El gran deshielo
Una reseña de ‘Ceremonias’, el segundo disco de la banda cochabambina Últimos Glaciares, que fue presentado en días pasados en el mARTadero
En el primer álbum la cita era patrimonio de un poeta paceño. Piedra imán. El símbolo de la nocturnidad y de un andar próximo al malditismo. Lo indicado para un álbum entre el post-punk y el shoegaze, sí. También un intento por vincularse con una tradición bohemia, intelectual, artística. El guiño que le hizo Últimos Glaciares a Jaime Sáenz, al titular una canción de su álbum debut como la fictiva autobiografía del poeta, podría haber servido para desarrollar todo un programa creativo. Un dream pop en el que la distorsión de los sentidos se pareciese a la asfixia que sobreviene cerca del Illimani. Letras al filo angustioso de la noche, como los relatos de Vidas y Muertes. Inviernos altiplánicos aclimatando una onda cold wave vernácula. Es un camino que el segundo largo de Último Glaciares no va a recorrer. Sin embargo, si ‘Piedra imán’ abría su álbum debut con justeza, en Ceremonias ocurre otro tanto. Solo que aquí ‘Divino misterio’ sugiere un espíritu lúdico, sensualidad y alborozo. Aun en sepia, la portada del disco lo confirma. Una escena de diáfana ternura reemplaza la desorientadora rejilla de luces que en el disco debut evocaba la sensación de estar descendiendo sin freno en una noria.
Había en las decisiones de Últimos Glaciares (2019) una primeriza militancia de estilo. Si pusiéramos lado a lado las portadas de Pale Saints, Loveliescrushing, Adorable, Swervedriver, DIIV y Silvania, lo veríamos claro. El sonido del álbum validaba esa filiación, batiéndose entre cierta bruma post-punk, shoegaze y dream pop. Un buen primer lanzamiento, insólito en su contexto inmediato, cúlmine de carreras ya entonces prolongadas a pesar de la novedad del cuarteto, pues sus miembros llevaban animando la escena una década, sea juntos o separados. Bien. ¿Entonces, cómo se resolvería el siguiente paso? Ni clausuras ni repitencias. Ceremonias tiene más de pop oscuro de los ochenta que de las guitarras enmarañadas típicas de las bandas emergidas en la estela del sello Captured Tracks, casa de Beach Fossils y DIIV. Aquella fue una intensa influencia, percibida en todo el continente en la segunda mitad de los 2010 y de la que se termina separando Ceremonias. La nebulosa hipnótica del debut se distiende en esta segunda placa, habiéndose desatorado el cuarteto de pretensión y convenciones con Últimos Glaciares, cuyos once cortes son 90 segundos más largos en promedio cada uno y tienden a una stasis sobrecogedora si se los compara con los de su más reciente producción. En Ceremonias tenemos una ‘Divino misterio’ que se atreve a contorsiones melódicas que estarían como en casa en esa región limítrofe del mainstream ochentero que habitaron The Psychedelic Furs, The Church o Modern English. A su vez, ‘Akira 2023’ reprocesa la fascinación orientalista del post-punk e intenta hacer con ella una cosa más propia de un tiempo en el que la distopía promete más que las predicciones cotidianas. Esa liberación es tal que ‘Azul’ habita un groove tan elemental que es fácil obviar que… ¡la letra está en inglés!
Tiene sentido que ‘Las nubes’ fuera el single que anticipó este álbum, pues prefigura la progresión, más bien lineal, que cabría esperar tras el disco homónimo. Es una canción que aparece en esta placa seguida de ‘La explosión’, un robustecimiento shoegaze que también guarda lógica con la trayectoria natural de este cuarteto. Hasta ahí las regularidades. ¿Pues, qué une ‘Viaje al fin de la noche’, ‘Astrolabio’ o ‘Demolición’, del disco debut, con ‘Gatopark’? Esta última, cierre de Ceremonias, es a la vez un tributo al post-punk del Río de La Plata y absoluta novedad rítmica. Con un diseño sonoro que recuerda el perfecto entendimiento del dub de Bauhaus, ‘Gatopark’ no esconde lo mucho que Últimos Glaciares admiran las libertades que se toman con las tradiciones los nuevos cultores de la “onda oscura” en Argentina o España. En ‘Ceremonias’ aparecen unos efectos vocales que trastornan la entonación hasta empujar el canto varios órdenes de magnitud por encima de la típica manera boliviana de tratar la voz: limpia, mezclada altísimo y con artificio obvio. Por otro lado, hay en ‘Labios ultramar’ una cosa indie rock que ya tocaría llamar clásica, dado su asiento noventero. En todo caso, aquella demarcación es una anécdota ante la sensualidad de la canción, otra de las asignaturas pendientes del rock boliviano, que Últimos Glaciares tratan con resuelta y transparente elegancia. Una voluta estilística que puede poner al cuarteto en el mismo espacio que Alvvays o Wednesday, bandas de dream pop disidente, llamadas a expandir las posibilidades del género.
Con Ceremonias el cuarteto radicado en Cochabamba puede seguir presumiendo de ser el proyecto más contemporáneo en la escena indie de su país. No ha sido sencillo mantenerse allí. Quizás al tratar de llegar al siguiente nivel se enredan haciendo más cosas de las que es recomendable, confundiendo maximalismo con simple abundancia. Por ejemplo, los woo-oh-oh del último tercio de ‘Ceremonias’ deben ser imbatibles en vivo, pero extienden la canción más allá de lo necesario. También se arriesgan a perder cierta mística al asomarse a espacios más soleados y felices que los de su debut. Ningún drama, pues allí hay espacio para experimentar y enrarecer si esa es la intención, como demostró Skying (2011) de The Horrors. Intentar, fallar, transformar, evolucionar siempre es preferible a la alternativa. No importa si el siguiente paso toma tres, cuatro, cinco o más años. Lo indiscutible es que Últimos Glaciares no se quedan quietos ni se diluyen tras un largo silencio discográfico. Al contrario, eludiendo lo sencillo, lo anodino y lo predeterminado, se cortan por libre y dan con lo que, tal vez, podría considerarse una identidad. Habrán evitado la reverencia literal, pero no olvidan una lección de Jaime Sáenz. El poeta dejó escrito que era imprescindible “forjar una imagen del mundo y del universo –una imagen propia y de uso particular, por así decirlo, que nos permita imaginar el sitio que ocupamos, que más tarde adquirirá el carácter de verdadera verdad”. Si nada más, y lo que propone es grande, hay en Ceremonias esa promisoria especificidad. La ruta y la voluntad para hacer de toda cima una certidumbre. Más allá aguarda un límite que no rigen ni el tiempo ni la distancia.
Originalmente publicado en: visionesincomunicadas.substack.com/

