Ahora que podemos, bien nos charlaremos (III)
Tercera y última parte de un acercamiento al músico, compositor y gestor cultural boliviano Manuel Monroy Chazarreta, ‘El Papirri’
Ya más o menos eran las seis de la tarde y el Papirri nos empezó a contar de sus trasnochadas paceñas; no había sido un niño cuzqueño inocente… Las noches/días de chupa con los cuates [una amanecida hasta las tres de la tarde]. Una farra en la que el Jacha Flores estaba estrenando una gran morenada (“el Jacha componía pues silbando”) a las cinco de la madrugada en un boliche de por ahí, por el cementerio, por donde le gustaba ir al Víctor Hugo Viscarra a comer wallake, un plato de pescado para revivir, capaz de exterminar hasta el más fulero de los ch’aquis. Precisamente de esa noche de tragos, sale la metafísica: [un día me he farreado tres días]. Le gustaba ir a los boliches del Víctor Hugo, iba a estrenar canciones para que la camaradería etílica dé su visto bueno. Por ejemplo, cuando estrenó el C´henko Total en una fricasería de por ahí. No era lo mismo estrenar en otros lados. Un día muy importante para él, recibió un obsequio del Víctor Hugo. En términos de sobriedad (era raro verse de día y no chupados), este le regala su diccionario de Coba autografiado. El Víctor Hugo era rudo con todos, aunque el Papirri siente que a él lo trataba con ternura, nunca ha sabido porqué. Buenos amigos eran.
Por otra parte, el Papirri también nos contó que ha trabajado como gestor cultural. Cuando comenzó, encima de él había como cinco jefes más, y con el tiempo iba subiendo de puesto. Mucho trabajo después, la comadre Mónica Palenque, lo designó como jefe mayor. “He dejado cositas, por ejemplo, la Casa Distrital de Culturas Jaime Saenz”. Fue bautizado así a causa de unos cuates que lo animaron a ponerle el nombre del ultra famoso escritor paceño Jaime Sáenz, seguramente eran sus acólitos. Ya son veinticinco años desde que la construyó, pero se quedó con la idea de hacer varias otras casas distritales.
¡Por fin pues, la Metafísica Popular! Más de doscientos dichos anotados. Ha tenido su época de anotar; además que sus cuates le mandaban frases que escuchaban de sus mujeres, del minibusero, de los pasajeros, de la casera y de sus caseritos, del heladero, de los chupacos, de los canillitas, de los alcahuetes, de los vende cositas, y de todos los paceños habidos y por haber. La primera versión es del 97 y se encuentra en el disco Q’etal Metal.
El Papirri dice que tiene que saber cómo plantear las frases según el lugar donde vaya a tocar, parece que a la gente le sigue costando un poco captar la canción. Tan conocida es la Metafísica Popular, que una parte del público creía que él era un cómico y no escuchaban las otras canciones del álbum. En un concierto reciente de marzo, solo cantó canciones de amor y desamor, precisamente para experimentar nuevas cosas con el público. No metió canciones que venía tocando hace veinte años. Nos dijo que fue un show muy riesgoso porque la gente esperaba que cante el conocido hit. Aunque otra parte del público estaba contento por las canciones de desamor antes no tocadas usualmente. Dice que ese show le ha costado mucho; El Camote se llamó.
Esto me hace recuerdo a esa anécdota que nos contó también sobre la Metafísica Popular, cuando fue estrenada allá en El Alto. “Fue de las peores situaciones de la metafísica, nadie entendía el chiste…”. Parecía que la gente no aceptaba el auto prejuicio, que venían de la cultura aymara [sabe señor, le voy a hacer una autocrítica]. Con el tiempo, el pueblo recién fue captando el significado de la composición. Nos comentó algo muy interesante: la metafísica cruzó al otro lado del mundo, llegando a Europa donde no había bolivianos, “había mexicanos, comunidades latinas y dos bolivianos”; no le cacharon tanto, pero si una que otra.
El Papirri le tiene un aprecio especial a nuestra Llajta: Cochabamba. Cuando venía a dar conciertos, sentía que la gente lo entendía plenamente, como si lo adoraran. Pensaba que podía tocar su música en más escenarios. Hay mucho músico y buenos músicos, por eso es que cuando toca en la llajta sus integrantes de banda son casi toditos cochalos y jóvenes. Ahora está más acá que en La Paz, pero el afecto que le tiene a su Chuquiago Marka es incomparable, “hasta la mirada de los perros en La Paz es única”.
Hace años sacó un CD con la famosa canción Alasita, y su videoclip. Fue a vender a la feria unas cuantas copias, sin puestito, con su amigo el Astroboy. Dice que ese día vendió full y firmó alrededor de trescientos CD. Pero le inquietaba lo que la gente le daba otro significado a la canción: “bendígamelo”, le decían. Por ese disco, la gente lo veía al Papirri con pinta de Ekeko blancón, con los ojos verdes y el cabello churco. Se asustó grave pues el Papirri, dijo que llegó a sentir “algo del más allá” [yiaaa…]. Se le notaba una sonrisa noble cuando hablaba del Astroboy. Un personaje que conoció en la Pérez. “Me gustan sus canciones” le dijo, mientras se lo lustraba su zapato. Le preguntó si no quería vendérselos sus discos ahí, en las Alasitas, donde no podía faltar el señor que era fácil de convencer, o la señora coleccionista. El Astroboy le dijo que sí. Al día siguiente, vende toditos los discos, quedó fascinado el Papirri y trabajaron juntos por seis años. Pero eran más que colegas, eran amigos del alma. Changuito era el Astroboy cuando salió de abogado, y fue el Papirri quien lo llevó del brazo en su graduación. Como un guiño a la historia de la Hilaria, cuando lo lleva del brazo al salir bachiller del colegio.
Parece que fue su último disco presentado, “creo que va a ser el último siempre”. Quizás ya no haya más el formato que utilizó durante toda su carrera musical. La gente ya no compra discos como antes, ya no hay de donde recuperar todo lo invertido y mucho menos existe ganancia. Nos comentó que, hasta ahora, Discolandia sigue cobrando las regalías de cuatro discos suyos por más de treinta años. Se sentía un poco la impotencia del Papirri, porque ni siquiera puede vivir de los derechos de autor. Por ejemplo, Bailando Saya, la compuso para reivindicar a la cultura afro boliviana debido a que la gente confundía la saya con el caporal, allá por el año 90. Dijo que, dentro de la comunidad afro boliviana, lo recibieron muy bien, con mucho amor. Y ahora ésta que es su canción con más reproducciones en la plataforma de Spotify no le da ni un quivo. Es una realidad devastadora e injusta, hasta parece que la música en Bolivia sigue siendo un chiste. Hay gente que vive tranquila cobrando por sus derechos de autor. Él dice que quisiera sentir esa tranquilidad con Bien le Cascaremos y Metafísica Popular. “Que pena que hablemos de esto, pero es una realidad”. Bien le Cascaremos es uno de los primeros CD bolivianos, pues salió justo en plena crisis de formato cuando estaba desapareciendo el LP.
El Papirri nos dijo, “bueno, no sé qué harás con una hora y media de charla” [en un minuto se pasa la hora, ¿no?]. Ya nos estábamos levantando de la mesa y, al despedirnos, el Papirri nos pidió que lo tuteemos, así como si fuéramos cuates. Es interesante poder conocer un poco más el trasfondo de las composiciones de este cantautor, que nos dejó memorables himnos populares a los bolivianos. Logra hacernos recuerdo de quiénes somos, de dónde y hasta cómo somos. Con acordes de jazz convertidos a huayño y poesía hecha protesta, la Bolivia popular, la que habita en las calles y mercados, suena bien chalita en la guitarra del Papirri, grave siempre.
Gabriela Teresa Lora Escrivá
Estudiante de la carrera de Comunicación Social de la UCB – gabriela.lora.escriva4@hotmail.com
Ernesto Flores Meruvia
Músico, estudiante de Física en la UMSS y de Filosofía y Letras en la UCB – ernesto.flores.meruvia@gmail.com

