Diego Morales, el pintor de los mil ojos
El Museo Nacional de Arte (MNA) recibe una muestra retrospectiva (1974-2016) del pintor paceño Diego Morales Barrera
Son siete cuadros y un mural de 28 metros. Los títulos de las obras nos marcan el camino, nos dirigen la mirada. Boquerón, Pesadilla de la modelo de escultura, No entiendo nada, Cosechando granos de sol, El hombre enemigo del hombre, Los conquistadores, Las manos del aparato y Devaluación humana. Son “Retazos de una vida” de Diego Morales Barrera (DMB) en el MNA (Museo Nacional de Arte). Pareciera un testamento; es una selección de obras que van de 1974 a 2016.
En cada óleo (casi siempre de gran formato) hay muchos cuadros. Parecieran historietas melancólicas, recuadros/collages que narran cuentos. Y muchos ojos; cada punto lo es. Ojos con lágrimas, ojos asustados, ojos que dan miedo, ojos tiernos pidiendo socorro. Son miradas ubicuas que nos persiguen a todas partes.
Hay militares gorilas/obesos (como en los murales borrados/olvidados de Alandia Pantoja); hay un pueblo siempre de pie en modo protesta (como en los murales de Solón Romero); hay otro pueblo masacrado que levanta la cabeza para gritar al más puro estilo Munch. DMB es un compositor, un equilibrista, un cronista de época. Si en el lituano-boliviano Rimsa la luz es placer, en Morales Barrera el color es culpa; también denuncia.
Sus personajes salen de las pinturas negras de Goya (y de las minas de Telamayu-Atocha donde fue profesor); sus figuras alargadas son primas del Greco y dialogan con los rostros deformados/cubistas del “Guernica” bombardeado. En sus cuadros las manos parecieran salir del lienzo para agarrarnos, para sacudirnos y no soltarnos. Son las gemelas manos del ecuatoriano Guayasamín; son los ceños fruncidos del guatemalteco Ramírez Anaya. Es la versión más colla del alemán Otto Dix y su “arte degenerado/enfermo”.
Morales Barrerra ha bebido de todos los maestros, de acá y acullá y ha logrado (pocos lo consiguen) decantar todas las fuentes todas para crear un estilo propio/único, para armar/parir una voz, una mirada. Nota mental: ¿por qué parece de noche siempre en el mundo de DMB?
Morales Barrera es la irreverencia contra el olvido; es el tenebrista del Ande que pinta niños. No son niños que sonrían, bailen y jueguen. No son las wawas de Graciela Rodo Boulanger, rechonchas y felices. Los niños morenos de DMB nos miran de frente, nos preguntan en silencio, nos cuestionan en secreto; ellos tampoco entienden nada.
Morales Barrera se burla (siempre del poder y del clericalismo; esa pelea incansable como luchador social costó incluso el exilio en Suiza durante los 80). DMB no claudica (aún aprende); no pasa de moda porque su mundo es el de mañana.

Su pincelada no tiene padrinos; es ácida, mordaz y libre; ora delante de una modelo desnuda, ora detrás de un encapuchado, ora frente a un obispo culpable, ora extrañamente feliz ante dos campesinas y su lluvia de granos de sol. ¿Acaso su mundo no brota de una mala pesadilla, la pesadilla de todos? Morales Barrera no negocia, tampoco hace prisioneros, no se casa con nadie. Sabe que el sueño de la razón produce monstruos. Y sabe -eso sí- que no tiene otra que pintarlos.
Su impresionante mural de casi 30 metros de angustia nos cuenta historias que no entendemos o no queremos entender. “El hombre enemigo del hombre” es una épica narración de la naturaleza humana desde los tiempos de Altamira y Toro Toro hasta los rostros de un lugar llamado Bolivia pasando por abstracciones oníricas. Son los laberintos del tiempo. Nos inquieta, nos satura, nos interpela. Es un enigma, como todo buen arte. Pero cuando decidimos voltear la mirada, ahí es cuando los mil ojos de Morales Barrera no nos dejan en paz.
El autor ya celebró medio siglo de trayectoria en 2019 con una retrospectiva de 17 obras en el paceño Salón Municipal “Cecilio Guzmán de Rojas”. Ahora llega al Museo Nacional Arte con una destilación de aquella.
Es otra oportunidad para bucear en el universo subterráneo (como las minas y sus dioses), grotesco y escabroso de un desacomplejado pintor que tampoco entiende nada, aunque tiene todo por decir. Es el artista de los mil ojos que aún pinta/resiste, aún denuncia, aún se estrella, aún pelea contra (todos) los molinos. Diego Morales Barrera… aún.

