Una mirada distante al legado de Guillermo Francovich
Una revisión a los aportes del filósofo boliviano, considerado como un precursor y difusor de la historia de las ideas en Bolivia.
El movimiento histórico de las ideas en América Latina empezó a tomar cuerpo al término de la segunda Guerra Mundial. En esta etapa se manifestó la formulación de una “filosofía de lo americano”, la cual fue el embrión para la construcción sistemática del campo de la crónica de las ideas filosóficas y políticas en Latinoamérica. A la par de este movimiento cultural, el filósofo boliviano Guillermo Francovich (1901-1990) publicó La filosofía en Bolivia (1945), bajo los auspicios de la Editorial Losada, Sección de la Biblioteca Filosófica dirigida por Francisco Romero. Tres años después, presentó su investigación sobre El pensamiento universitario en Charcas (1948), publicada por la Universidad de San Francisco Xavier. Posteriormente, puso en circulación su investigación sobre El pensamiento boliviano en el siglo XX (1956), cuyo libro formó parte de la colección Tierra Firme (Historia de las ideas en América), editada por Fondo de Cultura Económica de México. Los aportes mencionados, posicionan a Guillermo Francovich como un precursor y difusor de la historia de las ideas en Bolivia.
Al adentrarnos a los estudios de Francovich, se puede advertir que su labor estuvo caracterizada por difundir las visiones de sus contemporáneos o como él mismo se definía: “un divulgador de ideas ajenas”. En palabras del filósofo Manfredo Kempff Mercado: “Las obras de Francovich resultaban ser un compendio construido en forma sintética”. Por ejemplo, el libro El pensamiento boliviano en el siglo XX resulta ser una pincelada bien elaborada que logra retratarnos la mentalidad predominante de la época a través de sus intelectuales. Tal es el caso de Daniel Sánchez Bustamante, Franz Tamayo, Alcides Arguedas, Ignacio Prudencio Bustillos, Gustavo A. Navarro (Tristán Marof), Jaime Mendoza, Roberto Prudencio, Fernando Diez de Medina, Humberto Palza, Carlos Medinaceli, José Antonio Arze, Jesús Lara, entre otros.
Ahora bien, sabemos en definitiva que toda obra humana es en algún sentido fragmentaria, en donde muchas veces queda incompleta o desactualizada con el pasar de los años. Este hecho se hace evidente en las precursoras investigaciones de Francovich, cuando vemos que varios intelectuales coetáneos al autor no fueron incluidos en el texto El pensamiento boliviano en el siglo XX. Lo llamativo de esta publicación es que no tuvo ampliaciones o actualizaciones en sus sucesivas reediciones, a pesar que fue uno de los libros más celebrados dentro y fuera del país.
Los intelectuales desplazados por Francovich fueron sus propios contemporáneos. Por ejemplo, se puede mencionar a Luis Paz quien publicó la Historia del Alto Perú hoy Bolivia (1919); Carlos Romero Cavero con su ensayo Las taras de nuestra democracia (1919); José Salmón Ballivián con su Ideario aimara (1926); Daniel Pérez Velasco con su polémico estudio sobre La mentalidad chola en Bolivia (1928); Julio Aquiles Munguía quien propuso la doctrina política El progresismo (1933), entre muchos otros. Entonces, sin desmerecer la labor del filósofo de las ideas, surge una pregunta crítica: ¿Francovich incurrió en sus investigaciones en favoritismo hacia algunos pensadores?, ¿deliberadamente dejo de lado a varios intelectuales de igual o mejor valía que los seleccionados en su libro El pensamiento boliviano en el siglo XX?
En vida, el propio Guillermo Francovich reconoció sus limitaciones: “No soy, pues, un profesional de la filosofía. No he seguido cursos especializados, ya que los estudios que hice en la universidad fueron estudios de Derecho. Soy un autodidacta, como muchos de los hombres de mi generación. Es decir, que no es la filosofía para mí el resultado de una elaboración académica, sino más bien el fruto de una urgencia vital. Fue buscando un sentido para mi existencia, una significación para mi vida, que me vi forzado a entrar en los vastos dominios filosóficos”. A la larga, el legado de Francovich produjo dos fenómenos en el campo de las letras. Por un lado, los libros sobre la historia de las ideas se convirtieron en “clásicos”, es decir, que en la actualidad son de referencia obligatoria para el sector universitario y académico. Por otro lado, el énfasis que puso Francovich a un limitado grupo de pensadores produjo –de manera negativa– una “aplanadora cultural” desde la academia. Es decir, tenemos una visión reducida, sesgada, incompleta, superficial de cincuenta años de historia intelectual, que con el pasar de los años se fue “cementando” en una visión irrefutable de nuestro legado cultural. Más allá de las puntualizaciones indicadas, el filósofo Guillermo Francovich tiene el mérito de seguir estimulando a la reflexión. Esto, quizá, también merezca ponderarse.
Literato – freddy_zarate@yahoo.de