incluso hasta la incomprensión de los que la rodean y la quieren. Elisabeth Moss, soberbia actriz, es un espectáculo de indefensión ante lo que no se ve, pero se intuye, de fortaleza ante la incredulidad. El miedo ante lo que fue tu amor. El terror al hombre invisible.
Whannell estiliza el relato a partir de un concepto casi arquitectónico. No solo por el diseño de la hipermoderna casa en la que se desarrolla la larga secuencia inicial, sino sobre todo por su tratamiento espacial: paradójicamente abierto en las habitaciones cerradas de las casas, como si todo fuera más amplio de lo que en realidad es, y muy cerrado en los espacios abiertos, en las contadas ocasiones en las que la mujer está en un exterior que se visualiza como si fuera imposible escapar.
En la parte final hay dos giros de guion consecutivos en beneficio del espectáculo comercial que pueden ser discutibles, y hay algún momento en el que la dilatación del tiempo parece excesiva, pero este nuevo acercamiento al mito creado por Wells es insospechadamente interesante, elegante y, lo mejor, activista.
Beyoncé & Clyde

Sobre la película Queen & Slim, de la directora Melina Matsoukas
Fecha de estreno: 5 de marzo
Elsa Fernández Santos/El País
En una de sus imágenes más conocidas, la del videoclip de Formation, Beyoncé aparecía subida al techo de un coche de la policía en una anegada Nueva Orleans posterior al huracán Katrina. La pieza, firmada por la directora Melina Matsoukas, estaba plagada de guiños a la cultura negra, al sur de Estados Unidos y al movimiento Black Lives Matter. Matsoukas debuta ahora en el largometraje con Queen & Slim, filme en el que regresa al paisaje y la iconografía de aquellos brillantes minutos para Queen Bey.
Escrita y producida por la conocida activista LGTBI y del Black Lives Matter Lena Waithe, Queen & Slim ha convertido a Matsoukas en un nuevo referente del blaxploitation. Su película es una estilizada road movie sobre una pareja de fugitivos interpretada por los británicos Daniel Kaluuya y Jodie Turner-Smith. El arranque del filme es poderoso en todos los sentidos: una cita de Tinder que se precipita hacia una desesperada huida cuando un policía blanco convierte una simple amonestación de tráfico en un punto sin retorno en la vida de dos personas negras. Inspirada en sucesos reales, como el que en 2015 acabó con la vida de Sandra Blast, la película reclama la épica de clásicos como Bonnie & Clyde (aquí los dos forajidos también acaban siendo un símbolo contra el sistema) o Thelma y Louise (los márgenes de ese mismo sistema como un insospechado territorio de descubrimiento y libertad).
El olfato visual y musical de Matsoukas convierte Queen & Slim en una película de una estética admirable con referentes que van de Hype Williams y su largometraje de 1998 Belly, a un tratamiento del color y la luz que recuerda a algunos trabajos de Philiph-Lorca Di Ciorcia, o una banda sonora que incluye a Lauryn Hill, Luther Vandross o Fela Kuti. Pero la película se alarga de forma innecesaria durante más de dos horas y su esfuerzo estético (y ético) está muy por encima de su guion. Sobran algunos personajes secundarios (concretamente la pareja de activistas blancos del final) y aunque Daniel Kaluuya y sobre todo Jodie Turner-Smith podrían estar a la altura de este coqueteo con la épica de los forajidos, su recorrido interno no lo está.

