San Antonio: disfuncionalidad, hacinamiento, y anhelo maternal
Una reseña al documental del cineasta Álvaro Olmos, como parte del ciclo de cine organizado por la carrera de Filosofía y Letras de la Universidad Católica Boliviana de Cochabamba.
Artículo que surge en torno a la proyección del documental San Antonio proyectado dentro del programa: “Experiencia la máquina del tiempo: recuperación de la memoria; ciclo de documentales”, de la carrera de Filosofía y Letras de la Universidad Católica Boliviana “San Pablo”. Cada tercer miércoles del mes se proyectará un documental que nos confronte a la reflexión de la sociedad boliviana.
Las cárceles son recintos en los que la sociedad almacena a todo aquel integrante suyo que ha fracasado integrándose dentro de ella. San Antonio es un pasaje por el hacinamiento y la decadencia, la cárcel más pequeña en Bolivia, ubicada en el departamento valluno de Cochabamba. El “Centro de Rehabilitación San Antonio” se erige cerca de la terminal de buses más próxima al centro de la ciudad, se trata de una edificación que pasa desapercibida y que para nada luce como una prisión capaz de albergar a 300 reclusos, no lo es. El enunciado que corona la puerta del penal San Antonio tampoco refleja la realidad funcional del mismo, sin duda alguna, resulta complicado creer que los reclusos que alberga egresan “reformados” después de cumplir sus sentencias.
La realidad de San Antonio la captura Álvaro Olmos, con un documental homónimo. Fue presentado el año 2016 acarreando una serie de repercusiones satisfactorias, como el mismo Olmos asegura, obteniendo su bien merecido premio de primer lugar en la categoría de Mejor Documental del festival de Cine Latinoamericano de Flandes en Bélgica. El proyecto se consolidó inicialmente con un guión de propuesta ficcional. La intensión de visitar distintos centros penales según Olmos afirma, nació de una simple escena en la cárcel que había de realizarse según la primera propuesta. Con el motivo de búsqueda de inspiración y una mayor comprensión de la realidad en las cárceles bolivianas, se realizan una serie de visitas a diversos recintos penales. Desde el instante en que ingresa al penal de San Antonio, se ve cautivado por algo que él mismo no es capaz de describir, por “algo distinto”.
Al sumergirnos en los primeros cuadros del interior del penal que ofrece la obra audiovisual, evidenciamos que no hay rastro alguno de aquella idea preconcebida de cárcel que suele hacerse de un lugar en nuestras mentes gracias a lo que habitualmente observamos en producciones y superproducciones destinadas al entretenimiento. Los barrotes no parecen estar en ningún lado más que entre los residentes del penal en conjunto y el resto de la sociedad por la que algunos aspiran a ser perdonados. Una mescolanza extraña de informalidad, esperanzas de salvación; impresas en imágenes religiosas, y el erotismo desabrido de almanaques con mujeres desnudas terminan de diluir lo poco que cárcel que tiene el interior de San Antonio. Sin mencionar lo habitual que resultan la prostitución y los negocios ilegales ligados al narcotráfico que prosperan a pesar del supuesto estado de reclusión.
El documental encuadra a tres arquetipos distintos de presos, El bueno (al menos aparentemente) que se encuentra preso por crímenes que justifica con una búsqueda de mejores condiciones para su familia, otro que quiere ser reconocido por su estilo de vida criminal; aspirante a ser un “gánster” cantante de Hip Hop (que además demuestra bastante interés en que “su película” sea vista), y por último, un joven delincuente que alguna vez fue un “muchacho incomprendido” que se inmiscuyó en la delincuencia, fruto de las malas amistades y un hogar poco saludable; el mismo no tiene reparos en decir que planea volver a delinquir. En base a estos personajes, se desenvuelve un viaje a través de lo que; más que un recinto penal, se asemeja a una pequeña ciudadela dominada por la excesiva flexibilidad y evidente corrupción de la policía, además de las convenciones establecidas por los mismos presos dentro del recinto, que hacen de la corrupción su forma de vida y a la que están obligados a pertenecer si lo que buscan es sobrevivir.
Sin embargo, lejos de buscar concientizar sobre las precarias condiciones de vida de los reclusos, su significación real se dirige al rol de la madre como verdadero elemento reformador. Y fue este el mismo elemento que dio paso a que el director Olmos se identifique con los personajes que expone en su producción, el elemento que le dio nacimiento y el que permite descifrar el verdadero sentido del documental. Esta verdadera intención a pesar de no ser visible a primer golpe de vista, resulta evidente al analizar con mayor profundidad la actitud de esperanza de uno de los reclusos, mismo que anhela por volver a la madre y mantiene viva la esperanza de su cobijo y asilo incondicionales. Este recluso que mantiene la esperanza de amparo, resulta aparentemente reformado en contraste a los otros dos y a las actitudes que demuestran. Como afirmó Olmos personalmente en el ciclo de documentales nacionales organizado por la facultad de Filosofía y Letras de la Universidad Católica Boliviana: Experiencias la máquina del tiempo, llevado a cabo el día miércoles 19 de febrero en inmediaciones de la UCB; “No es un documental sobre la cárcel, trata sobre las madres. La cárcel no rehabilita, la madre lo hace”.
Pensar que un lugar plagado de irregularidades administrativas, quebrantamiento de normas, corrupción y actividad criminal como lo es San Antonio está cumpliendo una función “reformadora” no solo es negligente, es ilógico y contraproducente en relación a la función que debería cumplir un recinto penal en la sociedad y en un estado de derecho. Al igual que ocultar todo el polvo acumulado durante años de males sociales bajo un enorme tapete (o más bien diminuto), la sociedad cochabambina parece simplemente mirar hacia un costado del mismo modo que acostumbra cuando presencia un crimen en vivo y en directo.